Por qué Trump puede ser el próximo presidente de Estados Unidos
Carlos Alfredo Dávila Aguilar.
El pasado lunes 26 de septiembre se llevó a cabo el primer debate entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos a pesar de un par de excepciones, la mayoría de las encuestas arrojaban una ventaja de punto y medio en promedio para Hillary Clinton. Tomando en cuenta que el margen de error suele rondar entre 1 y 3 puntos, podemos decir que ambos candidatos llegaron al debate en un verdadero empate técnico.
No es necesario ahondar en lo evidente; Clinton ganó el debate con argumentos. La secretaria de Estado es una mujer inteligente y altamente educada, y se ha preparado durante gran parte de su vida para este debate. Pero que nadie se equivoque, esto no significa necesariamente que el resultado del debate vaya a aumentar sus posibilidades de resultar electa como la cuadragésima quinta presidente de Estados Unidos.
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Los debates no siempre inciden en las preferencias electorales y por varias razones, esta campaña puede ser uno de esos casos.
El proceso de las primarias por el que cada partido eligió a su candidato es largo, y a estas alturas la mayoría de la gente sabe ya quién es el candidato que le despierta la mayor simpatía. Pero esto no es lo que hace a estas elecciones diferentes de las anteriores
Lo que hace a esta elección excepcional, es la radical diferencia en el discurso y en el público al que apelan ambos candidatos. No es la diferencia en lo que dicen lo que importa, sino en cómo y para quién lo dicen.
La mayor fortaleza de Clinton es su capacidad intelectual y su preparación, que la hace parecer como la opción más racional de los dos para una parte del electorado. Pero paradójicamente, su mayor debilidad es justamente eso mismo, que la hace aparecer como una arrogante y prepotente representante de la clase alta que dirige la política en Estados Unidos ante los ojos de la otra parte del electorado.
Esta otra parte del electorado, la de la clase trabajadora que vive en las ciudades industriales y en los pequeños poblados del interior, y que han visto cómo miles de puestos de trabajo (sus puestos de trabajo) se pierden al mudarse sus fábricas para venir a instalarse a los países subdesarrollados, donde pueden pagar salarios de miseria a los trabajadores gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte firmado por Bill Clinton (el esposo de la candidata); los trabajadoress que no han tenido la oportunidad de ir a la universidad para utilizar palabras elegantes y técnicas como las de la Secretaria de Estado, ellos no pueden simpatizar con Hillary Clinton, por más que ella haya ganado el debate.
En oposición ven en Trump a alguien que aún perteneciendo a la misma élite económica a la que pertenece Clinton, ha preferido “bajar” con el pueblo, hablar su lenguaje y contestar con intransigencia y rabia (como ellos quisieran hacerlo) a las razones pedantes de la élite gobernante que representa Clinton.
No es gratuito que un sector tan amplio de la población de Estados Unidos esté tan predispuesta a apoyar a quien sea que represente una oposición frente al establishment, frente a la casta política-empresarial que ha venido gobernando. El crecimiento de la pobreza y la desigualdad en Estados Unidos en los últimos treinta años es grave, y a la fecha se estima que hay 48 millones de pobres en el país.
Esta es la clave entonces para entender por qué no son sólo los rednecks, los rancheros blancos ignorantes del Sur quienes apoyan a Trump sino muchos más por distintas razones:
Uno, las políticas económicas de los últimos 30 años no les han favorecido, sino que los han empobrecido de manera constante a la vez que enriquecen a una reducida élite y; dos, la elección es entre seguir por el mismo camino (Clinton) o apostarle a algo distinto que uno no sabe a dónde pueda llevar (Trump), no suena nada descabellado apostarle a lo segundo.
La conexión emocional, más que racional que Trump tiene con esta parte del electorado, difícilmente será debilitada después del debate efectuado. Por otro lado, para Clinton puede significar un corte a la racha negativa que venía cargando luego de sus dos desmayos en público y la exposición de su neumonía, que cuestionaban su fortaleza y capacidad de dirigir al país. Luego de su contundente actuación, esas dudas seguramente quedarán disipadas.
Así pues, en la recta final de las elecciones norteamericanas, los pronósticos siguen siendo reservados. A pesar de las especulaciones que con tono triunfalista celebraban el buen desempeño de Clinton, las cosas pueden no haber cambiado demasiado, y si las encuestas dan un reducido margen de ventaja a la Secretaria de Estado, por el otro lado se especula sobre la magnitud de un probable “voto de clóset” favorable a Trump.
Al día de hoy, el futuro de la presidencia en Estados Unidos es un verdadero volado. |