¿Por qué permitimos que
los políticos nos engañen?
Jesús M. Moreno Mejía.
“Ser engañados es equivalente a cometer un acto de debilidad”
Renato de Balzac. |
La generalidad de nuestros compatriotas han permitido “eternamente” vivir engañados por sus gobernantes, pues inocentemente creen todo lo que se les promete que habrá de cambiar para bien de la ciudadanía, para finalmente caer en la cuenta de que era una mentira lo que el político ofreció.
Bien dice el dicho popular: “Prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila”, y eso es lo hacen la generalidad de los funcionarios públicos, así sea el Alcalde de un municipio; el Gobernador de un estado, o el Presidente de la República, pero lo peor es que el común de los ciudadanos creen todo lo que ofrecen sus gobernantes.
Bien opinó un amigo, en relación a lo anterior: “Nos gusta vivir de la falacia; es parte de nuestra idiosincrasia” (entendiendo esta palabra por su literal acepción: Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad).
No en balde en el extranjero hay quienes opinan que no entienden a los mexicanos, pues soportamos todo lo que las autoridades imponen en contra de los intereses de la mayoría (impuestos de todo tipo, ausencia de justicia, corrupción, uso innecesario de la fuerza pública, etc.).
No hace mucho tiempo, el presidente Enrique Peña Nieto declaró que con la Reforma Energética, bajaría el costo de los combustibles en general; la electricidad, así como otros servicios, pero en un tris todo lo prometido se convirtió en todo lo contrario, pues se decretaron una serie de aumentos a dichos combustibles, conocidos a nivel popular como “gasolinazos” (tal como se les bautizó en la administración de Felipe Calderón).
En 2016 el precio de la gasolina Magna tuvo dos variantes: primero se cotizó a $13.16 el litro en los primeros seis meses y a partir de julio aumentó a $13.98, pero a finales del año se anunció un “Megagasolinazo” desde el primer día de 2017, al fijarse incrementos entre un 14 % y un 20 % según el tipo de combustible y la región en la que se expende.
Así mismo se anunció que también sufrirían un aumento de precio la energía eléctrica y el gas de uso industrial, argumentándose que con ello se estabilizaría la economía nacional, lo que obvio es una falacia pues se trata de una mentira más de la clase gobernante que causa un daño generalizado a todos los niveles, pero en especial a la clase más vulnerable.
Lo cierto es que la economía nacional se ha visto afectada durante el actual sexenio por factores externos, pero también por decisiones erróneas y otras mal intencionadas de la administración pública, tales como disminuir las partidas presupuestarias a la educación, la agricultura, la cultura, entre otras que se supone son fundamentales para el progreso de la sociedad.
En cambio, el gasto corriente de la clase gobernante para nada se ha visto afectado. Por el contrario se ha incrementado en sentido inverso a los renglones antes mencionados. Ejemplos hay muchos, pero sólo mencionaremos algunos: los viajes al extranjero del Ejecutivo Federal han ido en aumento, y lo mismo ocurre con los legisladores del Congreso de la Unión, quienes por cierto se aprobaron el pasado fin de año una gratificación anual, un bono extraordinario “por buen desempeño” (¿?) y una partida adicional “secreta”, pero que al final de cuentas salió a la luz pública; todo ello significando millones de pesos que obvio saldrán del erario, o sea de nuestros impuestos.
Pero también el poder judicial tiene asignadas partidas extraordinarias de fin de año, amén de sus sueldos estratosféricos, y hasta los consejeros del Instituto Nacional Electoral (dizque de extracción ciudadana), se “sirven con la cuchara grande” en asignaciones, que incluyen no sólo gratificación anual sino hasta la compra de un iPhone de veinte mil pesos, para cada uno de ellos.
Todo lo anterior constituye no sólo un absurdo, sino una vil burla de la clase política a la ciudadanía, quienes pagamos todos sus excesos a través de nuestros impuestos. Es entonces cuando surgen una serie de preguntas: ¿Por qué nos permitimos vivir “eternamente” engañados? ¿Por qué somos débiles de carácter y no les exigimos a nuestras autoridades cumplan honestamente con la misión que les ha sido encomendada?
Sin embargo, a consecuencia del alza desmedida de los combustibles en México, ya han surgido brotes de inconformidad que bien pudieran ser la mecha que puede encender un estallido social incontrolable, pues no sólo se han bloqueado gasolineras, carreteras e instalaciones de Pemex, sino que se han registrado actos violentos.
El precio real de las gasolinas está inflado por tres impuestos y no por uno solo, el IVA, que es el que nos exhiben en los comprobantes de pago, sino otros dos que corresponden al Impuesto sobre la Renta (ISR); y, el más oneroso de los anteriores el Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS), que se supone es entregado a los gobiernos estatales para gastos en servicios sociales, que nunca vemos pues no se informa en que se aplica esa partida.
¿Tendremos que seguir viviendo del engaño de la clase gobernante? Nuestros lectores tienen la palabra.
¡Hasta la Próxima! |