Escuela y sociedad en México
Alfredo Velázquez Valle.
En una sociedad donde los intereses y las expectativas de grupos, clases y demás ramificaciones sociales se encuentran, convergen, chocan y entran en conflicto constantemente, el Estado mexicano, como expresión acabada del dominio de la clase explotadora sobre las restantes (1), ha implementado una serie de aparatos coercitivos e ideológicos (2), que han permitido dicho sometimiento de la comunidad a los particulares intereses de la clase en el poder.
Esta afirmación no es fácil de comprender cuándo pareciera ser que el Estado mexicano, ajeno a grupos e intereses, favorece el desarrollo integral y el bienestar general de todos los habitantes que componen la nación mexicana.
Bajo un discurso lleno de lugares comunes o “absolutos” en el Estado mexicano, a través de los distintos gobiernos que se suceden, ha logrado esconder las contradicciones que se generan al interior de la vida nacional. Y cuando estas afloran y ponen en duda la legitimidad de tal Estado, ellas son tomadas como expresiones aisladas, producto de momentos o circunstancias atípicas o anómalas que con la atención debida por parte de las agencias y organismos estatales pertinentes se subsanan para llegar a retomar la normalidad o la armonía, o equilibrio perdido.
Dentro de los aparatos con los que cuenta el Estado mexicano para mantener el status que, en última instancia favorece los intereses de un grupo o sectores de clase privilegiados, está la Escuela. Lugar donde, se nos dice, las “diferencias” dejan de existir (3).
Esta institución, es fundamental para mantener, por un lado las creencias que justifican y refuerzan todo un sistema ideológico y, por otro es la capacitadora de la mano de obra que el mismo sistema requiere para la producción y reproducción de la vida misma. Es a través de ella que la dominación económica se traduce en denominación ideológica (4) y para ello el aparato educativo, a través de la Secretaría de Educación Pública y del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación ha logrado su cometido al impulsar un modelo educativo que aspira a llenar los requerimientos productivos que la Iniciativa Privada demanda por un lado y, por el otro, oferta los trabajadores capacitados requeridos por las trasnacionales que invierten capitales con expectativas altas en rendimientos a costa de la degradación social y ecológica del medio nacional.
Bajo un discurso nacionalista y de integración para el desarrollo, la S.E.P. ha logrado crear consensos en lo que a la formación del individuo se refiere. La propuesta educativa pretende, grosso modo, la integración más que el rompimiento, la adaptación más que el cambio y la dependencia total a la emancipación de modelos económicos e ideológicos que por su inoperatividad han llegado al punto de quiebre en el que actualmente nos encontramos.
A continuación presento, apoyado en varios textos de la propia Secretaría de Educación, cómo es que ha operado este discurso para su aplicación en el aula escolar y, particularmente en la materia de Historia del nivel secundario. Finalizo con una breve reflexión al respecto.
Partiendo desde la perspectiva del Materialismo Histórico, los documentos referidos, traslucen la intención del Estado mexicano por crear un tipo de educando adaptativo y acrítico de la sociedad en la cual vive e interactúa.
Las generalizaciones conceptuales expresadas en el discurso oficial a través de dos documentos básicos que delinean la política educativa nacional en general y el programa de Historia para Secundaria en particular ofrecen testimonio de primera mano para corroborar la tesis anterior.
Bien, comencemos con el programa Sectorial de Educación que, dado a conocer el 22 de Noviembre de 2007, por el nuevo gobierno encabezado por el Lic. Felipe Calderón Hinojosa, establece la participación y colaboración con la SEP de los sectores involucrados con la educación “de calidad” tales como CINVESTAV, CAPFCE, CONAFE, CONALEP, CETI, CANAL ONCE y otros.
De dicho programa interesa rescatar para su análisis la primera parte del documento que se refiere a la importancia que la educación ha tenido y debe de tener en el ámbito de la vida nacional. Partiendo de una serie de supuestos, el Estado mexicano da por sentado varios aspectos que en el mejor de los casos se prestan a dudas razonablemente fundadas.
“La Educación ha tenido y tiene un papel fundamental en el desarrollo de México”, tal es el título de dicho apartado y por él podemos deducir que educación y desarrollo se presentan como entidades inseparables, axiomas, sin los cuales la vida nacional se vería fuertemente comprometida.
Independientemente de la objetividad de este juicio, la idea de presentar un México Histórico, por encima de conflictos, de clases, grupos de poder y capas explotadas y/o marginadas, termina por borrar toda objetividad y toda toma de posición comprometida con un verdadero cambio que genere una nueva sociedad.
Efectivamente, México antes que concepto es lucha de clases, es sociedad en conflicto y dentro de ella debemos situar la problemática educativa. El Estado mexicano, a través de los distintos gobiernos que se han sucedido, ha presentado los intereses de los grupos de poder nacional y supra nacional como los intereses a lograr por toda la sociedad mexicana. Es decir, los intereses particulares de un grupo se presentan como si fuesen los de todo el conjunto. Legitima su discurso a través de generalidades como “México”, “Nación”, “Sociedad Mexicana” y otras más.
Será obvio entonces comprender que los intereses particulares de los grupos enquistados en el poder no correspondan a los propios intereses de las capas medias y estas se opongan a las aspiraciones de sectores marginados o desclasados. Los antagonismos de clase no pueden ser conciliados a menos que todos renuncien a los suyos en beneficio de un solo sector de clase.
Entonces ¿A cuál México se refiere dicho Programa Sectorial? . En apariencia a todos y a ninguno. México por encima de todos, el país primero, la patria es lo importante, etc., etc.
El discurso nacionalista usado y vuelto a usar por los sectores privilegiados para encubrir sus propios intereses y aspiraciones vuelve de nueva cuenta al pretender modernizar o actualizar la mano de obra que requiere la planta productiva que en sus manos genera las ganancias o plusvalía sin la cual no se constituirían en clase explotadora y dominante. Así, la institución escolar resulta ser un aparato ideológico en manos del Estado y al servicio de la minoría.
Cuándo el Estado mexicano dice “hemos avanzado en edificar una sociedad más incluyente y equitativa, en la que las mujeres y jóvenes tienen hoy mejores espacios y oportunidades de desarrollo” no puede uno dejar de pensar en los más de seis millones de jóvenes que permanecen varados en las playas del desempleo como también en los millones de mujeres que día a día son discriminadas en sus trabajos y violentadas en sus derechos de género.
Este discurso demagogo, apologista del México reconocido (por oposición al México desconocido) del cual se echa mano para justificar políticas económicas adversas a las clases desposeídas acaba por legitimar su proceder al afirmar el papel “fundamental” del sistema educativo nacional como generador de la modernización y progreso del país.
Es a través de la Escuela, señala el documento, por medio de la cual se ha logrado que la industria y sectores productivos sean mucho más modernos y eficientes.
Que la Escuela sea la capacitadora o facilitadora de los conocimientos requeridos por la planta productiva del país (en manos de la iniciativa privada) queda claro en esta afirmación como también el hecho de constatar que la humanización a través de la adquisición de una verdadera cultura queda fuera del sistema educativo nacional. Se enseña en el aula escolar lo que el mercado requiere no lo que el hombre necesita.
Otro de los documentos básicos por los cuales podemos apreciar el papel que la institución escolar juega en la determinación de un modelo económico que favorece a unos pocos es El Plan de Estudios 2011 entre cuyas características podemos encontrar el mismo discurso nacionalista, a histórico e ideológicamente comprometido con el mantenimiento y/o permanencia de las condiciones imperantes que favorecen a las élites más que a las masas.
Así, entre los puntos esenciales que promuevan aprendizajes significativos y que están integrados en cada uno de los niveles y grados escolares, están la educación ambiental para la sustentabilidad, la educación financiera y la educación del consumidor.
Esta visión integradora más que cuestionadora del modo de reproducción de la vida material es patente al querer, por medio de fórmulas, la adaptación del niño y el joven a un modo de vida que debe ser transformado más que aceptado.
¿Se puede hablar de sustentabilidad, cuando el sistema capitalista es la antítesis de protección al medio? Cuándo el nivel de ganancia está de por medio, ¿No han elegido los empresarios por ella antes que por una supuesta protección al ambiente?. Hacer creer al niño que en verdad es posible un desarrollo sustentable dentro del sistema capitalista.
¿No es estar mintiendo o, por lo menos aventurar una tesis que se desdice en los hechos?
Porqué educar para consumir, si a todas luces el consumismo (provocado por el sistema capitalista) está socavando los cimientos de la humanidad ¿A caso no se producen cantidades enormes de mercancías que no son indispensables para la vida del hombre?
¿Qué la fuente primaria de contaminación mundial no deviene del proceso de elaboración, distribución y consumo de chatarra plástica derivada del petróleo?
Defendiendo el consumo, al “educar” al niño para que lo ejerza, ¿No se da por hecho su legitimidad dentro de la sociedad? Por qué no educar al niño para evitar el consumo generados de contaminación y degradación ambiental?
Y la pregunta fundamental, ¿Quién gana con el régimen económico fundado en el consumo?
En el apartado 2 de las “características del Plan de Estudio…” referente a las llamadas Competencias para la vida se esboza el tipo de ciudadano que la escuela pretende formar: un ser “armónico” con otros y con la naturaleza además de trabajar de manera colaborativa y ser capaz de tomar acuerdos y negociar con otros.
El buscar la armonía (ajustamiento), la negociación y la colaboración en una sociedad profundamente desigual en el reparto de la riqueza, la impartición de la justicia y tiránica en la toma de decisiones ¿No es castrar, en el alumno, la voluntad de cambio, de transformación de las condiciones de vida nada edificantes?
Por último, para que el alumno pueda integrarse a la sociedad tiene que desarrollar ciertas competencias como el proceder a favor de la democracia, la libertad, la paz, el respeto a la legalidad y a los derechos humanos y combatir la discriminación y el racismo.
Volvemos al terreno de los “absolutos” del concepto desprovisto, desarraigado del hombre concreto, histórico. La democracia así no existe, es mero ideal. Como lo son también los de libertad, paz, legalidad y derechos. Hueros, insustanciales, ausentes de terrenalidad; inmaculadas, estas palabras en oídos de niños y jóvenes jamás llegan a ser aprendidas y por lo tanto su realización se presenta irrealizable, inalcanzable. Es quizá este el objetivo del Estado clasista que desposeyendo una Historia al ser humano busca llevarlo a la inconciencia de su realidad para así manejar su vida, su trabajo en provecho de otros.
Qué decir de los derechos humanos, de la discriminación y el racismo si nuestra sociedad esta crimentada en estas actitudes que son el barro que reviste la piedra burda, tosca de las relaciones económicas entre los hombres. Por lo que las competencias que el alumno deberá tener presentes para adaptarse a la sociedad racista y discriminatoria tendrán que estar encaminadas a correr sobre sus ojos el velo de la indiferencia o la cómoda actitud del indignado.
Por último, para el estudio de la Historia en secundaria se propone un enfoque orientado a la presentación del hecho histórico como el resultado de relaciones de cambio, multicasualidad, simultaneidad y pasado, presente y futuro para explicarlo temporal y espacialmente.
Siendo los hechos históricos parte de procesos complejos, contradictorios, de ruptura y conflicto generados por la lucha de clases y el desarrollo incesante de las fuerzas productivas, los propósitos para el estudio de la historia en educación Secundaria pretenden como objetivo último el “reconocimiento de las sociedades”, que adquieran, los adolescentes, un “sentido de identidad nacional y como ciudadanos del mundo para respetar y cuidar el patrimonio natural y cultural”.
Así mismo, que “Propongan y participen de manera informada en acciones para favorecer una convivencia democrática y contribuir a la solución de problemas sociales”.
Pero, cuando el propósito es el de presentar el curso de los procesos históricos como desprovisto de conflicto y ruptura (lucha de clases y revolución) poco se puede hacer para allegar al alumno una conciencia crítica y reflexiva de la realidad que le circunda.
En un enfoque donde se desestima una parte de la realidad y sólo aparece un segmento de ella, la que concilia, la que llega a acuerdos, la que transcurre tranquila en la república ciudadana y se conduce imperturbable hacía destinos elevados, entonces es cuando toda objetividad desaparece y el compromiso aparentemente buscado por la escuela (la inclusión con compromiso del joven en su comunidad) queda trunco, inacabado o, en el mejor de los casos, parcializado.
El discurso usado por la Secretaría de Educación Pública y apoyado por una dirigencia sindical viciada y corrupto ha servido de antaño como arma (instrumento) de los sectores privilegiados para mantener un orden de cosas que coadyuvan al mantenimiento de determinadas relaciones entre los distintos sectores que componen la sociedad mexicana.
En efecto, a través de la escuela el sistema económico que impera en nuestro país ha logrado conformar un tipo de ciudadano que responde, grosso modo, a las expectativas de un porcentaje mínimo de beneficiarios que obtienen de este aparato ideológico del Estado la mano de obra barata y calificada que demanda la infraestructura que en sus manos les reditúa grandes beneficios.
Bajo un discurso edificado en generalidades, lugares comunes o, filosóficamente hablando, “absolutos”, hemos visto como el gobierno mexicano ha logrado, a través de la institución escolar, hacer pasar los intereses económicos de la burguesía nacional como los intereses de todos los mexicanos y envolviendo en este opio ideológico a los sectores más desprotegidos y explotados ha desorientado la lucha de los trabajadores por su emancipación de las relaciones sociales de producción actuales obstruyendo con ello la superación y dignificación del mismo proletariado por una vida mejor.
La reflexión debe orientar la actuación del maestro de Historia de Secundaria, comprometido con la problemática nacional al poner en práctica sus conocimientos que deberán estar sustentados en criterios científicos (Materialismo Histórico) que permitan orientar la toma de conciencia de los alumnos para la transformación, la ruptura y el cambio revolucionario de la sociedad actual que solo genera desigualdad y degradación tanto social como ecológica.
BIBLIOGRAFÍA
1. Martha Harnecker, los conceptos elementales del materialismo histórico, Ed., siglo XXI, 1978.
2. Louis Althusser, los aparatos ideológicos del Estado, Ed., Quinto Sol, 1981
3. Luis Huerta y Charles Marc Pryun, de la Pedagogía crítica a la Pedagogía de la Revolución, Ed., siglo XXI, 2005
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