Elección presidencial 2018,
los antecedentes de 2006 y 2012
Juan Martínez Veloz.
México ha celebrado dos elecciones presidenciales (2006 y 2012) después de la alternancia política y el fin del sistema de partido hegemónico en el año 2000.
Los dos comicios han generado un conflicto poselectoral con el mismo protagonista: Andrés Manuel López Obrador (AMLO), del otro lado en 2006 estuvo Felipe Calderón y en 2012 el actual presidente Enrique Peña Nieto.
En 2006 después de los discutidos resultados electorales del IFE que le dieron el triunfo a Felipe Calderón Hinojosa sobre AMLO por un margen estrecho de diferencia de 0.58%, el líder de las izquierdas realizó toda una serie de acciones; desconoció al entonces Presidente electo de México, se realizaron plantones y cierre de calles en el centro de la Ciudad de México, se intentó impedir la toma de protesta como Presidente Constitucional de Felipe Calderón en el Congreso.
Creemos que se actuó dentro de los límites de la ley electoral (con muchos vacios en algunos temas y falta de aplicación en otros), pues tampoco se llegó a un conflicto como el que tuvo México en 1910 entre Francisco y Madero y Porfirio Díaz y algunas otras posteriores.
Entendemos lo difícil de aquel momento y la falta de instrumentos legales para resolver el conflicto con plena certeza (que se aprobaron posteriormente entre 2007 y 2008).
Creemos también que AMLO y su Frente Electoral no tuvieron adecuadamente en su litigio posterior en el tribunal electoral. Sin embargo se mantuvieron dentro de la ley sin llamar a una revuelta como en 1910 Francisco I. Madero en el Plan de San Luis.
La diferencia mínima del 0.58% a favor del partido en el poder, en ese momento el PAN, hacía pensar muchas cosas que se pudieron hacer en los organismos electorales para desvirtuar el sentido del voto.
Debemos destacar que en esa época el IFE (hoy INE) no tuvo Consejeros Electorales con aval de las izquierdas, ya que se nombraron en 2003 en la Cámara de Diputados con el rechazó de las bancadas simpatizantes de AMLO y un cuestionado procedimiento ante la opinión pública.
Sin embargo, pese a lo anterior, por otro lado había que respetar las normas y saber perder para tener autoridad moral en otras contiendas electorales para exigirles la misma institucionalidad a sus adversarios.
El conflicto poselectoral del 2006 dañó a México y debilitó la institución presidencial. Hay que reconocer el peso de los más de 14 millones de votos que tuvo AMLO en 2006.
En 2012 el escenario fue un poco distinto, Enrique Peña Nieto ganó con una ventaja de 6.6 puntos porcentuales sobre AMLO.
No se puede afirmar válidamente que el PRI manejó al IFE y al Tribunal Electoral (TEPJF), pues los consejeros y magistrados electorales fueron nombrados con el aval de todos los partidos (incluyendo al PRD) en varios momentos desde 2007.
AMLO en 2012 contaba con mayor experiencia política, y actuó dentro de los márgenes de la ley; el derecho a la impugnación es un derecho constitucional.
Creemos que las dudas sobre la legitimidad y legalidad del proceso electoral podrían resolverse de mejor manera con un ballotage presidencial, involucrando a la sociedad al mismo tiempo que tratando de forzar una interpretación legal decretada por sólo pocos magistrados que componen el Tribunal Electoral.
Debemos ser respetuosos de las decisiones electorales por más controvertidas que sean, ya que eso significa acumular credibilidad y capital político para la siguiente contienda.
Varios líderes en el mundo han llegado a la Presidencia de la República de su país no en la primera ocasión, sino después de dos o tres elecciones (Mitterrand en Francia, Lula en Brasil, Salvador Allende en Chile, entre otros) pero siempre respetando las instituciones republicanas y las normas electorales.
AMLO y los demás aspirantes presidenciales deben seguir ese buen ejemplo en la próximas elección presidencial de 2018.
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