El presidente de la quiebra
Guillermo Fárber.
¿A qué viene Donald Trump? O más precisamente ¿Para hacer qué lo puso el Shadow Government (los dueños de los cargos gubernamentales clave: presidentes o primeros ministros, secretarios del Tesoro o de Hacienda, gobernadores de los bancos centrales, etc)?
Y no me vengas con la megabobada de que cualquiera puede llegar a esos niveles por su linda cara, a través de un proceso “democrático” en el que la sociedad decide. La cuestión no es de méritos de los candidatos, sino de “meritos” de los dueños del pandero. Lo crucial es ganarse la voluntad de los pocos de arriba, no la de los muchos de abajo.
Lo advirtió el presidente Franklin D. Roosevelt en 1933: ‘‘Presidents are selected, not elected’’. Los votos se reparten entre dos candidatos previamente aceptables y obedientes al Shadow Government (que si una vez en el “poder” intentan salirse del carril, son rápidamente desplazados, pregúntale a Kennedy).
Entonces, ¿para qué pusieron a Trump? Una hipótesis: para administrar la quiebra del país. Conste: no para provocarla, sino para enfrentarla; no para causar el colapso, sino para resistir el salvaje impacto que inevitablemente tendrá corregir los errores que lo propiciaron, y permitir un eventual renacimiento sobre bases más sólidas. Es decir, para asestar el descontón brutal en la economía que ya es inevitable. Para ser el malo de la película, pues, el cirujano que no se anda con placebos, corta el suministro de drogas al adicto y lo tiende en la mesa de operaciones bisturí en mano. Repito, es una hipótesis nada más.
Para hacer esto, lo indicado era un toro desbocado y no una tigresa disfrazada de oveja: Trump y no Hillary. Ella habría continuado con las políticas desgastantes (guerras inacabables y entitlements infinitos que desangran el presupuesto con gastos improductivos) dando gusto tanto al complejo militar como a las masas atenidas (en los términos de Samuelson, cañones y también mantequilla) en el camino a una muerte matemáticamente garantizada.
El final de un adicto
Es que estamos hablando de EUA, un adicto demasiado poderoso y complejo, en etapas ya muy avanzadas, que enfrenta una disyuntiva: o seguirse drogando hasta morir, o interrumpir todo de pronto y asumir un tremendo síndrome de abstinencia, que en el caso de EUA (y de buena parte del mundo) provocará muchas tragedias, suicidios, hambre, desempleo, desabasto, miseria, desplazamientos, muertes, violencias. Por algo el gabinete que Trump está armando es de puros leones implacables. De él no esperes clemencia, sino eficacia; resultado, no apapachos; solidez, no “justicia”.
Según esta hipótesis, a Trump lo pusieron ahí para declarar la moratoria, cortar de tajo tanta insania, asumir los costos gigantescos, reprimir con fuerza los inevitables coletazos de indignación social, implantar medidas correctivas y finalmente permitir que los sobrevivientes del colapso puedan tener un renacimiento (en tres, cinco, diez años o más) lento y arduo, pero sustentable. Es de esperarse, entonces, que su primer periodo (y tal vez el único) será de crisis descomunal pero curativa, en vez de una agonía edulcorada con mentiras.
El problema-problemón será con los tenedores de esas deudas inmensas, es decir, los acreedores que no podrán cobrar más (sus bonos serán simple papel impreso con muchos ceros pero ningún valor). ¿Cómo reaccionarán cuando se convenzan de que las ubres se secaron y ya no podrán seguir mamando a cuatro gargantas, como lo hicieron por décadas?
Debo, no niego; pago, no tengo
Cuando alegan que Trump “no tiene experiencia”, equivocan la experiencia de que se trata. Lo que se requiere hoy del mandamás gringo no es habilidad política ni destreza burocrática, de las que Trump ciertamente carece. Lo que se requiere hoy es precisamente la experiencia que Trump sí tiene: la de afrontar la bancarrota. Porque vaya que no es fácil decirle de frente a los acreedores: no te voy a pagar. Se necesitan muchos calzones para hacerlo, y mucha pericia para sortear los coletazos y sobrevivir al trance. Trump ha demostrado que sabe hacerlo; lo ha hecho ya varias veces.
Trump mismo lo dijo temprano en su campaña: Soy el candidato perfecto porque soy el rey de las quiebras (master of bankruptcies): lleva varias y sigue siendo rico. Demostraba ser consciente de su misión. De inmediato dejó de decirlo, pues sabía que eso asustaba al electorado (las campañas son carnavales de promesas mentirosas, no de realidades deprimentes). Lo calló, pero lo sabe. De modo que sus opositores tienen toda la razón: los primeros años de Trump serán infernales para casi todo mundo. Lo que ignoran esos opositores (o no dirán nunca, si lo saben) es que era eso o la muerte definitiva.
Make America great again
EUA es un estado quebrado. Bueno, casi todos los países están igualmente quebrados, víctimas de un sistema monetario global inviable. Viene un reset, pero ese no está asegurado y en todo caso será global. Mientras tanto, EUA tiene el mejor relevo en este momento. Lo primero para recuperar la grandeza de cualquier persona, familia, nación o empresa es soltar lastres, borrar pasivos, tirar cargas. Nadie aplastado por toneladas de fardos (deudas) y atado de pies y manos (reglas para todo), puede erguirse y menos saltar. Lo que dice esta hipótesis es que eso es precisamente lo que hará Trump: descargar, liberar.
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