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el periodico de saltillo
Marzo 2017
Edición No. 337


Matrimonios igualitarios

No cabe duda de que estamos viviendo tiempos aciagos en no pocos aspectos de nuestra existencia como nación.

Los radicalismos están siendo piedra angular sobre los cuales se continúan llevando a cabo aquellas acciones que han comenzado a determinar los distintos fenómenos sociales, políticos y, por supuesto, económicos y que no están sino degradando la condición de la existencia humana (¡si aún se puede más!); en este caso, la de los mexicanos en su propia vida como individuos con derecho a existir con dignidad y decoro.

La Constitución política de 1917 (que erróneamente se dice cumplió cien años cuando, apenas nacida, comenzó su abolición con adiciones, modificaciones y derogaciones) con su fuerte contenido social y, además, comprometida con el desarrollo integral del individuo a través de criterios basados en la justicia económica como en la ponderación de criterios racionales y científicos, verdaderos antídotos, a males sociales que parecían endémicos en una sociedad dominada por ignorancias atávicas como fanatismos reacios a desaparecer, ha quedado en un mero constructo jurídico ininteligible, hostil e inasequible a las masas proletarias; verdaderas artífices del otrora pacto social y a las cuales les tocó en suerte hacerla nacer como realidad, aunque sólo algunos lustros.

Las reformas estructurales implementadas por el último de los verdugos y que ha llevado a la muerte por homicidio asistido (asistido por el PRI, PAN, PRD, PVEM, etc.) a ésta ahora extinta Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, edición 5 de febrero de 1917, tienen por peculiaridad la exclusión, como ya lo he dicho, del concepto, ahora irrisorio, “calidad de vida” no solo en el lenguaje sino en la propia vida cotidiana del mexicano.

Pero si bastase decir una palabra, narrar un hecho, evocar un suceso o vivenciar en primera persona una experiencia para dar solidez a esta argumentación nos basta con citar uno entre cientos de casos para darnos cabal cuenta de que las conquistas sociales se adquieren, se defienden y se amplían solo con el fusil en mano y la mente dispuesta y alerta sobre el accionar de los enemigos de dichos logros, los logros de la revolución, en éste caso que nos ocupa, los de la Revolución Mexicana.

Esto que a continuación voy a exponer nos ilustra de como la “naturaleza humana”, bajada a tirones del cielo y aterrizada en la geografía mexicana a golpes de fanatismos, intransigencias, convencionalismos y, por supuesto, políticas de estado maquiavélicas y clientelares, ha quedado deshonrada, vilipendiada y, por último, usada como rehén en el estira y afloja en impúdicos tiempos electorales.

Los actores de éste singular drama (para algunos de nosotros verdadera tragedia Sófocleana), son, por una parte, los ciudadanos mexicanos cuyas preferencias sexuales y estilos de vida no empatan con los llamados grupos sociales representativos producto de una sociedad heterosexual y patriarcal; por otra, los sectores retrógrados que toda sociedad de este tipo conserva como válvulas de seguridad y que son los distintos credos religiosos y, por último: el Estado, que a través del monopolio ejercido sobre el aparato jurídico así como de los distintos aparatos ideológicos y coercitivos a su disposición utiliza como bandera, en algunas ocasiones y toma como peste en otras según los intereses de las élites, las más variadas demandas sociales.

¿A qué me refiero en concreto?

Si estamos de acuerdo con Marx de que “lo concreto es concreto porque es el resultado de múltiples determinaciones y por ello unidad de lo diverso”, entonces diremos “en concreto” que el veto impuesto por la Cámara de Diputados a la iniciativa presidencial, sobre el matrimonio igualitario resume, sintetiza o “concretiza” una realidad compleja y diversa (en su apariencia) que aqueja a la generalidad de los habitantes de este país.

Pero, ¿Cuál será esa realidad?

Concretamente diremos, siguiendo el axioma marxista, que es la ausencia de humanidad en el régimen que nos determina, o tiraniza según lo perciban nuestros sentidos.

En efecto, porqué ¿Qué son las reformas estratégicas implementadas a destajo sino la antítesis de lo que implica la realización y/o reafirmación de la condición humana a través de un sistema justo por equitativo, bueno por necesario y bello por ser el soporte de la felicidad humana?

Cuando desde los distintos portales (de poder, de privilegios, de concesiones) por dónde obran aquellos sectores reaccionarios que en el presente sistema ven asegurados sus interese de grupo o clase (llámeseles económicos, políticos, sociales, etc.) entonces esa condición humana queda fuertemente condicionada a aquellos por los cuales queda definida en términos de comportamiento social e individual.

Esto ha sucedido así en manera clara y sin dobleces cuando una iniciativa justa per se ha sido rechazada por una Cámara de Diputados que de por sí ya lleva en la presente legislatura manchas indelebles de deshonor, corrupción, cohecho e impunidad.

Como ciudadanos de plenos derechos, estos grupos minoritarios han visto ver anulados de manera injusta (falta de justicia) el acceso a una identidad de género, a una unión sentimental legal, y a una adopción por convicción.

¿En qué criterios se han basado los diputados para discriminar en razón de preferencias? Sin embargo ¿Por qué sí les conmina (bajo pena de sanciones jurídicas y penales) a obrar en razón de obligaciones fiscales y políticas, sobre todo?

Estos (contra) criterios son los lazos que mantienen el estatus quo de instituciones religiosas, partidos políticos hegemónicos, élites empresariales tradicionales (léase católicas) y, en suma, el Estado en sus diferentes cabezas que hacen de la nación una República patriarcal y masculinizada.

Cuando el Estado capitalista dependiente, presionado por oscuros intereses económicos nacionales y extranjeros se abocó a la implementación de unas reformas económicas laborales anti-humanas y anti ambientales lo hizo porque contó con la complicidad de todos y cada uno de las entidades que le han sustentado ideológica y militarmente.

Es decir, contó con el apoyo de la iglesia católica, con legisladores (diputados y senadores) de los partidos mayoritarios y con organizaciones pro empresariales, como “Mexicanos Primero”, entre otros.

Estas organizaciones, verdaderos cánceres sociales, por supuesto que cobran por estos favores que les aseguran su primacía por sobre todos los demás grupos en situación de vulnerabilidad.

Así, de abril a noviembre del año pasado la Iglesia Católica, en coalición con otras entidades religiosas fundamentalistas y retrógradas como la denominada “Iglesia Cristiana”, se avocaron a presionar al gobierno federal para que retirara de la agenda legislativa el punto a debatir en cuestión de derechos para las llamadas minorías por orientación sexual.

Estas acciones se vieron reforzadas por el músculo mostrado por esas organizaciones de la intolerancia ya que no fueron pocas las amenazas y las movilizaciones realizadas entre sus prosélitos para hacer renunciar (concesionar, diríamos en lenguaje más limpio y correcto) al presidente en su pretendida propuesta de dignificar a dichas minorías.

Mudos, ausentes y cómplices ante aquellas acciones, los demás grupos de la pandilla que no es otra cosa que el propio Estado represor y patriarcal, han cobrado ya o esperan hacerlo en segunda ronda o, como dice algún estribillo de no recuerdo que tango: cuando llegue la ocasión.

¿Por qué renunció-concesionó-pospuso el presidente de la República su iniciativa de reforma al artículo 4° constitucional y diversas disposiciones del Código Civil Federal para asegurar la igualdad y no discriminación a la comunidad LGBTTI?

Aquí entran otros aceites que hacen funcionar las poleas del status quo de los que mandan: estos son el oportunismo, el clientelismo y el aditivo que toda máquina pesada requiere de vez en vez para su óptima funcionalidad: los tiempos y/o procesos electorales.

El presidente es por supuesto una persona que no entiende el feminismo, que no toma posición ante el problema lésbico gay y no siente algún interés genuino por minorías que nada le reportan ni en nada le unen a su vida privada.

Ve a estos grupos como oportunidades de ascenso, re afirmación o meras tablas de salvación para ganar popularidad cuando las encuestas no van bien en imagen y/o percepción de aceptación de la población a la cual pretende representar (imagen irremediablemente deteriorada por casos tan bárbaros como Ayotzinapa, Tlatlaya, represión magisterial, corrupción ligada directamente a su persona, reformas educativa y energética y un muy largo etc., etc. de crímenes de Estado)

Así es como decidió, en su oportunidad, sacar del cajón del escritorio el asunto de las minorías por orientación; le sirvió efectivamente en algo, pero no en todo. Le dio una imagen progresista, un halo democrático y occidental.

Sin embargo pisó un cayo, grande, grandísimo, el de la Iglesia hegemónica nacional regenteada por el cardenal Norberto Ribera Carrera; el cual, hizo valer sus bonos invertidos en la empresa “Reformas, S.A. de C.V.”

El resultado ya se conoce: el día 9 de noviembre pasado fue rechazado primero por los diputados de la Comisión de Derechos Humanos y posteriormente en la Comisión de Puntos Constitucionales.

Ahora sabemos que la interpretación de esta iniciativa tiene sus matices como lo ha manifestado la Comisión de Derechos Humanos de dicha Cámara con lo que respecta a este tenor, y que puede traducirse como alguno de los principalísimos miembros de la Comisión de Puntos Constitucionales lo hizo acertadamente y sin pudor alguno: puros “cálculos político electorales.”

No hemos de cejar en el cometido de insistir en lo dicho por L. Trotsky hace ya casi un siglo cuando por su persona discurrían páginas gloriosas de la historia Rusa:

“Mientras la mano de obra y, por consiguiente, la vida sea un artículo de comercio, de explotación y dilapidación, el principio del “valor sagrado de la vida humana” no será sino la más infame de las mentiras; cuyo objeto es mantener a los esclavos bajo el yugo.” (TROTSKY, 1972)

Bibliografía

TROTSKY, L. (1972). CAPÍTULO IV EL TERRORISMO. En L. Trotsky, Terrorismo y Comunismo (Anti Kautsky) (pág. 90). México, D.F.: Juan Pablos Editor.

 

 


 
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