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el periodico de saltillo
Marzo 2017
Edición No. 337


Nacionalismos trasnochados

Alfredo Velázquez Valle.

El pasado mes de febrero se convocó a realizar una especie de “cruzada nacional” por el país, pretendiendo con ello el consumo de “lo nacional”; esto resulta ser bastante irónico al constatar que la imposibilidad de aquello quede manifiesta en las propias acciones de quienes predican tal cosa (absurda, por cierto).

En todo esto hay por lo menos dos observaciones que deberíamos anotar sin que por ello digamos que son las únicas o las más importantes, pero sí que son las que a vuelo de pájaro podemos tomar, develar sin tanto uso de la razón.

La primera de ellas es en relación al propio “consumo de lo nacional”; ¿Qué se pretende decir con ello?

Quizá, que debiéramos fomentar nuestro mercado interno en virtud de que el comercio con los mercados externos se ha visto cuasi colapsado por las barreras reales e imaginarias que el coloso del norte nos está imponiendo a través de ese personaje mitad bestia mitad empresario (que en esencia es uno y lo mismo) que es Donald Trump.

Debemos anotar, como primera observación, que la anulación de la circulación de mercancías (que es el fundamento sobre el cual descansa la generación y multiplicación de capitales) en alocución a un proteccionismo de retroceso, en la propia lógica del capitalismo, no es precisamente abonarle a ese imperio que demanda de la sangre y la carne generada por la explotación desmedida de recursos para su realización a través del mercado.

Por lo que habrán de pensársela dos veces, o las necesarias, aquellos sectores (generalmente pequeña y gran burguesía) de la población mexicana que se han desgarrado sus vestiduras demandando el fomento de mercados autóctonos; por otra parte demasiado golpeados por la reciente depreciación de la moneda, la inflación y el evidente retroceso en la producción, amén de una deuda externa que pende sobre todos nosotros como espada de Damocles.

Segundo, tendremos que dilucidar quienes de qué sectores de la población nacional están en posibilidad de sobrevivir con esta política de consumo, si la producción agrícola, ganadera e industrial se encuentra en proceso de artículo mortis.

¿Qué mercado se encuentra en posibilidad de cubrir la demanda de maíz? Por ejemplo, si este producto, primordial en la alimentación del mexicano, es importado y, lo que es peor, del vecino ahora enemigo incómodo y despectivo.

En términos de producción tecnológica, industrial y de servicios qué tan preparada está la infraestructura nacional para hacer frente a un mercado interno insuficiente cuando no colapsado, para atender a un grueso poblacional urgido ya de ahorita de, por ejemplo, medicamentos cuyas patentes no están en manos de industrias farmacéuticas nacionales.

Esto representa sólo uno de los lados de este prismático cuan absurdo nacionalismo per sé.

Cuando una nación subdesarrollada y dependiente, como lo es la nuestra, que aquejada por innumerables enfermedades propias, endémicas de estos sistemas de producción, pretende responder de la peor manera a sus agresores (en tal caso el gobierno como la élite económica fascista norteamericana) el resultado será, por supuesto desastroso.

En efecto, digo trágico para quienes desde una posición angustiosa de precariedades ve con ojos de incredulidad el adaptar sus demandas al “mercado mexicano” como si éste fuese algo a lo que se pudiera recurrir en situaciones de crisis; es decir, como si el mercado mexicano subordinado a las necesidades de otros demandantes, pudiera en actitud rampante y exitosa sustituir lo que en principio no tiene.

Por otra parte, el mercado mexicano no es un portal de productos hecho para las clases populares; es decir, no tiene un carácter social de beneficio colectivo como principio y norma; antes bien, la necesidad creada como referencial generador de ganancia al productor, que no es otro que el empresario, será invariablemente el norte de esta casta cuya patria se traduce como dinero acumulado.

Aún más, nosotros no poseemos como clase trabajadora los elementos teóricos, así como las herramientas prácticas, para confrontar a una élite que diciéndose nacionalista no pierde oportunidad en demostrar “ese genuino sentimiento” yendo a ver partidos de futbol allende la frontera -en tierra enemiga-, y cuyos boletos de entrada a dichos eventos dicen más que cien discursos sobre la República sitiada.

Adolecemos también, por si aquello fuese cosa nimia, de cuadros de intelectuales bien formados y comprometidos con la lucha obrero-campesina que estamos, en estas condiciones, irremediablemente atados de pies y manos como para esquivar los golpes de esta terrible situación.

Así, donde Carlos Fernández-Vega, en su columna “México, S.A”, en el periódico “La Jornada”, del pasado 7 de febrero, ve en la renegociación del TLC “…una oportunidad para que México se sacuda la enorme cuan enferma dependencia del vecino del norte, mire hacia otras latitudes e intente nuevas formas y mercados”, nosotros, como trabajadores asalariados, sólo vemos el mismo patrón económico y político de dependencia hacia un sistema basado en la explotación del trabajo humano y la pauperización de estas masas obreras, que somos nosotros mismos.

Por último, si la casta empresarial y sus personeros, simbolizados en el nefasto presidente del país, han decidido impulsar cierto tipo de unidad nacional mediante la iniciativa “Fuerza México”, es porque la clase trabajadora ha adolecido y adolece aún de un partido que aglutine en su dirección a todas las clases agraviadas por esta élite rapaz y las impulse a la conquista de su destino histórico que no es otro, que no puede ser otro, que la conquista del poder político a través de la revolución proletaria contra el régimen de explotación que la tiene más que de rodillas ante el capital, el verdadero amo de vidas y almas… hasta el día de hoy.

 

 
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