Contra la incapacidad no hay defensa
Jorge Arturo Estrada García.
Un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos.
Friedrich Nietzsche. |
El desmadre en la economía, en la diplomacia, y las metidas de pata del eje Pachuca-Toluca son enormes. Las turbulencias causadas por Ayotzinapa, la Casa Blanca, la tesis tramposa, las derrotas electorales, el trumpgate, la devaluación, los gasolinazos y todos esos asuntos mal atendidos convulsionan al grupo en el poder y a la clase política dominante en los estado y el país.
Los escenarios son inéditos. En esencia, de lo que trata la política es de imponer los intereses y decisiones de un grupo a los demás, al resto de la sociedad. Sabemos que un grupo político persiste si sus miembros pueden tomar acciones adecuadas cuando son enfrentados por las coyun- turas y amenazas, que intentan fracturarlo. En esos momentos, es indispensable, para ellos, ser capa-ces de hacer cambios, modificar reglas de comportamiento, ceder piezas o de manipular a la sociedad en la que gobiernan.
Si no lo hacen, se merma la capacidad de tomar decisiones y de que estas decisiones sean aceptadas por las mayorías. Así, los puntos de quiebre se multiplican y se agravan. La escasez de las recompensas y el acaparamiento del poder son amenazas que van en aumento.
Los gobiernos priistas con grupos tan cerrados entraron en crisis. El nuevo PRI de Peña Nieto no ha estado a la altura de los retos, se demorona. Igual que el PAN de la alternancia. Para prevalecer hay que ser capaces y eficientes, y comprender a los ciudadanos y a los cambios sociales y culturales.
El nuevo PRI se disolvió. Seguramente nunca existió. Enrique Ochoa Reza terminó por sepultarlo, sus ansias de debate terminaron por exhibirlo, el joven Ricardo Anaya le puso una arrastrada a nivel nacional que seguramente destruyó su ego y lo puso a reflexionar acerca de su soberbia.
Es claro que Ochoa Reza llegó para administrar problemas y no para resolverlos. Él no tiene la capacidad para enfrentar a goberna- dores que son políticamente más diestros que él. Llegó dañado, como Virgilio Andrade llegó a la secretaría de la Función Pública, y probablemente se vaya de la misma manera. Los usos y costumbres fueron su coartada, demasiado ridícula en un país irritado por la corrupción.
Él mismo destruyó la bandera que le encomendaron defender y usar como mecanismo de control para el presidente Peña Nieto y su grupo. Bastó un torpedo bien colocado por el fuego amigo para neutralizarlo. Y un debate para exhibirlo.
El dirigente priísta busca sumar goberna- nadores a su causa. Para él es vital no perder las tres elecciones del 2017. Sin embargo, es evidente que no le sabe a lo político, tampoco a lo electoral y, al parecer, tampoco conoce a la gente. Tal vez debiera dedicar unas horas al día a manejar uno de los cientos de taxis de su propiedad y conversar con los mexicanos y volver a tocar el piso.
Por el momento ha fracasado en su encomienda. Y sin Videgaray en el gabinete los gobernadores mandan. Más diestros, y con enormes recursos, ellos han recuperado poderío ante la debacle del presidente. Y sin embargo, muchos de esos gobernadores son reprobados y repudiados por sus gobernados. Tendrán problemas al momento de elegir sucesores.
Para el dirigente panista, Ricardo Anaya, ganar el Edomex o Nayarit y Coahuila le abriría las puertas a su candidatura en el 2018, los tres son bastiones priístas. Para Ochoa Reza, sólo ganar el Estado de México lo salvaría de la vergüenza y el fracaso, esa entidad es vital para Peña Nieto y el PRI, la necesitan para mantenerse en Los Pinos. De nada le serviría una victoria en Coahuila si pierde en el Edomex, la Joya de la Corona.
En México atravesamos por una democracia fallida que devino en partidocracia. El sistema trata de autocorregirse pero escoge sólo la manipulación y la simulación, y evade los cambios. Esto ha llevado al desprestigio a los políticos y sus gobiernos aceleradamente. Los mexicanos ya no les creen, la crisis de confianza se agranda. Y el divorcio con los ciudadanos se profundiza.
En el siglo XXI las circunstancias cambiaron. La cultura cambió y la sociedad evoluciona a velocidad vertiginosa. La información circula a velocidad de la luz por el ciberespacio. Son bites cargados de explosiones de inconformidad que se presentan ante los ojos de los ciudadanos como nunca antes.
El status quo se modifica. Se rompió la burbuja protectora de la que siempre gozaron los gobiernos mexicanos, los medios únicamente dejaban ver lo conveniente. Y construían un blindaje casi impenetrable durante décadas, eran parte del sistema. Esa burbuja ya se rompió.
Lo medios ya no tienen el monopolio de la comunicación. Las corrientes de opinión se forman rápidamente, ahora los consumidores escogen los temas que les interesan y evitan los aburridos. Las nuevas formas de comunicar están rompiendo paradigmas, y someten a las viejas mentalidades y estructuras a mayores tensiones.
La opinión pública que empuja los temas de su interés y se genera el contagio y las corrientes de opinión. Por supuesto que el origen de los temas, muchas veces, proviene de actores interesados; pero impactan, interesan y crecen como montañas que arrollan proyectos y gobiernos. Se ha abierto una autopista de alta velocidad para la información y la comunicación, que por el momento es imparable.
Pocas personas comprenden las redes sociales y su impacto en los mexicanos. Ya no se requieren computadoras, basta con un celular de mil pesos, pagado en abonos chiquitos, y 20 pesos de saldo, para estar hipercomunicado. México cambió.
Los medios intentan adaptarse y van tras los temas de la red. La del siglo XXI es una sociedad más educada e informada. Y ya no son indispensables los lideres de opinión y los espacios formales. El cartón editorial ha sido sustituido por los memes. No se requiere ser erudito, para entenderlos. Es como en el medioevo cuando los papas enseñaban el cristianismo a través de imágenes desplegadas en las paredes y los vitrales de las catedrales, porque los feligreses eran analfabetas.
Se está reproduciendo el modelo que se usó contra el presidente Francisco I. Madero, para desprestigiarlo y evitar que se consolidara su gobierno, cuando sólo el 10 por ciento de los mexicanos sabía leer: el cartón político. La cibersátira se multiplica. Las redes usan los contenidos que les importan y replican a los que piensan como ellos y fustigan a los que no. Y sus clicks son tan anónimos como los votos.
Actualmente los mecanismos de control que mejor funcionan son los locales. La todopode- rosa presidencia de la república ya fue destrozada, Enrique Peña Nieto es un fantasma que pulula por el país, como un zombi al que su equipo trata de reactivar. Ya entregó las cabezas de Murillo, Videgaray, se deshizo de Manlio, pidió perdón y su gobierno y aprobación siguen en picada. La gente lo juzgó y lo condenó. Atrás quedó la imagen del rockstar que le fabricaban. Eso pasó en las redes y se consolidó en el mundo real.
En estos contextos, en Coahuila el PRI evidencia que llegará muy dividido a la contienda del 2016. Es claro que Riquelme avanza con firmeza en lo interno. Y que Javier Guerrero y Jericó Abramo esperan que el moreirismo descarrile o lo descarrilen.
Por su parte, Guillermo Anaya trae la candidatura panista en la bolsa, pero ésta tiene un agujero, Isidro López presume foto y apoyo de Margarita y Felipe. Pero Calderón es el compadre de Memo. Luis Fernando gana terreno con audacia y con gran apoyo de senadores y del CEN del PAN. Armando Guadiana trabaja para captar a los votantes inconformes con el PRI y el PAN; jugará de antisistémico bajo los colores de Morena, pero no ha logrado hacerse conocido. El factor tiempo juega contra todos y se acaba. Los que lo aprovechan van al frente o despegan.
Entramos al último tramo de las definiciones. El gobernador ha construido ya a un precandidato y ha logrado una maquinaria para hacer votos. Es extremadamente diestro en lo electoral y sus contrincantes no lo son. Los opositores, tampoco saben usar las plataformas digitales para crecer y generar adhesiones. Son obsoletos y miopes.
Todos los actores se verán inmersos en las turbulencias y escándalos que envolverán al estado y al país el próximo año. Los más diestros tendrán mejores respuestas ante ellas. El humor social, la desconfianza, el voto oculto; malos candidatos, discursos demagógicos y encuestas poco confiables serán los ingredientes.
Los temas se agolpan y las acusaciones surcan las trincheras. Los maletines de dinero se trafican y se recuerdan como argumentos y leyen- das. Bandidos, incapaces e incautos se desplegarán en las boletas, los líderes casi estarán ausentes. Pero nada está descartado.
Los mecanismos de control han sido activados. La clase política tratará de encubrirse y salvarse, pero para subsistir tendrá que desplazar a los actores turbulentos, que se han convertido en amenazas.
Grandes sombras se avizoran para la elección en Coahuila. Los escándalos acechan. Se podría estar formando la tormenta perfecta, o todo quedar en un chubasco. Los votos de los apáticos coahuilenses serán festejados o extrañados. Para el 2017 las redes mandan pero los votos son los que darán las victorias.
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