Desocupados a los 40 años
Sócrates A. Campos Lemus.
Pues sí, cuando salí de mi pueblo allá por la sierra, añorando desde ya los olores y los amores de mi casa, sabiendo que mi madre estaba preocupada y triste y mi padre entre orgulloso y temeroso porque no sabía si después de estar en la escuela volvería cuando menos a quererlos y verlos con el mismo amor y no me avergonzaría de ellos como les ha sucedido a muchos; sabía que en la cajita que llevaba además de ropa venía un queso seco, algo de camarón seco, alguna hueva, totopos quemados en la olla con los dedos de mi madre y los llantos entre las cenizas de la tarea, un pantalón para la fiesta, unos zapatos medio nuevos, un par de calcetines, un calzón y una playera, una chamarra, y cuando entré a la vocacional muchos de mis compañeros me decía con despecho el “oaxaco” o el indio o el “mala facha”. Claro, a muchos que se la pasaban campechana no les caía bien porque como no tenía otra cosa que hacer me dedicaba a estudiar y hacer las tareas.
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Me mandaban muy poquito dinero, apenas para estar en el cuarto con otros tres y para poder comprar una tarjeta donde nos daban el famoso “creoque”: creo que es carne o frijoles o arroz. Y apenitas sobraba algo para un dulce y todo el tiempo queriendo salir y obtener la beca de mil quinientos pesos y después, con el apoyo de un maestro pude entrar a trabajar como vigilante en una empresa y como era en la noche pues ahí estudiaba y así pasaban los días y los años y pude salir de la carrera con buenas calificaciones y me dieron empleo en Hacienda, y ahí estuve muchos años, esperando que pasaran para que llegara la jubilación, y mientras, mis padres de vez en cuando llegaban con mucho orgullo y me besaban, me veían como el señor licenciado… y sí, ahí estaba con un carrito, con un departamentito y dos niños y una mujer abnegada… esperando el paso del tiempo y eso no genera en nosotros algo de tensión, los indios sabemos que así pasamos por la vida o la vida pasa por nosotros… y llegué a los cuarenta años, y llegó como jefe uno de mis compañeros de escuela, de los envidiosos y me corrió, porque yo sabía que él no sabía y él sabía que yo sabía… y joder, después de los cuarenta años, nada, no hay forma de que te contraten en este mundo y te vas acabando, desgastando, acumulando odios y resentimientos y con ellos no puedes caminar y así te hundes en el fango del dolor y de la frustración, la desgracia…
Como todo el tiempo parte de mi casa fue la escuela, con sus salones, sus jóvenes, sus maestros yo me preocupé para dar algunas clases y me aceptaron, le ponía ganas, poca paga y mucho tiempo con los que llegaban igual que yo a tratar de salir de la nada y entrar en otra dimensión donde todo puede cambiar, por un burócrata, por un recomendado, por un jefe de relaciones, por un envidioso, por un hijo de la tiznada… y ahí me refugié, no me metía en nada, no hacía grilla y después de años metido y enfangado en las aulas apareció la oportunidad de cambiarme y poder salir a mi estado, llegué como subdirector de una escuela, me atendió un gobernador que venía de abajo y cuando menos entendía lo que es la desesperación de la pobreza y la marginación.
Los gobernadores que vienen de cunas y pañales de seda, solamente se han dedicado a la rapiña, como si todos le debieran dar por algo que no sabe hacer y nos saquean, roban y se burlan y todos callados, rumiando entre dientes y con poco valor para enfrentarles. Todos tenemos miedo, los jóvenes están más metidos en sus celulares y las computadoras que en ver los problemas de todos y encárarlos, los tienen apendejados y sólo piensan en comprar y consumir, no piensan en servir, sino en servirse de los demás… ya perdimos el rumbo y destruimos el presente y lastimamos el futuro… esta es la verdad.
Y cuando recordaba me platicaba a mí mismo, porque eso hacemos los “jubilados después de los cuarenta” de que no vale la pena correr riesgos y ahí me quedé viendo, solamente viendo cómo nos jodían a todos y saqueaban y empobrecían y de nada servía lo que hicimos para tratar de salir adelante, como que los políticos y los funcionarios al lado de los ricachones controlaban todo y no dejan que nadie que es de abajo pase, cuando menos, un escalón para arriba y nos ponen la pata en el pescuezo y nos tienen dominados y temerosos porque nos pueden quitar lo poquito que tenemos y lo mucho que nos hace falta… así nos dominan, así nos aíslan de los demás. Acobardados, castrados, sin sentido y miedosos de todo porque conocemos el hambre y la pobreza y nadie quiere regresar a ella para tratar de salvarla y de salvarnos, de buscar la libertad…
¿A los cuarenta años, ya somos inservibles, viejos? Pues parece que sí para los demás, ellos quieren carne joven para que rindan más y en su ambición no peleen y vean lo que sucede cuando llegan jóvenes a los cuarenta y pueden no ser nada, más que desocupados y frustrados. Esa es una tragedia, es la jodidez de lo mismo a pesar de los esfuerzos. Ahora puedo entender de que de cada cien que logramos estudiar y ser profesionistas, solamente dos pueden estar en libertad económica y pasarla bien después de los cuarenta, los demás somos carne de desecho y abono para los gusanos de la frustración y el resentimiento.
A lo mejor por eso los viejos son los que piensan en las revoluciones, las insurreccio- nes, las asonadas, las luchas. No tienen nada que hacer y sólo piensan en cómo desqui- tarse de lo que han pasado. Los viejos piensan y los jóvenes son los que pagan con sus vidas en los conflic- tos y las guerras y las revoluciones para que, al final, todo siga igual que antes… ahí están los ejemplos en Guerrero o Oaxaca o Chihuahua o Nicaragua o Salvador o Honduras, o Chile o Brasil… entre las conspiraciones de los que nos joden y las revoluciones de los viejos cascarrabias, los únicos que perdieron fueron los jóvenes y ellos están en silencio, enterrados, muertos, y los otros siguen en su nada, en algo que hicieron para que todo siguiera igual o peor… total, la realidad es que los cambios o lo que se dicen cambios, siempre empiezan en la huevonada, en la banca, con los que todo el día están pensando en el desquite, no en la libertad… y por eso, nada de nada, seguimos igual, los de cuarenta o más, ya no servimos para nada… |