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el periodico de saltillo
Mayo 2016
Edición No. 327


Acatita La Grande II

Rufino Rodríguez Garza.

Después de subir y bajar el cerro de Santiago nos encaminamos al rancho de Javier Piceno, allí comimos y cenamos ya que desde que salimos de Ciudad Camargo no habíamos probado alimentos. Ya en las Coloradas, nombre del rancho de Piceno, éste se comunicó por radio con otros ranchos vecinos y hasta Camargo donde habló con su familia.

El día siguiente fuimos al arroyo Las Tinajas, lugar mencionado en documentos de archivo, en este sitio, aunque poca, el agua es permanente y tanto los indios como los exploradores llegaban y se abastecían en sus interminables travesías, tanto para la subsistencia como en paso hacia otras latitudes buscando indios indomables o haciendo fundaciones.

El jueves, por problemas en el vehículo, tuvimos que llegar a reabastecernos y reparar llantas en el pueblo coahuilense de Hércules, del municipio de Sierra Mojada. Este pueblo, hecho por Altos Hornos de México, ahora Grupo Acerero del Norte, da trabajo a cientos de personas, algunas de la región pero la mayoría provienen del estado de Chihuahua.

Es un pueblo con vigilancia, uno tiene que presentarse para que le den el paso. El letrero de la entrada reza que hay 6300 habitantes y cuenta con todos los servicios sanitarios, de seguridad, educativos y de administración. Al observar los vehículos uno ve que de cada 10, 9 traen placas de Chihuahua. El punto de abastecimiento para Hércules es la Ciudad de Camargo.

Aquí el pueblo tiene vigilancia, pues hay un estricto control en la entrada y salida de la comunidad. Solo la gasolinera está fuera del perímetro urbano y es allí donde se surten los habitantes de Hércules, los visitantes y por supuesto los ganaderos de la región y los agricultores menonitas que cargan sus camionetas y aparte llevan gasolina y diésel para sus camiones y tractores. El pueblo está rodeado de “jales”, son unas enormes montañas de tierras y desperdicio del mineral de fierro que allí se explota.

De Hércules partimos a Acatita la Grande, ahora San Antonio de los Álamos. Pero en el inter pasa uno por comunidades alejadas del centro de Coahuila, me refiero al Alicante, donde las familias cuentan con educación básica y viven de la candelilla y de una muy modesta ganadería.

Del Alicante llegamos a San José de Carranza donde se sorprende uno de la postería en todo el ejido, pues recientemente se instaló una “granja solar”, y ahora se cuenta con iluminación en todas las casas y en las calles que conforman la comunidad.

En esta población, el amigo Javier Piceno conocía al señor Armando Rodríguez por referencias y éste nos invitó a su casa, donde amablemente nos invitaron a comer y al regreso de Acatita pasamos una noche en su casa. A la postre fue nuestro nuevo guía. Don Armando sería la llave para llevarnos a la Hacienda de Acatita. Este buen hombre, amablemente nos mostró su granja junto al ejido, en donde tiene un museo y taller al aire libre y en el que se encuentran piezas de un increíble valor histórico.

Aquí podemos ver desgranadoras de olotes o mecánicas marca La Estrella, collares, palotes, morteros, herraduras, trampas para coyote, zorras, osos, etc. Pero también cantimploras especiales para ajustarlas a las monturas; monturas muzquenses, partes de rifles calibre 30-30 de finales del siglo XIX. Y una infinidad de reliquias que ya las quisiera algún museo del estado.

Aquí todavía podemos observar estufas de leña, y junto a los corrales un aparato en el que se calientan los diferentes fierros con los que se marca el ganado. Chiquero para los puercos, fragua para calentar fierros y darles la forma más útil. Foso para arreglar el tractor o las camionetas, en fin que es un deleite pasear entre estos vejestorios que nos recuerdan tiempos idos.

El clima refrescó, el cielo se nubló, por lo que se decidió partir hacia el último paraje planeado que se visitaría ese día. De San José de Carranza partimos hacia Acatita, por un camino muy accidentado, lleno de pozos y algunos charcos de lluvias recientes. Pasamos por tierras ejidales, por grandes extensiones de terrenos ganaderos, todo en el Semidesierto de Coahuila.

Ahora todos los ranchos están cercados y las puertas tienen sus respectivos candados. Empezó a llover, poco, porque de haber arreciado no hubiéramos salido de aquellas tierras chiclosas y buenas para los atascaderos. A lo lejos se divisaba hacia el norte la Laguna y Llano del Guaje y hacia el sur la sierra de San Antonio y muy a lo lejos la Sierra Mojada.

Después de dos horas pasamos por lo que queda del ejido el Cenzontle casi en total abandono, pues ahora sólo queda una reducida familia. Muy cerca del Cenzontle tomamos el bordo del ferroducto que viene desde La Perla, Chihuahua y llega a Hércules y de allí por más de 200 kilómetros, llega hasta Monclova. En algún momento y luego de tres horas de camino, abandonamos el bordo para caminar hacia el oriente por un estrecho camino y tres falsetes más se llega al rancho de Acatita La Grande.

Aquí el agua es permanente, no se agota el manantial ni en las sequías más prolongadas. La vocación del rancho es eminentemente ganadero. Se observan corrales, pilas de agua, mangueras que conducen el líquido desde su nacimiento hasta los abrevaderos y las casas del rancho. Vive una amable señora de casi 80 años, pero de una fuerza envidiable pues ella y uno de sus hijos se encargan de las labores y faenas de rancho. Después del recorrido por las instalaciones y los alrededores de la propiedad nos invitó un gratificante té, en una hermosa vajilla de porcelana extranjera.

Con todo y que la lluvia no paraba, tomamos algunas fotos. En próxima colaboración hablaré de las pinturas de este retirado lugar.
Rufino Rodríguez Garza


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