“El Picos”
Alfredo Dávila Domínguez.
Eran poco después de las 10 de la mañana de un día cualquiera, durante el sexenio del ex gobernador Rogelio Montemayor, cuando en el patio central del Palacio de Gobierno de Coahuila las notas de un mariachi rompieron el silencio habitual del lugar. Los burócratas sorprendidos abandonaron sus labores para asomarse a buscar el origen de la música y observaron atónitos como los mariachis se desplegaban en abanico en el lugar sin dejar de tocar “Las Golondrinas”.
Era José Gonzalés-Pico y Sánchez, el famoso “Picos”, que a su muy peculiar manera despedía al hasta entonces director de Comunicación Social del gobierno estatal Claudio Bress Garza, quien había tenido la osadía de correrlo del edificio y ordenar a los guardias que ya no le permitieran ingresar, argumentando que su presencia daba mal aspecto al lugar debido a su apariencia y que, a la menor provocación, soltaba improperios y críticas contra la labor de los señores servidores públicos incluidos el propio Bress Garza y el mismo gobernador.
Enterado antes que nadie de la inesperada decisión del gobernador de separar del cargo a quién le había ofendido, “Picos”, que había pasado la noche de juerga -como solía- y aún le sobraban algunos pesos -lo cual no era común en él que acostumbraba gastarse hasta el último peso en tragos, mujeres y música- decidió cobrarse la afrenta.
Algunos reporteros que cubrían la “fuente” del despacho del gobernador y que ya se encontraban en la sala de prensa, ubicada en el primer piso del palacio, también sorprendidos por la música del mariachi que atronaba en todos los rincones del edificio salieron a preguntar el motivo de la algarabía. Entonces “Picos”, muy ufano y sonriente con los brazos en jarras, les contó que desde la noche anterior se había enterado de la salida del funcionario, noticia que desconocían todos los reporteros presentes, y había decidido despedirlo “como se merecía”. En efecto, cerca del mediodía un comunicado oficial de prensa daba cuenta de la información obtenida desde la noche anterior por Gonzalés-Pico.
No era la primera vez que este singular personaje se enteraba, antes que los reporteros más avezados, de las noticias de mayor importancia en el estado. Y es que “Picos” prácticamente vivía en las dependencias oficiales, donde era bien visto por quienes verdaderamente hacen el trabajo en esas oficinas, en particular por las secretarias a quienes -sobre todo a las bonitas- les regalaba desde flores y chocolates, hasta serenatas y platillos caros de los mejores restaurantes. Aunque horas más tarde anduviera por ahí, buscando quién le pagara un café.
Siempre hubo algún funcionario, de los que suelen llegar en el séquito de los gobernantes en turno y que sólo se dedican a adular y saquear las arcas públicas, que despreciara a “Picos”. Su vestimenta siempre estrafalaria; pero no siempre lo suficiente pulcra y de buen ver, aunada a su aspecto personal que denotaba poco aprecio por el baño diario, además de un carácter recio que demostraba con un gran ingenio salpicado de “malas” palabras; provocaban el rechazo de quienes no le conocían.
No trabajaba para ningún medio de comunicación establecido, aunque en sus inicios fue fotógrafo y reportero policiaco en algunos de ellos. Apreciaba por sobre todas las cosas su libertad y se ufanaba de ella.
Le conocían todos los gobernadores de Coahuila, al menos desde Flores Tapia y no había político que se preciase de serlo, en todas las regiones del estado que no reconociera a “Picos”. Vivió y ejerció su oficio en Saltillo, Monclova, Torreón, Sabinas, Piedras Negras y otras poblaciones, donde los alcaldes no dudaban en pagarle un modesto alojamiento, algún magro alimento y abundante bebida, recordando alguna ocasión en que “Picos” les había obsequiado alguna fotografía en la que aparecían junto al gobernador en turno en un evento importante. Nadie sabía cómo, pero él siempre se las ingenió para sacar el mejor ángulo de las fotografías y hacer la toma más oportuna.
Muchas frías noches saltillenses vieron a “Picos” dormir en la calle de cara a las estrellas y sin un peso en los bolsillos de su astrado saco, cuando horas antes en los bares y cantinas que solía frecuentar había comprado tragos, música y comida a todos los parroquianos, cantineros y meseras incluidos. Después de la juerga, con los bolsillos maltrechos -y su salud también, poco a poco deteriorada- deambulaba por el centro de la ciudad hasta que rendido por el cansancio se quedaba dormido.
Cuando alguien en la barra de alguna cantina se atrevía a cuestionar su modo de vida y aconsejarle que cuidara más de su salud y su dinero, “Picos” invariablemente le contestaba con su frase más frecuente y devastadora: -¡“Un momento, no me organices que no soy Kermess”!, para enseguida soltar una carcajada estentórea y pedirle otro tequila al cantinero.
Así fue y así vivió José Gonzáles-Pico y Sánchez, el último “reporter” libre e independiente en Coahuila. Fiel a sí mismo y a su manera de concebir el mundo.
Aquel día del mariachi y “Las golondrinas” en Palacio de gobierno, en respuesta a quién le había afrentado “Picos” abandonó el lugar como todo un señor, precediendo a la hilera de mariachis, que ya para entonces entonaban “El Rey” de José Alfredo Jiménez, una de sus canciones favoritas. Y en su rostro ajado y con las huellas del desvelo y el alcohol se dibujaba una sonrisa, una enorme sonrisa de satisfacción.
Saltillo, Coahuila, abril de 2016.
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