Los pésimos aspirantes confían en que en
Coahuila cualquiera puede ser candidato
Jorge Arturo Estrada García.
Nada relevante pudieron informar. Sus esfuerzos se han concretado en declarar que quieren ser candidatos a gobernador. Ya se han “destapado” varias veces y todavía faltan otras tantas. Sus resultados en las encuestas son bajísimos. Sin embargo, ellos ya se sienten candidatos. Confían en que en la tierra de ciegos el tuerto es rey. Y que en el Coahuila sin liderazgos, cualquiera es candidato. Miguel Ángel Riquelme e Isidro López son los más activos aspirantes a la candidatura para el Palacio Rosa.
Las listas son largas y están llenas de personajes que como políticos han sido mediocres y que como autoridades son malísimos. Falta un año exacto para las definiciones internas de los partidos. Los alcaldes gastan los presupuestos en encuestas, asesores y medios para intentar proyectarse. Le rezan a las redes sociales y sueñan con tácticas milagrosas que los conviertan en aspirantes viables, pese a su escaso carisma y a sus bajos desempeños.
La verdad es que muchos integrantes de estas listas no tienen posibilidades. Pero saben que podrían colarse a las candidaturas por las presiden- cias municipales y las diputaciones. Otros van a la negociación en el río revuelto, o por el Plan B.
Ni Miguel Ángel Riquelme, ni Isidro López, ni Lenin Pérez, ni Gerardo García; ni Ricardo Aguirre, el ocurrente, informaron algo relevante. Los documentos de su Segundo Informe revelan que en el renglón de obras, las cifras apenas rondan entre el 10 y el 14 por ciento de sus enormes presupuestos.
Cerca del 90 por ciento de los miles de millones que gastan cada año, se les van en sueldos para la burocracia y contratos millonarios para amigos y socios. Es lo mismo para la mayoría de las administraciones, no importa el partido al que pertenezcan.
Del tamaño de los millones gastados en las nóminas y los contratos, es el tamaño del fracaso. De ese mismo tamaño es la inseguridad en los barrios y las colonias; las calles intransitables por los baches; los parques y plazas abandonados y derruidos; el transporte pésimo, el tejido social destruido y las oportunidades de vivir mejor canceladas.
Esta clase política nunca visualizó la realidad social y los proyectos estratégicos para detonar el desarrollo local. Parece exclusivamente enfocada en sus intereses mezquinos: la siguiente elección y lograr hacerse rico en el corto plazo.
En las ciudades de Coahuila los pobres han sido contados y ubicados; y ni así pueden acabar con los polígonos de pobreza, cuando menos con los más antiguos y documentados. Sus programas sociales incluyen clases de zumba y manualidades, pero no se les aportan nuevas habilidades que les permitan integrarse a los mercados laborales actuales y avanzar en sus aspiraciones sociales. Los dejan marginados y lejos de los empleos formales, y supeditados a programas sociales mal diseñados, selectivos y electoreros. Programas que se recortan cada vez que se adelgazan los presupuestos.
El país se desploma al ritmo de la baja de los petroprecios, del peso y la inoperancia del gobierno federal. Nuestra clase política local ampara su incapacidad en el contexto global, como si tapar baches y contratar policías dependiera de Wall Street y el Banco Mundial. Se requiere talento político, social, financiero y un equipo competente para elaborar planes, programas, políticas públicas, presupuestos y administrarlos con eficiencia. Esas son las razones reales de los pésimos resultados de nuestros alcaldes. Son incapaces.
La clase política gobernante, de todos los partidos, está ampliamente desprestigiada y divorciada de los ciudadanos. Tanto empresarios como arribistas, van por las fortunas que se construyen con base en los dineros públicos y los negocitos generados a su sombra.
De inmediato se suben los salarios y siempre omiten decir cuánto gastan en sus sueldos, bonos, sobresueldos, viáticos, servicios y cajas chicas. Las nóminas son muy obesas y los apretones de cinturón siempre afectan a los programas sociales, las obras, los empleados menores y no a los salarios de la alta burocracia.
Rápidamente, nuestros gobernantes estable- cen trenes de vida que sólo habían visto en las películas. Sienten que su tiempo y sus decisiones son relevantísimas. Se sienten como habitantes del Olimpo. Ya nunca más acuden a pagar el recibo de la luz ni a las filas en los bancos. Ya ni siquiera van de compras. Para eso tienen chalanes, secretarios de los secretarios, choferes, guaruras, etc. Y prácticamente viven y comen de gratis durante sus años en las élites del poder. Buscan resolver sus situaciones financieras para toda la vida.
De la nada brotan enormes mansiones; cuentas bancarias; ranchos, terrenos, autos de lujo, viajes y educación en el extranjero. Saben que desviar recursos no se castiga en México. Y seguramente ya aprendieron a no usar cuentas en Estados Unidos para lavar dinero. Esa es otra escuela que dejaron Javier Villarreal y Jorge Torres López; y tal vez Humberto Moreira. Y con niveles de masters.
La ambición, la falta de preparación y de trabajo ya marcaron las administraciones munici-pales de Riquelme, López Villarreal, el Richie Aguirre, Gerardo García y Lenin Pérez. Para ellos, este año es crucial en sus carreras.
Isidro López ya fracasó estrepitosamente y apenas va a la mitad de su mandato. Nunca pudo armar un presupuesto congruente y ya tronó. La seguridad, prioridad de su campaña, no tendrá más policías y ya cerró la academia. Las colonias de Saltillo seguirán en manos de delincuentes y pandillas.
La calidad del transporte público de la capital de Coahuila seguirá rezagándose respecto al resto del país. No tendremos rutas eficientes y mucho menos un metrobús. Los saltillenses deberán soportar el mal servicio y el arcaico diseño de las rutas. Los centros comunitarios tampoco operan adecuadamente y son un intento patético de hacer base social panista.
Isidro careció de brújula. Su plan municipal de desarrollo es patito y hueco. Tanto el mayor Yáñez como Jorge Salcido Urroz han resultado nefastos. Carlos Orta y Juan Pablo Valdés también son incapaces. El alcalde está muy solo. Sus asesores son pésimos. Los contratos para las fotomultas y el alumbrado público se hacen en lo oscurito. Remodelar tres calles con recursos ajenos, con un presupuesto disponible de cuatro mil millones, erogado en dos años, es ridículo. Además quedaron feas y eso que costaron a 10 millones de pesos cada cuadra. Ni siquiera se les ocurrió colocar hidrantes.
López Villarreal se ha revelado como un personaje que no ha terminado de madurar, pese a que ronda los 60 años. Su pasión está en el golf, en la buena vida y en gastar dinero. Malo para los números, busca negocitos al amparo de los dineros públicos como si fuera priista del siglo XX. Sabe que no será director de Grupo Industrial Saltillo, pero confía en que la suerte lo haga candidato del decrépito PAN de Coahuila.
En Torreón, Miguel Ángel Riquelme desper- dicia tiempo, recursos y apoyos estatales, y no crece para consolidarse como candidato sólido y natural para su partido. Sus actitudes y colabora- dores no le ayudan. Demasiado confiado en sus bases sociales en unas cuantas colonias de su ciudad, se ha vuelto pendenciero y soberbio. De la lista de los priistas es el único que cuenta con estas bases. Ni Jericó Abramo, ni Javier Guerrero, ni Armando Luna las tienen.
Ante las crisis presupuestales, Riquelme defiende su proyecto de teleférico con las uñas; como si la candidatura le fuera en ello. A diferencia de Isidro, que no trae nada en el guante, el alcalde de Torreón trae muy avanzado también el asunto del Metrobús. Son un par de acciones de muy alto impacto que Miguel debe capitalizar, si no lo hace sellará su destino.
En el PRI, se perciben cada vez más rezagados a Javier Guerrero, Jericó Abramo y los cuadros de relleno: Alejandro Gutiérrez e Hilda Flores. Sólo el Plan B, Armando Luna va creciendo. El cetemista Tereso Medina, pide a gritos que lo incluyan en las listas por lo menos. Los Martínez, Enrique junior y el Yayo García, juegan a las serpientes y escaleras en un torneo de ajedrez, ellos van por lo que caiga.
En el PAN, ya saben que van a perder la carrera por el Palacio Rosa. Salvo Isidro que buscará una alianza amplia y que sueña que su carisma, y los contactos de su familia, harán milagros, el resto de los albiazules ya se resignaron. Memo Anaya sabe que no va a ganar si es candidato, pero quiere embolsarse unos cuantos millones del presupuesto de campaña. Gerardo García y Luis Fernando Salazar van por posiciones, diputaciones o alcaldías. De los que corren por fuera, Armando Guadiana anda entumido.
Al parecer, muy pocos de los calefactos se saben mover entre la sociedad actual y las tecnologías del siglo 21. No han aprendido nada, y además con los asesores que fracasaron con Fox y dos veces como candidatos a gobernador de Nuevo León tendrán el camino más cuesta arriba.
La clase política de Coahuila estará inmersa en lo preelectoral, los ciudadanos y sus problemas pasarán a último término. Sin talento y sin recursos, nuestras autoridades buscarán cobrar más por los servicios pésimos que prestan, y encarecerán los impuestos y las multas.
El modelo neoliberal impuesto en el país está diseñado para hacer más ricos a los millonarios, y abatir la débil clase media tan frecuentemente golpeada por las crisis y las reformas. Estamos inmersos en un modelo brutal que se basa en empleos de bajos salarios, en salarios mínimos que han perdido un 70 por ciento de su poder adquisitivo. Además de que los niveles salariales se han estancado en los últimos tres lustros. Los jóvenes deben trabajar más, hombres y mujeres, para vivir en el límite, precariamente. Los hijos seguirán siendo educados por padres ausentes, permanentemente agotados, y por la televisión.
La educación es de pésima calidad, los sistemas de salud son precarios y deshumanizados y las pensiones son ridículas. En suma, el estado de bienestar es magro o inexistente. A nivel federal ya se perdió el sexenio.
Ante el relevo de la gubernatura de la entidad deberemos volvernos más exigentes. Los mismos personajes incapaces y opacos no deberían llegar a las candidaturas. Mucho menos a los cargos. Y en Coahuila, con ciudadanos apáticos y sin líderes emergentes, ni siquiera se percibe un Bronco en el horizonte.
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