El Cerro
Rufino Rodríguez Garza.
En las inmediaciones de General Cepeda, en el límite sur de la población, hay un cerro con orientación poniente-oriente, en el que para sorpresa nuestra tiene una gran cantidad de petrograbados que abarcan distintas épocas, inician en la prehistoria, continúan en la colonia y terminan en la época actual.
Dicho cerro cuenta con nombre y a efecto de verificarlo y teniendo el nombre lo haré del conocimiento de las personas que se toman el tiempo de seguirme en este periódico. El nombre es de origen náhuatl y puede ser que se llame “Omeópetl”, pero eso será motivo de una nota especial en una próxima ocasión.
Entre el zacatal se localizan a lo lejos una gran cantidad de rocas areniscas, conteniendo muchas de ellas motivos rupestres.
Hace algunos años fui llevado al sitio por el amigo y conocedor de la historia local, el profesor Jorge Esquivel Pérez. El lugar está en la orilla del pueblo, en la salida hacia Derramadero, la propiedad se conoce con el nombre de “El Sendero”.
Aquí encontramos una buena cantidad de grabados de buena factura, abstractos en su mayoría y contiene también otros quizá de la época colonial muy bien elaborados.
Encontramos también cómputos a base de puntos mas bien escasos, en cambio las huellas de venado y bisontes son abundantes. En una roca encontramos el grabado de un sol de 8 rayos y a sus lados proyectiles o puntas de flecha.
Como en muchos lugares con arte rupestre tenemos el problema del vandalismo, aunque podemos manifestar que aquí es moderado pese a que el sitio se encuentra casi dentro de pueblo, es por así decirlo urbano.
Se observan varias fechas, todas de finales del siglo XIX, como la grabada por Anselmo Mata datada en 1894.
Como buenos cepedences dedicados a la crianza de ganado vacuno, se dejaron grabados recientes de jinetes en posición dinámica, esos no se empalmaron con los petroglifos de los indios (así los bautizó equivocadamente Colón al referirse a los habitantes nativos de la América en ciernes).
Pero en la época del contacto con los europeos, los nativos, dejaron huellas grabadas de la nueva fauna que trajeron los intrusos españoles y aquí, escondidos entre el abundante zacate, gracias a las pasadas lluvias del 2016, las rocas nos muestran vacas, asnos y caballos. Los grabados son de una calidad insuperable a diferencia de los nuevos (vandalismo). Se aprecian caballos y mulas y quizá un bisonte o un toro al que le hacen una faena torera.
Estos dibujos de ganado caballar vienen a enriquecer el catálogo que empezamos el Ingeniero José G. Flores Ventura y un servidor hace algunos años y que pronto plasmaremos en un libro que tendrá el título tentativo de “La fauna en la gráfica rupestre de Coahuila”. Ya tenemos un avance y hemos dividido la fauna en: mamíferos, aves, reptiles, peces e insectos.
General Cepeda es un municipio que tiene suficiente material grabado en las rocas como para que se le haga un libro exclusivamente de su territorio.
En Rincón del Toro localizamos una escena de guerra donde los verdaderos dueños de estos territorios combaten al extranjero en su afán de expulsarlos. La desunión de las parcialidades no ayudó en la lucha contra gente que contaba con pólvora, hierro y caballos. A la larga los nativos fueron no sólo despojados sino que sufrieron el exterminio.
Ya para mediados del siglo XIX, los indios fueron diezmados por las nuevas enfermedades y por las armas modernas de los españoles.
Desde estos lugares se puede ver parte de la población de General Cepeda pero también El Cerro de la Virgen, también conocido como cerro del Gato, donde los petrograbados son abundantes, mas aun que los del Rancho El Sendero.
Falta otra colina, la cercana a la calle Libertad del pueblo, donde de seguro habrá motivos grabados que estaremos compartiendo con los lectores del Periódico de Saltillo. A estos petrograbados pudiéramos asociarlos con un nuevo estilo que llamaremos “Cultura Patos”, pues el arroyo de dicho nombre también se observa desde la colina del Rancho El Sendero. A estos motivos los podemos clasificar como estilo Patos, pues gracias a este arroyo, es lo mas parecido a un río por la región sureste del estado.
A lo largo del arroyo hemos localizado no sólo grabados sino sitios con pinturas. Este arroyo nace en las inmediaciones de La Sierra de la Catana (entre Saltillo y General Cepeda) y a lo largo de sus 100 kilómetros conserva cuerpos de agua, tinajas y no pocos manantiales que hicieron posible la vida a los habitantes nómadas del Semidesierto Mexicano.
Esta gente, según la describe Francisco Cano en el año de 1568, (aún no se fundaba Saltillo), cuenta en su informe a sus superiores que... “los indios eran mansos, que les ofrecieron pescados, que tenían casas de esteras y que cultivaban maíz”.
A la llegada de los españoles, nos cuenta el historiador Jorge Esquivel, que la tribu de ese momento eran los Pachos.
En fin que la vocación de este sitio fue de cacería, pues la representación de venados y bisontes así nos lo indica.
Ramos Arizpe, Parras y General Cepeda tienen mucho que contar en esos vestigios, que nosotros consideramos serían los primeros documentos, los cuadernos de piedra indestructibles y que estamos tratando a través del estudio y de la investigación “in situ” de encontrar la “piedra Rosetta” para su futura interpretación y traducción.
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