México de cara al 2016: entre la violencia y el autoritarismo
Carlos Alfredo Dávila Aguilar.
El segundo día del nuevo año trajo para los mexicanos una noticia nefasta: el asesinato de la alcaldesa del municipio de Temixco, en el estado de Morelos, a manos de “los rojos”, un grupo de la delincuencia organizada que se disputa el control de la región con los “guerreros unidos”.
La trágica noticia refrenda una realidad alarmante: que el Estado no sólo está siendo incapaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, sino que está siendo incapaz de garantizar hasta la de sus propios miembros. Si ni siquiera las autoridades públicas pueden sentirse seguras, ¿qué podemos esperar los ciudadanos de a pie?
El día anterior, el presidente Enrique Peña ni siquiera se atrevió a dar la cara a los mexicanos con el mensaje de Año Nuevo que en los años pasados se transmitía por cadena nacional. Síntoma de la debilidad trágica en el primer mandatario, que no debe confundirse con la fuerza de su partido, que va en aumento.
En un timorato mensaje de Año Nuevo de la presidencia, difundido esta vez sólo a través de correo electrónico, Peña Nieto dice: “El 2015 fue un año en el que logramos avanzar, un año en el que México rompió inercias y eliminó las barreras que le impedían desplegar todo su potencial. Hoy estamos mejor preparados para el futuro.” Un doloroso reflejo de la principal característica de la actual administración: una distancia fatal entre el gobierno y la realidad que vive la nación cotidianamente.
El asesinato de Temixco sigue sin aclararse por completo, pero existe una explicación plausible; la alcaldesa se había pronunciado a favor del mando único policial en el Estado como una forma de evitar la colusión de las débiles policías municipales con el narco. Su asesinato habría sido un mensaje para el resto de los municipios del Estado, donde el gobernador Graco Ramírez ha estado tratando de llevar a cabo la concentración de las fuerzas policiacas en el poder estatal.
En efecto, la propuesta del mando único policial se justifica al tomar en cuenta que sería más difícil para los grupos del crimen organizado cooptar a una sola policía estatal fuerte, que ir coludiendo a las pequeñas corporaciones municipales débiles como lo han hecho a lo largo del país.
Por otra parte, aunque el mando único no significaría por sí solo que la policía se volverá incorruptible, la responsabilidad de la corrupción de la fuerza pública recaería claramente en sus jefes inmediatos, y no estaría difusa entre decenas de alcaldes.
Sin embargo, dada la situación política que atraviesa el país, la iniciativa de los mandos únicos estatales podría implicar cierto riesgo antidemocrático. No es ningún secreto para los mexicanos que, salvo contados casos, los gobernadores en el país disfrutan de una concentración de poder enorme.
Especialmente en el caso de los gobernadores priistas, que controlan la mayoría de los estados (23), y también el mayor número de municipios (más de mil 500 en todo el país), la concentración de poder es prácticamente dictatorial. Existen incluso 9 estados en el país en los que el tricolor ha gobernado ininterrumpidamente durante 85 años.
Medios de comunicación, sindicatos, cámaras de comercio, organizaciones civiles, congresos, tribunales, incluso las instituciones “autónomas” cuya función es la de ejercer un contrapeso al poder, son controladas a placer por el mandatario estatal en turno.
En este contexto, conformar mandos únicos policiales en manos de los gobernadores, conlleva el riesgo de que los partidos de oposición dentro de los estados queden indefensos ante los abusos de autoridad por parte de las fuerzas de gobierno estatal, máxime en coyunturas electorales.
2016 será también año electoral, y se celebrarán en el país 12 elecciones de gobernador, y 965 municipales. A propósito de estos comicios, la consultoría Buendía y Laredo publicó un pronóstico en el cual se espera que el PRI gane el 80% de todas ellas. En cuanto a las gubernaturas, este año el tricolor estaría sumando dos más (Oaxaca y Puebla), para completar un total de 21 estados priístas, más de mil 500 municipios (el PAN gobierna apenas 473, y el PRD 322) rumbo a las elecciones presidenciales de 2018.
Bajo este panorama, 2016 se presenta como un tramo importante de una carretera que parece conducir hacia un país autoritario que, en teoría, había quedado en el pasado; un país de partido único, donde una casta aristocrática hace y deshace sin que nadie pueda chistar.
Esperemos que la Historia diga lo contrario. |