El nuevo viejo modelo educativo
Samuel Cepeda Tovar
Se trata de una historia cíclica, repetitiva, incluso hasta desgastada. La justificación para tantos y tantos intentos es más que apropiada, pero las recetas para solucionar el mal parecen nunca tener efecto. La educación es nuestro país, en todos los niveles, pero particularmente en la básica y la media superior, han ofrecido resultados bastante mediocres y altamente cuestionables que no dejan lugar a dudas sobre el gran fracaso en materia educativa de este país.
La administración del presidente Enrique Peña está ofreciendo su segundo intento de reforma educativa bajo el lema del Nuevo Modelo Educativo, y es que el primer intento en reformar lo que siempre ha estado mal aconteció en 2013, cuando se aprueban los nuevos lineamientos en cuanto a censo de docentes para identificar a miles y miles de aviadores o “comisionados” que cobraban sin trabajar, así como las nuevas reglas de evaluación docente y el sistema de concurso para asignar plazas sólo a quienes las merecieran a través de óptimos resultados en un examen.
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Desde luego que los docentes inconformes no dejaban de argüir que se trataba de una reforma eminentemente laboral en el rubro magisterial -de pronto me harté de escuchar lo mismo, pues a nadie le gusta perder privilegios- por ello ahora el gobierno, casi al final de su camino, lanza esta segunda y última parte de la reforma educativa en un ámbito cien por ciento académico.
De entrada la idea parece bastante aceptable: que los alumnos aprendan a aprender, mayor autonomía escolar y desarrollo de habilidades socio emocionales, así como la necesaria transversalidad entre asignaturas que permitan una aplicación de conocimientos más específica por parte de los estudiantes, no obstante, se trata de un modelo ya aplicado, al menos en sus postulados, pues fue en el gobierno de Luis Echeverría, cuando se introduce una reforma educativa basada en la teoría de los conjuntos y el estructuralismo lingüístico, también se gritaba a los cuatro vientos en ese tiempo que el objetivo de esa reforma era que los alumnos aprendieran a aprender, así como hoy nos dicen los mismo, que el alumno no memorizara reglas gramaticales ni reglas matemáticas, y el resultado, fueron egresados que no sabían leer ni multiplicar y hoy con tristeza vemos el resultado de dicha política educativa fallida.
Países como Finlandia y Singapur, que ofrecen los mejores resultados a nivel mundial en materia educativa simplemente dejan de lado este tipo de reformas, centrándose en otros aspectos que bien valdría la pena analizar, pero que sin duda reflejan casos exitosos de políticas públicas educativas y que, en otra época, al menos para el caso de Singapur, padecían de escenarios muy similares al de nuestro país, o quizá peores.
En lo personal, dos aspectos me preocupan de este segundo y último intento de reforma educativa. En primer lugar, que se vuelva a utilizar un término que fue usado en los años setentas y que simplemente fracasó en todos los sentidos, pues de pronto pareciera que se privilegian mucho más las emociones que el conocimiento, cuando deben, sin duda, ir de la mano en concomitancia con el desarrollo integral de los estudiantes. Finalmente, me preocupa en demasía la puesta en marcha de dicho modelo en el ocaso de este gobierno que simplemente dejó mucho que desear en todos los aspectos que le competen, pues como la educación, al menos la básica, es competencia eminentemente federal, se corre el riesgo de que otro gobierno de otro partido y con otras ideas en 2018 simplemente redireccione los esfuerzos y este modelo quede al garete y destinado a ser una más de las tragedias mexicanas que regularmente nos afectan.
Otra reforma más, esperemos sea la apropiada y sobre todo, la idónea.
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