URSS, las definiciones
Alfredo Velázquez Valle.
Se conmemorarán cien años del asalto al Palacio de Invierno que marca el derrumbe de una formación social anquilosada; irrupción, que la fuerza de una revolución barrió como hoja seca de otoño en el proverbial año del diecisiete.
De ese entonces, a nuestros días, han sucedido acontecimientos que fueron dando fisonomía a la actual nación que ha dejado de ser la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.) para volver a ser solo “Rusia”.
Aún hoy día se suscitan debates sobre la naturaleza del otrora Estado soviético; de Lenin y Trotsky vienen los primeros cuestionamientos sobre si en realidad se trataba de un verdadero Estado obrero o, si por el contrario, era solo un Estado degenerado por su burocracia.
|
Aún tienen espacio y tiempo controversias y desacuerdos entre los que añoran un pasado, el pasado de la patria del socialismo y los que, desde posiciones distintas, no solo cuestionan, sino también abominan dicho régimen que llegó a confrontar hipotéticamente a una potencia económica y militar como lo son los propios Estados Unidos.
Aquí, en éste texto, me ocuparé de citar a intelectuales que desde posiciones de izquierda atrevieron pasos en la develación de lo que verdaderamente fue la URSS en distintos momentos de su Historia:
Será, en principio, el propio líder bolchevique Vladimir Ilich Ulianov “Lenin”, quién en 1920 sentencie:
“El camarada Trotsky habla de un Estado obrero. ¡Eso es una abstracción! Era normal que, en 1917, hablásemos de un Estado obrero… pero hoy nuestro Estado es más bien un Estado con una deformación burocrática. Ésta es la triste etiqueta que debemos pegarle… El proletariado, ante un Estado así, debe defenderse…” (LENIN, 1973)
Es el propio León Trotsky quien caracterice dicha formación social como un “Estado obrero degenerado”, es decir, como un Estado donde una burocracia enquistada en el aparato dirigente se arroga el poder de distribución de la riqueza habida pero sin la misión histórica de toda auténtica clase social dirigente, es decir, el asegurar que el sistema de explotación que capitanea lleva el desarrollo de las fuerzas productivas a un nuevo nivel.
Sin embargo, veremos que, para el verano de 1937 y exiliado en nuestro país, Trotsky radicalizaba su postura y de “Estado degenerado” pasa a decribirlo en los siguientes términos:
“El stalinismo es el azote de la U.R.S.S., es la lepra del movimiento obrero internacional. En el dominio de las ideas no representa nada… Sin darse cuenta, siquiera, ha hecho pasar la violencia revolucionaria ejercida contra los explotadores a la violencia contrarrevolucionaria contra los trabajadores… Nadie – y no hago excepción de Hitler- ha aplicado al socialismo golpe más mortal... El régimen stalinista se funda en el complot de los gobernantes sobre los gobernados…” (Trotsky, 1973)
En diciembre de 1964, G. Munis, (por cierto, de Torreón, Coahuila) expresa categórico:
“Que el Estado sea propietario de los instrumentos de producción, constituye garantía suplementaria para la casta explotadora, pues le permite reprimir indisciplinas y huelgas obreras como crímenes contra el Estado. “El Estado de todo el pueblo”, superchería burguesa e incluso fascista, es confesión llena de la naturaleza capitalista y contrarrevolucionaria del sistema ruso que la ha adoptado. En efecto, ese es el bagazo de la idea prusiana del Estado, recogida por Hegel, despreciada por Marx, aprontada otra vez como constancia de “un socialismo alemán” por el racista Spranger y teorizada por Schmitt para glorificar el Estado hitleriano… Así también, para los hombres del Kremilin el pueblo es supuesto como unidad y como sujeto de poder, precisamente porque, en realidad, sólo es objeto de poder, objeto maltratado y sin ningún derecho.” (MUNIS, 1989)
Aunque escrito en 1980, el texto del cual extraigo la siguiente cita es del librito de Octavio Paz titulado “Tiempo nublado” y en él, el autor de la excelente biografía de Juana de Asbaje, nos hace la siguiente observación sobre el carácter del Estado soviético:
“…Rusia es una sociedad jerárquica de castas y es una sociedad industrial. Por lo primero está condenada al inmovilismo; por lo segundo, al cambio. La movilidad social es casi nula pero las transformaciones industriales, sobre todo en el dominio de la industria pesada y la tecnológica militar, son notables. En Rusia las cosas cambian, no los hombres. De ahí el costo inmenso, en vidas y en trabajo humano, de la industrialización. La inhumanidad de la industria, rasgo presente en todas las sociedades modernas, se acentúa en la URSS porque primordialmente la producción no está orientada a satisfacer las necesidades de la población sino la política del Estado. Lo más real, los hombres, está al servicio de una abstracción ideológica.” (Paz, 1984)
Por último, y contemporáneo al anterior texto de Paz, salió a la luz pública un revelador libro sobre la condición de los obreros en la U.R.S.S., con la peculiaridad de haber sido escrito por los mismos hombres que (sobre) vivían en “la patria de los trabajadores”:
“Las huelgas se están haciendo más frecuentes en la Unión Soviética. Holubenko, la única persona que ha realizado un estudio minucioso sobre el asunto, dice: “la clase obrera aterrorizada hasta la pasividad bajo Stalin, va recuperando su fuerza lentamente”. Hay un sentimiento general de ira, de que las cosas no son justas. Pero esta ira no está dirigida todavía hacia el régimen, sino sólo hacia alguno de sus aspectos. Estas huelgas son “escaramuzas en la lucha de clases que se está desarrollando”. (HAYNES, 1983)
A un cuarto de siglo de la disolución de la otrora URSS, hemos visto que la ira obrero-popular fue dirigida en particular contra ese mismo régimen que la tiranizaba.
El debate sobre lo que en realidad significó la URSS para el grueso de la población de las nacionalidades que integraron dicho conglomerado humano, ha seguido -como ya quedó dicho-; y ha sido triste que los apasionamientos y la sinrazón continúen dentro del movimiento intelectual de izquierda, porque del resultado de estas reflexiones (buenas, o malas; regulares, o excelentes; reales, o fantásticas; subjetivas, u objetivas) habrán de salir las herramientas (excelentes o inservibles) con que la clase trabajadora se dé respuestas sobre el fracaso del primer estado obrero habido en la historia de la humanidad. De todo ello ha de aprender y, a su vez, plantar cara al ataque ideológico de un enemigo que hoy, pareciera ser, ha ganado la jugada: el capitalismo, en su versión neoliberal.
Bibliografía
HAYNES, O. S. (1983). El Derecho a la Huelga. En O. S. HAYNES, Los obreros rusos contra la U.R.S.S. (pág. 116). México, D.F.: EDICIONES QUÓRUM.
LENIN, V. I. (1973). Sobre los sindicatos, el momento actual y los errores del camarada Trotsky. En V. I. LENIN, OBRAS, TOMO IX (1920-1921) (pág. 139). Moscú: Progreso.
MUNIS, G. (1989). https://marxists.architexturez.net/espanol/munis/index.htm. Recuperado el 17 de mayo de 2017 , de https://marxists.architexturez.net/espanol/munis/index.htm: https://marxists.architexturez.net/espanol/munis/index.htm
Paz, O. (1984). III EL IMPERIO TOTALITARIO. En O. Paz, Tiempo Nublado (pág. 63). México, D.F.: Seix Barral.
Trotsky, L. (1973). EL COMIENZO DEL FIN. En L. TROTSKY, LOS CRÍMENES DE STALIN (págs. 308-309). México, D.F.: JUAN PABLOS EDITOR.
|