2016, última llamada
para los partidos políticos
Adolfo Olmedo Muñoz.
Más allá de las expectativas que se puedan conjeturar en torno a la elección este año de 12 gobernadores en nuestro calendario político mexicano, el futuro parece más incierto para los partidos políticos que para el propio presidente Peña Nieto cuyos niveles de popularidad, no han sido hasta hoy, lo buenos que él y su gabinete quisieran.
Merced a las reformas políticas impulsadas por el Presidente, de entre las que podemos destacar la presencia de candidaturas independientes, y la reelección de manera inmediata, de diputados y senadores, la morfología del poder en nuestro país puede dar un giro inesperado, altamente riesgoso y comprometedor.
Es cierto que la sociedad está harta del oportunismo, la corrupción, el parasitismo, la ineficiencia en fin, de los partidos político actuales, es evidente, que significan una gran carga para la nación, no sólo en lo económico, sino porque han sido factor importante para la incultura política que padece la propia sociedad mexicana; es también muy cierto, que puede este cambio abrir una especie de “caja de Pandora” que desencadene al Leviatán que mora desde hace mucho, en el inconsciente colectivo del mexicano promedio.
La falta de preparación política propiciada por un feroz desencuentro ideológico en el seno de nuestra sociedad, desde su génesis y el desarrollo de una sociedad traicionada sistemáticamente, desde dentro y fuera de nuestro territorio, fueron formando una personalidad social inestable, desconfiada, ladina, escéptica e indiferente ante la toma de decisiones con responsabilidad.
Una fórmula de partidos políticos surgida en el primer tercio del siglo anterior resultó benéfica para una pacificación, y la cimentación de una nueva nación; una nueva identidad, pero muy codiciada e intervenida, con grandes compromisos impuestos por una política exterior prácticamente incontrolable, cuyas consecuencias cargamos hasta nuestros días.
Sin embargo, y a pesar de un paso lento y cansado, el país ha avanzado, aún más que naciones de historia milenaria, pero no lo suficiente para corresponder al potencial con que cuenta nuestro país.
De ahí la importancia de un futuro inmediato en el escenario de nuestra política a la mexicana, que da un salto, para muchos al vacío, pero para otros con una gran esperanza de que se pueda hallar, por fin, una fórmula para el desarrollo acelerado que el país demanda.
Este año deberá ser el gran laboratorio de nuestra peculiar democracia, cuando en la elección de 12 candidaturas para otras tantas gubernaturas del territorio nacional, puedan participar, legítimamente, candidatos independientes, sin filiación partidista.
Los partidos dejarán de ser factótum en la intermediación entre la sociedad y el poder, y en el caso de cosechar varias derrotas, les restará consecuentemente deterioro clientelar, pero lo peor para ellos, que les privará privilegios económicos que hasta la fecha parasitan.
Me resulta muy difícil predecir cuáles serán los escenarios que se presentarán, pero lo que es muy previsible es el grado de dificultades que se tendrán que vivir en Oaxaca, donde además de gobernador, se elegirán 570 Ayuntamientos.
La perspectiva de las candidaturas independientes, podría venir a reforzar los cacicazgos, mayorazgos y otros usos y costumbres no necesariamente democráticas, que atomicen, aún más, el poder, y propicie una mayor anarquía.
Otro caso sui géneris lo vivirán en el estado de Puebla, donde, en virtud de una homologación de calendario con la elección presidencial del 2018, habrá de nombrarse el próximo 5 de junio, una elección para un gobernador que mandará en Puebla durante 20 meses, de enero de 2017 a diciembre del 2018.
Oportunidad para que los partidos políticos puedan “vacunar” a sus militancias, en contra de posibles candidaturas ciudadanas. En el resto de las once entidades, se tendrán que jugar el albur desde este próximo julio.
“Alia jacta est”; La suerte está echada, ésta será una “probadita” de lo que puede vivirse para la elección presidencial del 2018, cuando, seguramente habrá candidatos independientes… o “candidatos ciudadanos” como muchos los nombran, como preludio del fin de la estéril “partidocracia”.
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