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el periodico de saltillo
Enero 2016
Edición No. 323



El matrimonio psicológico

Apolinar Rodríguez Rocha.

La boda: es el acto inicial de unirse en matrimonio, en concreto, es el momento en que se actualiza el sí mutuo, el acuerdo público. Lejos esto de ser el matrimonio.

En ese orden, el matrimonio es una experiencia de vida, que perdura en el tiempo; implica un sin número de instituciones afines, como son: paternidad, filiación, relación patrimonial, parentesco etc.

Debe quedar claro, el matrimonio como institución social o jurídica, como vínculo, existe únicamente entre los esposos, así como los derechos y obligaciones que nacen del matrimonio únicamente son exigibles entre ellos de donde el Contrato Matrimonial, puede ser llamado el contrato personal (en relación con los contratos reales) por excelencia.

Ahora bien, el término familia: el vínculo familiar no necesariamente tiene su origen en el matrimonio, sino por otras instituciones sociales o civiles, como la adopción o el nacimiento.

Sin embargo, pocas personas han pensado en el matrimonio como proceso psicológico, que se trate psicológicamente una etapa de vida: En realidad, psicológicamente el matrimonio psicológico, tiene una evolución o desarrollo interno importante y único, en una relación variable con la sociabilidad de cada uno de los dos individuos que integran el matrimonio.

En el momento de las bodas, existe un tránsito extremo del yo, de cada uno de los contrayentes, al nosotros, donde se abandona el barco del Yo egoísta, para embarcarse en el Nosotros Socialista, en este brusco tránsito existen dos procesos paralelos, de duración variable e incierta:

1) El proceso de duelo de la muerte de la soltería egoísta.

2) La Luna de miel, o bienvenida al matrimonio o dualidad de esposos, realidad socialista (Los seres humanos a diferencia de los animales no se aparean (proceso material gregario), sino que se casan (proceso social), esto es se integran socialmente. Es importante, este segundo proceso es variablemente proporcional a el primero, dado que permite una eficiente evolución del duelo de la muerte de soltería, ante un deficiente proceso de luna de miel, el proceso de duelo de soltería se prolonga indefinidamente.

Sin embargo, el periodo de duelo (de uno u otro cónyuge) de la soltería puede no evolucionar rápidamente lo que conlleva una relación social dolorosa, sino prolongarse peligrosamente en el tiempo, incentivado por prácticas solteriles de alguno de los cónyuges, poniendo en peligro desde entonces el matrimonio, ante la falta de inclusión social de ambos cónyuges, que debe ser recíproca. (En este caso debe solicitarse de inmediato ayuda especialista o a un matrimonio experimentado de plena confianza).

El asumir el carácter de esposo, esposa, es un continuo descubrimiento de cosas nuevas, cada día, muchas de ellas negativas y peligrosas propias o del otro cónyuge, otras hermosas y benévolas:
Es este cumulo de experiencias y retos diarios lo que constituye el matrimonio (cual si se hablase de patrimonio el cual se forma tanto por los activos y ganancias, como los pasivos y las pérdidas, pues no es leal ocultar en el patrimonio ni la existencia de unos ni de otros).

En esta idea: La realidad obliga a declarar indeseable por falso, el concepto romántico de matrimonio en el cual todo es miel sobre hojuelas, por lo menos no lo es en la gran mayoría de los casos; igualmente resulta indeseable el concepto de drama matrimonial, de que se trata de una relación de puras experiencias dolorosas; pues es la suma tanto de positivas como de negativas lo que implica el Matrimonio: “Las duras y las maduras”.

Asumir cada cónyuge la responsabilidad individual del matrimonio, es un proceso de maduración del matrimonio, pues este no se integra hasta que ambos asumen esta responsabilidad individualmente; es así como el matrimonio psicológico no existe sino hasta que ambos cónyugues, se hacen, tanto individual, como recíproca y mutuamente responsables del matrimonio, asumiendo todas las consecuencias buenas o malas de tal relación bio-psico-social.

Por ello los nuevos matrimonios requieren el apadrinamiento de otro matrimonio, o consejeros matrimoniales, expertos o prácticos, con muchos años de experiencia como matrimonio, que les aconsejen y guíen, en lo individual o en matrimonio para lograr solidificar su matrimonio, preparándolo para los problemas de la incertidumbre de la vida.

Debo advertir que no todo consejero es bueno, quien impulsa y promueve el divorcio o prácticas evasivas como opción sana, de suyo no es un consejero adecuado, ya que tenderá a recomendar el divorcio o el abandono como salidas a la problemática matrimonial.

El Matrimonio debería ser asumido, social e individualmente, como un proceso natural de maduración social del ser humano, pues si se adquiere una mayor edad individual a los 18 años, el matrimonio es un paso de madurez a la inclusión a la vida social, esto es la mayoría de edad social.

Debería existir un periodo prolongado entre la mayor edad individual, en la cual el ser humano asume derechos y obligaciones con nuevas responsabilidades sociales como inclusión a individuos socialmente activos, para una vez experimentado en las responsabilidades individuales, asumir con mayor compromiso las responsabilidades sociales que se adquieren con el matrimonio, como lo es el ser corresponsable de otro ser humano, su esposo o esposa.

Al fin de cuentas el matrimonio social, no es más que la manifestación de la evolución del matrimonio psicológico. La ruptura de aquel, es la manifestación de la inexistencia de este.
No debe de ignorarse que esto narrado, es solo en casos ordinarios, más debe advertirse de matrimonios formados por personas uno o ambos antisociales, casos en que les es urgente a los cónyuges solicitar ayuda inmediata y la tutela (De especialistas e incluso del Estado) para sanar al antisocial, y lograr consumar el matrimonio psicológico y evitar daños fatales entre ambos y a terceros.

 

 

 
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