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el periodico de saltillo
Octubre 2016
Edición No. 332


¿Cuál soberanía, cuál independencia? Sólo imperan los intereses económicos

Jesús M. Moreno Mejía.

Requerimos de una auténtica soberanía,
pues la que vivimos hoy la tenemos erosionada.
J.M.M.M

 

No se necesita ser analista sociopolítico o economista para llegar a una conclusión inequívoca de la situación que hoy vivimos en nuestra amada Patria: Requerimos de una auténtica soberanía para poder salir del hondo bache (¿o del profundo pozo?), del cual será muy difícil escapar pues estamos constantemente sojuzgados por el poder político y económico nacional, que a su vez obedece los mandatos de quienes controlan el mundo occidental.

Para entender mejor nuestro planteamiento, comencemos por referirnos al hecho de que desde nuestra tierna infancia escuchamos de nuestros padres, profesores y libros de texto gratuito, así como, posteriormente, en los discursos políticos, la palabra sagrada: Patria, referida a nuestro país, nación o república.

El doctor en historia Jesús Hernández Jaimes, profesor de tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, señala en uno de sus escritos: “Los educadores y libros de texto se proponen infundir en los infantes el sentido de pertenencia a una imaginada comunidad política (la Patria), pero sobre todo el amor a la misma. Los políticos buscan incitar emociones, opiniones y acciones tendientes a defender una entelequia de contradictorios y cambiantes significados”.

Y agrega que el término patria “sólo sirve para encubrir la maraña de intereses y posturas ideológicas del político que lo pronuncia. Y aunque no pueda definirse la palabra patria, (siempre) toca las fibras de la sensibilidad de muchos. Los significados son difusos y equívocos, pero funcionales, y los políticos lo saben. Ya habrían renunciado a hablar de la patria si no fuera así”.

Cuánta verdad hay en lo afirmado por el doctor Hernández Jaimes, y confirmado por historiadores y analistas sociopolíticos, como ocurre con el también doctor Sergio A. Corona Páez, cronista de Torreón, al referirse a lo que él titula “Día de la Mexicanidad” en contraposición a lo que popularmente conocemos como “Día del Grito de Independencia”.

El artículo de Corona Páez sobre este tema es bastante interesante, pero no lo vamos a reproducir tal cual. Sin embargo asegura que la independencia por la que lucharon los insurgentes pronunciados en contra de las autoridades de la Nueva España, se logra el 27 de septiembre de 1821 por haberlo considerado conveniente para el alto clero de aquel entonces, pues España planeaba en 1820 (en el llamado Trienio Liberal, movimiento opositor al régimen absolutista impuesto por Fernando VII) la desaparición de las corporaciones religiosas, con la pérdida total de sus bienes, fueros y poder.

Sin embargo, posteriormente, vino la debacle de la Iglesia Católica en México con las Leyes de Reforma, que decretaban en esencia la nacionalización de los bienes del clero y separación del Estado-Iglesia. Pero en lo relativo a la instauración del sentimiento patrio, el gobierno lo empezó a utilizar para sostener los intereses del tambaleante poder de los liberales, en virtud del embate de las naciones extranjeras (Francia y Estados Unidos, especialmente), por lo que el lema fue: “Salvemos a la Patria”.

En suma: ¿Debemos celebrar el sentimiento abstracto de patriotismo? O bien debemos instaurar, como dice el cronista Corona Páez, el “Día de la Mexicanidad”, pues carecemos de una verdadera soberanía nacional al estar supeditados a los caprichos del poder político y económico en turno, y no sólo al de nuestros gobernantes, sino de los líderes trasnacionales que controlan las finanzas mundiales.

La historia de México está plagada de casos en los que se decide desde fuera lo que mejor le conviene a los intereses de los poderosos. Recordemos que Francisco I. Madero, bautizado como el Padre de la Democracia, fue derrocado y muerto a mansalva mediante el “Pacto de la Embajada”, por haber caído de la gracia del gobierno de Estados Unidos.

Y más recientemente, y de manera humillante, se le ordenó a nuestro presidente Enrique Peña Nieto recibiera al candidato republicano Donald Trump, haciendo quedar mal no sólo a él sino a México por las consecuencias de esa mala decisión, pero quedando bajo relieve que EPN sólo actúa como mandatario de los poderosos extranjeros y no de los mexicanos, que somos sus mandantes.

¿Democracia? Otra palabra hueca en nuestro entorno, pues en México nos domina la partidocracia, donde la alternancia es una falacia pues todos los líderes políticos trabajan por sus propios intereses o los del grupo al que pertenecen. ¿O usted qué opina?

¡Hasta la próxima!

 
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