¿Revolución de nuevo?
Profesor Evaristo Velasco Álvarez.
Para finales del siglo XIX (1890), México se encontraba con tremendas desigualdades, creadas por el enriquecimiento de los hacendados a costa de los campesinos que trabajaban por muy poco dinero que apenas les alcanzaba para medio comer; mientras que en las minas, que se explotaban desde la colonia, los dueños eran cada día más ricos y los mineros cada día más pobres y enfermos.
En las ciudades, aunque prohibido por la ley, seguían existiendo los esclavos, que ya no se les llamaba así, sino sirvientes particulares, quienes desde sus abuelos y padres servían a determinada familia y no terminaban de pagar los endeudamientos para comprar alimentos, vestido y medicinas.
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Esto provocó los levantamientos de Emiliano Zapata en el sur, de Francisco Villa (Doroteo Arango) en el norte y de sendos manifiestos públicos de los hermanos Flores Magón, de Francisco Ignacio Madero, de J. Guadalupe Posada, y de otros más. De tal manera que mientras que el pueblo estaba cada día en peores condiciones, los ricos se daban el lujo de viajar a Europa.
Los bailes y recepciones de gran pompa se repetían en palacio nacional y a ellos no tenían acceso los menesterosos. Menesterosos no porque ellos lo quisieran, sino porque no tenían ninguna opción. Todavía en nuestros días hay quien le llore a don Porfirio Díaz, que a fuerza del fusil, de la desaparición y del exterminio, mantenía una “PAZ” falsa.
Mientras tanto la iglesia católica sólo rezaba por los pobres; ¡Ah! Pero eso sí: cobraba por cada servicio que el pueblo devoto solicitaba. Ellos, los sacerdotes (y mientras más alto el cargo, peor), acudían a los bailes y degustaba de los manjares que se ofrecían en los banquetes, compartiendo espacio con los embajadores y cónsules de todo el mundo, pero el pueblo seguía olvidado.
Sin abundar más, éstas fueron las condiciones que estallaron en la inconformidad y en lo que se conoce como Revolución Mexicana, el día 20 de noviembre de 1910, en la ciudad de Puebla con la familia del impresor Aquiles Serdán. Guerra intestina que devino en la expulsión de Porfirio Díaz y el intento de hacer justicia al pueblo.
Madero sube al poder, pero ilusamente creyendo que todos eran buenos, dejó a Victoriano Huerta en el mando de las fuerzas armadas, quien traiciona a la Revolución y asesina a Madero y a Pino Suárez, arremetiendo contra los revolucionarios y pretendiendo restaurar en el poder a los ricos y poderosos.
Zapata y Villa no cejaron y derrocaron a Huerta, generándose la época de Venustiano Carranza quien citó a los diferentes grupos de revolucionarios a una Convención Revolucionaria en Aguascalientes (tierra neutral), en octubre de 1914; donde los jefes de todo el país se pusieron de acuerdo de donde se generó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917.
De entonces y hasta el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León el país vivió una época de beneficio para casi toda la población, con la creación de escuelas de educación básica y de educación normal, llegando a destacar en los años 30’s y 40’s como “El Milagro Mexicano”, cuando hubo abundancia y el pueblo (casi todo), mejoró su situación. Hubo leyes más justas, servicios públicos de salud, carreteras, el ferrocarril, la Comisión Federal de Electricidad y muchas cosas más; que nunca fueron en realidad suficientes.
Ahora, en 2017 estamos casi igual que en 1890; no hay economía fuerte y no hay empleos suficientes y bien pagados. Estamos en la alborada de una nueva conflagración si no se acomodan las cosas. El próximo año tendremos elecciones y ojalá que todo sea de forma tranquila y pacífica y que quienes pretenden gobernar el país tengan los tamaños civiles y éticos para hacerlo con intenciones de beneficiar al pueblo, para ¡Que viva México!
velasco_alvarez@yahoo.com
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