¿Está la juventud perdida o desorientada?
Fidencio Treviño Maldonado.
Hay tanta adolescencia apresurada y tanta soledad arrepentida.
Canción de Carlos Barocela. |
Hace décadas, para ser exacto entre 1960 hasta pasados los 70, en muchas radiodifusoras se escuchaba el slogan: ¿Sabe usted con quién andan sus hijos? Esto comenzaba desde las 9 de la noche hasta la despedida de las radiodifusoras que normalmente eran entre las 11 o máximo las 12 de la noche, cerrando con las notas del Himno Nacional Mexicano. También era común escuchar: La juventud no está perdida está desorientada. Eran días de pantalones acampanados, del pelo largo emulando a Jesús de Nazaret (sólo en el pelo), el rock en todo su apogeo, en la provincia se quería copiar a los chilangos, con cafeterías en banquetas, leyendo libros de moda: Así se Forjó el Acero, El Retorno de los Brujos, Un Mundo Feliz, la saga del Tercer Ojo; leer a Carlos Fuentes, Octavio Paz, Juan Rulfo y Julio Cortázar, entre otros autores, muchos estudiantes con aires de intelectualoides, con suéteres de cuellos de tortuga o camisolas cuello Mao, barba y pelo crecido, huaraches de cuero y hasta con morral de jerga multicolor colgado al hombro.
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La caja luminosa (televisión) a colores, la bandera de las barras y estrellas hondeando “Con el viento” de la luna. En la provincia era novedad los programas Siempre en Domingo y Sube Pelayo, Sube. La juventud parecía despertar, con huelgas en las prepas, porros pagados por los mismos rectores o directores de las facultades para defender su entorno, protestas por aumentos en pasajes o por no respetar la credencial de estudiantes, cierto romanticismo en los deportes nacionales como eran el box, futbol y beisbol, incluyendo algunos iconos en la lucha libre llevada al cine. De pronto nuestra casa máxima, la UNAM, se llenó de fósiles, de porros y huelgas, de títulos apócrifos, de recursos mal usados, las otras universidades le copiaron a la llamada máxima casa de estudios y sin embargo subsistieron sin mancharse algunas facultades.
Llegan los tiempos modernos, la tecnología que los mexicanos copiamos, los antros toman la noche, los niños de la calle nacen a pasto y parece que a nadie le importa, el país se llenó de jóvenes que se les conoce como ninis, porque ni estudian ni trabajan, sólo “comen, duermen y cagan”, ahora con el nuevo milenio se les bautiza con otro nombre por lo mismo y en nuestro país suman millones. Los niños llamados de la calle en 1990 a nadie les interesó, no tenían (a la fecha muchos no la tienen) acta de nacimiento, no cumplieron con el servicio militar, ni tuvieron credencial de elector, ni pagan impuestos; fueron sin embargo presas fáciles para ser reclutados como halcones, sicarios y miembros de las bandas, esto ya del año 2008 en adelante. Jóvenes ya y con un conocimiento y su dialéctica fue tomada de la sobrevivencia que da vida y el arroyo, fue cuando el presidente Felipe Calderón le movió al avispero, las fosas comunes sin referentes son testigos. De ahí que miles, no cientos de jóvenes murieron sin tener referencia alguna en pleitos internos con otras bandas o en enfrentamientos con alguna corporación policiaca o el ejército mexicano.
Tal vez el gasto que se ahorró la clase gobernante en auxiliar, orientar, recoger y arropar a estos niños de la calle, lo pagó o la misma sociedad lo pagamos con el terror y horror que día a día se vive en este rosario de cruces en que se ha convertido el país. En las Escuelas Secundarias se impartía, tal vez se imparte aún, una materia llamada Orientación Vocacional y al menos parecía ser más de relleno en la boleta de calificación que como una prioridad para el adolescente o joven estudiante. El embarazo en adolescentes, casi niñas estudiantes o no, es ya costumbre y hasta existen cifras, cuando en este caso mejor deberían existir buenos programas para evitar lo que muchas de las veces es tragedia para los hogares en donde se dan los embarazos de adolescentes y se mezclan los sentimientos, lo religioso, económico, social y hasta el aspecto de salud.
La sociedad parece estar metida en sus embrollos y pretexta no tener tiempo, la clase gobernante sigue galopan- do con sus tranzas, los comerciantes vendiendo esperanzas y espejitos, y nuestra juventud carece de todo: de trabajos, de buenas escuelas que los eduquen, los instruyan, los preparen para enfrentar los retos y no seguir como ahora que los atrapa el vicio en todo su apogeo, capturados como mansos pececillos en sus propias redes sociales.
La clase gobernante en todos los niveles sigue con su slogan de que los niños, adolescentes y jóvenes son el futuro del país, a los que ahora tenemos 30, 40, 50, 60 o más años también se nos dijo cuando niños y jóvenes que eramos el futuro de la patria, y aquí está el futuro con más de 24 millones de miserables y otros tantos millones con un pie en el estribo para montar ese mismo famélico caballo de la pobreza.
Para variar, la población de jóvenes y adolescentes es la que predomina en este país y las preguntas son las mismas ¿Está la juventud perdida o desorientada? ¿A quién le corresponde orientarla? ¿Quién, cómo, cuándo y dónde tomarán las medidas pertinentes para llevar a cabo tan tremenda tarea? ¿ O como todo, se lo dejamos a la sociedad, padres, profesores y la justicia? o para no mortificarnos, mejor cerramos los ojos, nos curamos en indolencia y “Pos que siga el entierro”. Curioso, surrealista, utópico y paradójico todo lo que pasa a lo largo y ancho de nuestra república, en donde existen registrados 348 albergues para perros... ¿Sabe usted en dónde y con quién andan sus hijos?
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