El desfile de máscaras y las cachuchas
Jorge Arturo Estrada García.
“Nuestra dificultad para encontrar las formas de lucha adecuadas,
¿no proviene de que ignoramos todavía en qué consiste el poder?
Pierre-Michel foucault. |
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“En política lo que no es posible es falso”
Max Webber. |
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En Coahuila todos van por el cambio. Ya hasta el delfín Riquelme se quiere poner el disfraz de antisistémico. Inicia el desfile de las máscaras y las cachuchas; y la construcción de una imagen. Pero, lo que veremos en la elección en la entidad será a políticos sin mucho arrastre ni prestigio, cobijados por sus partidos desgastados compitiendo por los votos. El único que jugaba por fuera prefirió adherirse al anacrónico Morena.
Los resultados electorales serán difíciles de predecir, las encuestas han fallado sistemá- ticamente a lo largo y ancho del país. Y además los tiempos son de tormenta y los escenarios volátiles.
Los partidos, y sus cuadros estelares, apostarán a que el proceso electoral pase inadvertido y con los ciudadanos indiferentes a los mismos del 2017. Eso facilitará los acostumbrados arreglos cupulares.
La partidocracia ha tratado de modelar una sociedad ausente de la actividad política y de las urnas; sin identidad social, ni de clase, ni siquiera sólida como comunidad. Aunque tal vez, el país ya no es el mismo.
Los medios de comunicación perdieron su influencia y hasta su penetración. Gigantes como Televisa despiden a sus líderes de opinión estelares, por desgastados e inservibles, ellos ya no aportan en lo político, mucho menos en lo comercial. Junto al desprestigio de Enrique Peña la estructura de noticias del consorcio televisivo se desmoronó.
Las redes sociales, y la información al instante y en cualquier lugar, están rompiendo los paradigmas. La opinión pública ya no puede ser dirigida desde las oficinas de comunicación social o de las redacciones de los medios. Se rompió el monopolio de la información que construyó a la clase política del siglo XX; aunque muchos de esos políticos mexicanos todavía cobran en las nóminas oficiales debido a las inercias y los rezagos tecnológicos.
México vive una etapa turbulenta, los ciudadanos ya no confían en sus gobernantes ni en sus instituciones, los niveles de tolerancia populares están siendo puestos a prueba. Las derrotas del PRI son señales que deben observarse. Malas decisiones, mal consensuadas o impuestas, junto a malos candidatos causaron esos resultados electorales. Al nuevo PRI se le borró la máscara y el resto de los partidos quedaron envueltos en los saqueos de los virreyes.
El presidente de la república y la mayoría de los gobernadores son reprobados en las encuestas. Los problemas económicos del país se han agudizado por la impericia de los funcionarios y gobernantes; los empleos que se generan son de sueldos bajísimos y las alzas en los alimentos son considerables. El dólar se disparó, y el peso se desploma con la misma velocidad que el prestigio presidencial.
El panorama no es alentador. La llegada de Donald Trump no será buena para la calidad de vida de los mexicanos, él nos puso en el foco de sus fobias. Esos odios son los que lo hicieron ganar la presidencia de su país, contra todos los pronósticos.
Trump nunca se comportó como un político, a pesar de que participó bajo las siglas de los republicanos. Ni su discurso, ni sus modales fueron políticamente correctos, los líderes del viejo partido le retiraron su apoyo públicamente, y eso lo fortaleció más ante los ojos de los receptores de sus locuaces mensajes. Trump identificó a un segmento social lo suficientemente molesto, alterado y amplio para enfocar sus mensajes; y se aseguró de que fueran a votar. Y lo demás es historia. Una franja de la población estadounidense decidió la elección.
Trump fue muy claro para convencer a esa franja de norteamericanos de que los mexicanos eran culpables de sus niveles de vida mediocres, “ya que ellos les quitaban los empleos en Estados Unidos y hasta se los llevaban a México”. También fue muy claro cuando dijo que a Hillary había que encarcelarla y que en 30 años de carrera política, la senadora Clinton no había hecho nada relevante por los norteamericanos de las clases populares. Con base en ese discurso tan simple el multimillonario, impreparado y poco ético Trump logró ganar la presidencia del vecino del Norte.
En nuestro país la clase política ha construido innumerables candados para quienes intentan incursionar en la política electoral. Actualmente, las campañas tienen duraciones de dos semanas y un mes para los municipios de Coahuila, y para la de gobernador 60 días. Tiempo evidentemente insuficiente para llegar a tres millones de electores en 38 municipios, que habitan en más de 3 mil colonias y fraccionamientos a lo largo y ancho de la entidad. En eso se pensó cuando las diseñaron y aprobaron los congresos sometidos. Pero, justamente ahora, la explosividad de las redes sociales podrían romper el cerco.
Los grupos en el poder ya decidieron que no necesitan a los ciudadanos para las elecciones. En el seno de sus partidos pactan o se arrebatan las candidaturas y luego hacen campañas insulsas para jornadas electorales de las que no quieren que nadie se entere del día en que las realizarán.
Y así se han consolidado largos cacicazgos, con las mismas caras, los mismos apellidos y sola- mente en diferentes cargos. Aunque no todo queda igual después de su paso por los puestos públicos. Por una parte brotan nuevas y enormes mansiones, abultadas cuentas bancarias y prósperos negocios para las élites políticas; y por la otra se cancela el progreso, se interrumpen los proyectos estratégicos de desarrollo y la calidad de la educación, la seguridad y la salud bajan en perjuicio de los ciudadanos. Los sueños de progreso de varias generaciones se cancelan.
Los votos de los grupos en el poder ya están listos y contados. Los de los ciudadanos indepen- dientes sólo estorban. Las clases populares han sido captadas por el clientelismo de los programas sociales. Para muchas de esas familias el tricolor ha significado escasa movilidad social y recompen- sas magras, pero ha sido el único partido que se ha ocupado de ellos. Y es así, que muchos de ellos son fieles acarreados a mítines y urnas.
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Los clasemedieros con base en muchos esfuerzos individuales, casi siempre sólo con el apoyo de sus familias y sus talentos, han logrado labrarse oportunidades de progreso. Sus logros, en muchas ocasiones, los obtuvieron superando los obstáculos que los malos gobernantes imprimen en la vida económica y social del país. De igual forma, en casi todo momento ven amenazado este bienestar por la mala gestión pública.
Durante generaciones de malos gobiernos la clase media ha sorteado enormes crisis económi- cas, devaluaciones, desempleo, inflaciones incon- trolables, oleadas de violencia criminal, masacres, balaceras, barrios y ciudades completas en manos de la delincuencia organizada. Rezagos, margina- ción, pobreza, sangre, dolor, muerte y mucho miedo son el saldo de los malos gobiernos.
Casi todo el país ha sido testigo de la corrupción, de los excesos y de los derroches de la clase política. Los ciudadanos están molestos y están generalizando. Los votos de castigo llegan de todas direcciones a destinos diversos.
En Coahuila el escenario es inédito, el PRI llegará con un candidato que aporta división y escaso carisma. El PAN llega debilitado, dividido, sin estrategias ganadoras y con aspirantes débiles. Armando Guadiana y Morena serán la incógnita, el resto de partidos y partiditos juegan de comparsas.
La maquinaria casi invencible del tricolor será puesta a prueba. En el siglo 21, el éxito está en saber comunicar y saber usar todos los medios disponibles. El secreto está en los contenidos y no en las plataformas. La gente de sistemas sirve para programar computadoras, los publicistas para vender productos, pero no para generar adhesiones a un proyecto y llevar votantes a la urnas. Como siempre, el más diestro saldrá ganador, el que cometa menos errores se lleva la victoria.
Pero, los aspirantes y sus partidos hacen sus ritos y eventos con acarreados y sin un solo ciudadano libre entre la concurrencia. Así son sus festejos, sus informes, sus actos de precampaña y su forma de pensar.
En Coahuila escasean los líderes. Los em- presarios son soldados del PRI y de sus intereses. Los demás están ocupados en la seguridad y la subsistencia de sus familias. Las boletas conten- drán nombres de personajes designados por los partidos políticos. Personajes sin arrastre ni lideraz- gos sociales. De entre esos nombres y partidos deberemos escoger por quién votar.
2017 será el momento de los ciudadanos, sin votos no deberá haber quejas. La presencia de los clasemedieros será crucial para definir la contienda. Y también su ausencia. ¿Quién ganará, la apatía, el temor al cambio, o el temor a que todo siga igual o peor?
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