Ignominia escolar
Samuel Cepeda Tovar.
Es sin duda una tragedia, de las más lamentables en los últimos años en nuestro país, miles de comentarios se han vertido en redes sociales y se dirigen en dos principales sentidos: lamentar lo sucedido invocando el regreso de valores y, por otro lado, buscar culpables.
Ciertamente el ataque perpetrado en el Colegio Americano del Noreste en Nuevo León no es la primera tragedia de este tipo en centros escolares de nuestro país, pues tenemos antecedentes en 2001 con el suicidio de un alumno frente a sus compañeros en clase; 2007 con el asesinato de una directora por un alumno, y 2014 con el asesinato de un alumno por su compañero en el Estado de México.
Sin embargo, éste puede considerase una masacre que no llevaba un destinatario en particular como los casos anteriores, por ello reviste una trascendencia asimétrica en comparación con los demás casos, pues fue un ataque que puede considerarse masivo al haber varias víctimas incluida una docente y varios alumnos. El hecho es triste, enlutece a nuestro país y nos llena de miedo, pero al respecto surgen varias aristas que sin duda como sociedad debemos atender.
La primera, tiene que ver con la falta de atención que muchos padres de familia observan con sus hijos, es cierto que el contexto actual ha obligado a muchas familias a que padre y madre tengan que laborar y dejen de prestar atención a los hijos, sin embargo, no es motivo contundente para un abandono total, el nuevo modelo de familia ya no tan sólida y unida debe plantear más retos y acciones que remembranzas y añoranzas de lo que un día fue. Ya no hay retorno a la familia tradicional que a algunos nos tocó vivir.
En segundo término, el arma que portaba el atacante hace surgir preguntas insoslayables: ¿Cómo obtuvo el arma? ¿Desde cuándo tenía acceso a ella? ¿A quién pertenecía? Es cierto que gran parte de la recurrencia de matanzas terribles en los Estados Unidos obedece a la facilidad que otorga el sistema para adquirir de manera legal armas, sin embargo, en nuestro país, a pesar de estar prohibidas en determinado calibre y con serias restricciones, es la misma corrupción del sistema la que permite acceso a las mismas de manera ilegal. La facilidad de obtener armas en este país es bastante aterradora.
Finalmente, cada centro educativo debe establecer filtros que permitan detectar alumnos con problemas o aflicciones psicológicas o mentales, y aunque no pueden ser contundentes, por lo menos coadyuvan a disminuir porcentualmente el riesgo de un suceso de esta naturaleza que hoy tiene atemorizada a nuestra sociedad. No es un tema que deba ser abordado con ligereza, pero tampoco me parece que estamos viendo un suceso que inaugure una estela de matanzas escolares al estilo estadounidense, ni mucho menos que existan grupos fundamentalistas que recluten suicidas para cometer atentados sin fines específicos.
Este suceso nos debe plantear retos: las redes sociales llegaron para quedarse, la familia ya no es sinónimo de padres en casa y nuestro marco legal seguirá siendo poroso en el tema de la prohibición de armas de fuego. No es una tarea sólo de padres e hijos, es una tarea de un tejido social completo.
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