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el periodico de saltillo
Noviembre 2016
Edición No. 333


Armas

Rufino Rodríguez Garza.

En el Cañón de la Falsa podemos encontrar un poco de todo, tiene una ubicación digamos estratégica. Desde sus alturas la vista domina buena parte del Valle del Pelillal. En épocas pasadas la humedad era más frecuente, la fauna abundante y la recolección daba para la manutención de grupos de cazadores-recolectores de la región.

En épocas recientes se canalizó el agua de este cañón para llevarla a la presa Pantalones. Hay vestigios de antiguos canales de piedra y mortero que llevaban el vital líquido de un pozo profundo hasta las pequeñas parcelas donde se sembraban granos y plantas forrajeras y recientemente caña de escoba y verduras.

De la presa Pantalones donde de por si se estancaba el agua, fue una represa natural, por esta circunstancia fue mejorada en su infraestructura porque se levantó una cortina y su vertedero por donde se conduce el agua hacia las partes bajas hacia el lado sur; aquí podemos encontrar cosecha de maíz y de frijol.

Éste ha sido un año “llovedor” lo que mantiene con agua la mencionada presa que da el líquido al escaso ganado y riega algunas labores.
De antaño el sitio fue adoratorio de los nativos. Los vestigios nos demuestran que aquí los grupos podían cazar, recolectar y realizar sus periódicas reuniones, quizá una o dos veces por año, donde se efectuaban intercambios de bienes, como pieles, pedernales, plantas medicinales y por supuesto enlaces matrimoniales pues no había endogamia.

Eso mantenía sano a los miembros del grupo. En esas reuniones se comía y se embriagaban con bebidas que mediante la fermentación producían alcohol. Éste podía ser elaborado a base de la fermentación de las tunas y de los mezquites.

Pensamos que existía una población relativamente modesta, la cual era suficiente para satisfacer sus necesidades básicas; las chimeneas o fogones son testigos de la densidad de la población. Al terminar la temporada de caza y según la estación del año, la recolección, migraban a lugares donde no faltara el agua y la fauna para la cacería y los frutos de la tierra para que se colectasen y se viviera en un perfecto equilibrio del hombre con la naturaleza.

Aparte de las chimeneas el hombre antiguo dejó sus mensajes (aún indescifrables) en las rocas, en los aleros o en el simple llano como sería el caso de los geoglifos.

Las rocas son esos cuadernos indestructibles del pasado, que conservan los símbolos que eran para que los observaran el común de la gente y otros sólo para los chamanes, éstos en sitios inalcanzables, “privados”, donde estos personajes se comunicaban con los entes superiores a los que se les rendía culto, pues esos espíritus del inframundo les ayudaban para la sanación de los enfermos, la buena cacería y la suficiente cosecha de productos como las tunas, pitahayas, tubérculos y dátiles.

Sólo el chamán o jefe espiritual del grupo, también llamado “hombre medicina”, podía consumir la planta sagrada (peyote o toloache); con la ingesta se alteraba el estado de conciencia y de los sentidos, mediante el trance realizaba sus curaciones o los ritos propiciatorios para fertilidad o la lluvia. También a él se le encomendaba el tránsito de los jóvenes a nivel de guerrero o de cazador.

Otra actividad del chamán observada en este lugar, era la de marcar con un símbolo especial el territorio donde se movían, sus aguajes y sus lugares sagrados de enterramiento de sus deudos.

La función del jefe o chamán era múltiple y constante. El grabar y pintar las paredes era su privilegio. También la de hacer los geoglifos para que sus dioses desde el infinito vieran los motivos en su honor y poder darles seguimiento a sus peticiones.

En la Falsa, las evidencias propiciatorias saltan por todos lados. Muchos cuchillos o navajas enmangadas, donde la parte superior fue fabricada de pedernal y la inferior, el mango o maneral, fue hecho de madera; la posición invariablemente es vertical, la piedra arriba y el mango abajo, y cosa curiosa siempre separada una pieza de la otra por una línea muy delgada. El tercer elemento de estas navajas lo constituyó la pegadura con la que se unían el pedernal y la madera del mango. Tan efectivos eran en la elaboración de este pegamento que en tiempos modernos donde se han encontrado tumbas en las que hay herramientas de este tipo aún están unidos.

En palabras del Dr. Quiroz de Torreón esta pegadura se elaboraba con ceniza, resina de mezquite y agua. Estas armas aún se pueden observar en los museos de Torreón (del Bosque y PVC), y en el Museo del Desierto en Saltillo.

Al momento en que un guerrero moría, en su ajuar funerario se le hacía acompañar de su arco y flechas, un átlatl, azagayas y el cuchillo o navaja que acostumbraba llevar en una funda en el brazo izquierdo.

Aquí en la Falsa se observan navajas en asociación con las astas y/o las huellas de venado. Las astas son grandes, unas, hasta de un metro de envergadura y otras pequeñas de unos pocos centímetros.

Seguramente en este cañón se realizaron ritos propiciatorios, recordemos que cazar un venado tenía un alto grado de dificultad. El cazador pacientemente se acercaba a la presa lo más que podía, sin que el animal lo sintiera o lo olfateara, y ya a una prudente distancia lanzar la mortífera azagaya o la veloz flecha para cobrar la presa.

Hemos documentado astas, proyectiles, navajas, cómputos o cuentas a base de puntos, un hermoso símbolo de orientación en forma de cruz con un punto en cada cuadrante así como también figuras abstractas que tienen mensajes ocultos.

La Falsa se localiza en el ejido Pelillal. Donde no sólo hay grabados, también hay pinturas y muchos elementos históricos y leyendas que en próxima colaboración estaremos describiendo.

 

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