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el periodico de saltillo
Junio 2016
Edición No. 328


Holocausto presidencial

Por José De la Serna.

Que se lleven el trabajo, el sol, el agua, el petróleo, el maíz, la educación; que se lleven a Dios, a la virgen, a las santas y las putas; que se lleven mi dinero, mi casa, mi coche; que se lleven todo. Quienes requieren tanto cargan con un vacío insoportable.

¡Relojes de tres millones de pesos!

¡Yates!

¡Aviones presidenciales!

¡Una maldita locura!

Yo comprendo a estas personas. De verdad siento pena por mi presidente y sus funcionarios; quisiera ayudarlos, darles más.

Entiendo el grito desesperado por encontrar algún valor que llene el alma, que erice las fibras de un cuerpo muerto, que electrice el corazón podrido, que inunde de aire los pulmones atrofiados, que endurezca el pene magullado, que estimule la cabellera del calvo, que alimente el estómago del desnutrido.

Algunos políticos en México están en una situación más difícil que el desahuciado de cáncer o VIH; para su enfermedad no hay cura, para su trastorno no hay remedio ni terapia; sufren en un canto, bailan en agonía, viven en una súplica que jamás será escuchada.

Existe algo peor que sufrir callado; agonizar riendo.

Los políticos no son los victimarios, ellos no son los criminales abusivos que creemos. Los políticos en mi país son las víctimas de un sistema que los esclaviza. Han perdido la noción del valor, del amor, de la amistad, del arte, de la familia, del sexo, de lo humano, de la especie, de construir, de compartir. Han perdido el valor de la vida. Su cuerpo grita por un alma perdida y se quema y se revuelca y suplica. Sin esperanza de llenar jamás el vacío consumen valores materiales.

Si tener un traje de cien mil dólares no es un grito desesperado por sentirse valioso, por saberse amado y respetado, entonces no sé lo que es. Pobres personas ricas en países de pobres.

Y mi señor presidente no llora porque no puede, porque no sabe, porque no siente, porque no ve. Mi señor presidente jamás entenderá el aporte que tiene la poesía, los cuentos, la lectura, la pintura, el cine, la música, el arte, el amor, la familia. Mi señor presidente agoniza, sufre un encierro en una mente ignorante e insensible, en una familia armada, en un avión con baños de oro, en una casa de muñecas color blanco. Pobre de mi señor presidente porque jamás sabrá de la libertad que es nacer escritor, nacer amante, nacer pintor, bailarín, amigo; formar familia, abrazar a alguien que no requiere un favor, besar a una mujer que no está obligada.

Anorgasmia de vida.

Jamás rezo, pero cuando rezo, lo hago por mi presidente y su gabinete, porque son niños maltratados e incomprendidos.

Cada quien su infierno…

 
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