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el periodico de saltillo
Mayo 2017
Edición No. 339


Los mejores momentos…

Alfredo Velázquez Valle.

Los mejores momentos son cuando facciones del sector hegemónico disputan entre sí y en público; quizá porque las incriminaciones que se lanzan llevan en sus argumentos trozos nada despreciables de verdad.

Esto paso hace días, (mediados de marzo), cuando el líder del Partido “Movimiento de Regeneración Nacional” (MORENA) señaló, en la ciudad capital del vecino país del norte, la complicidad en la desaparición de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, tanto al presidente de la República, Peña Nieto, así como al Ejército Mexicano.

Al momento, el vocero del gobierno de la República, Eduardo Sánchez Hernández, repudió el señalamiento de Andrés Manuel López Obrador.

Lo mismo hicieron el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, el senador Emilio Gamboa y, entre otros más, el propio presidente de la República.

El primero, lo retó a que comprobara lo dicho; el segundo, le exigió disculpas públicas; el tercero, lo tachó de desconocer la Historia de México y el último de ellos, es decir el presidente Peña Nieto, sentenció: “…es inadmisible descalificar sin sustento a las Fuerzas Armadas”.

Ocioso es decir que legisladores del PAN como del PRD también se sumaron a la andanada de críticas.
Hasta aquí los hechos.

Para el probable día en que este artículo vea la luz pública ya deberá estar un tanto “frío” el asunto –cuando no muerto-; sin embargo, no por ello deja de tener importancia dicha escaramuza; digamos más bien, que el motivo por el cual se trenzaron en descalificaciones es lo sustancial; y es que hablar del ejército mexicano implica, por principio, el tema del recurso del uso de la fuerza armada institucional para…

Si hacemos un poco de memoria, podríamos señalar que el origen histórico del ejército “constitucionalista” se encuentra en el combate y la derrota de los ejércitos revolucionarios campesinos que comandados por Francisco Villa y Emiliano Zapata hicieron posible la caída del dictador Porfirio Díaz y su epígono: Victoriano Huerta.

Erigido como defensor armado del orden constitucional, (es decir, el orden impuesto por la nueva clase hegemónica a las masas campesinas), éste ejército reaccionario se ha mantenido dentro de dicha tarea sin que el propio Estado le escatime dentro del marco legal recursos materiales y humanos e incluso, meta constitucionales.

El líder del Movimiento de Regeneración Nacional ha tenido material histórico de primera línea para responder a sus detractores. Revisar desde una perspectiva crítica la Historia Nacional pudo haberle dado los sólidos soportes que le hubieran permitido salvar, de manera más que honrosa, las declaraciones –ciertas- vertidas en Washington.

¿Por qué no lo ha hecho? ¿Por qué ha reculado? Y, peor aún: mentido.

En efecto, ante la avalancha de descalificaciones que desde el poder le han llovido, el líder de Morena ha entrado en pánico (de nueva cuenta) y por su boca ha hablado el pequeñoburgués que le habita.

Ese espíritu miedoso, cuya formación ideológica y política se moldeó entre las estructuras del partido en el poder y al cual recula siempre que éste le muestra los colmillos del can defensor del patrón que le alimenta, es decir, la gran burguesía nacional y extranjera.

Por supuesto que hay argumentos, sustentos, hechos que justifican la denuncia, el descrédito de las fuerzas armadas del país. Es más, es un deber moral la denuncia del actuar del elemento represor del Estado en la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y en masacres similares perpetradas a lo largo de su tortuosa existencia. El presidente de la República sitiada, ofreció al tabasqueño, metido a “opositor”, una oportunidad de oro para denunciar el sistema represor en que se aposenta tanto su poder institucional como el de los que tras bambalinas mandan: la gran empresa capitalista y el empresariado ilegal (narcotraficantes).

A cambio de ello, el defensor de la República amorosa reiteró su respeto a las fuerzas armadas añadiendo a ello la afirmación de que: “los soldados son pueblo uniformado, hijos de campesinos, obreros…”

Mientras los representantes legales de los partidos legales del gobierno legal del sistema hegemónico (capitalismo), mantengan una actitud sumisa y de “respeto” hacia las instituciones que nos tiranizan (¿de qué otro modo podría ser?), nada podemos esperar de estos personeros de repúblicas decimonónicas; solamente la misma sumisión aunque bajo otras personas, otros nombres, otras siglas… y mentiras disfrazadas de verdades.

Por otro lado, si reiterar respeto al verdugo es signo de ignominia, ¿Qué cosa podría ser el identificar a éste con el pueblo, es decir, con su víctima? Solamente podrá ser doble insulto al pueblo al cual dice defender contra “los corruptos” que no contra sus amos, a los que por otra parte abre las puertas de su partido MORENA y esto sin miramientos, sin una pizca de pudor por ser quienes son estos empresarios (¿Comenzamos por Guadiana Tijerina y el trato que reciben los pueblos mineros que le trabajan en sus minas del norte de Coahuila?).

Pero como estos pleitos entre los beneficiarios de un sistema que les ha privilegiado por sobre la masa poblacional solo llegan hasta cierta intensidad –es decir, hasta cierto límite que no arriesgue su propio modus vivendi- sucede lo que siempre ha pasado: el perro ladra más fuerte de lo usual y el parroquiano, intimidado, no arriesga un solo paso más y se consuela con proferirle reproches… en susurro.

Por último, cabe una aclaración más: aunque no es secreto que los ejércitos en su inmensa mayoría son reclutados entre las capas populares, la falacia está en afirmar que estos cuerpos de represión, uniformados, siguen siendo parte de “nosotros”, es decir, siguen siendo pueblo.

Como es de esperarse, como es de imaginar, todo pequeñoburgués formado en los cuadros del partido oficial posee un pensamiento fundamentalmente conservador. Así, en la mente de López Obrador sus concepciones son inmóviles e inmutables, incapaz de pensar los hechos a través del pensamiento dialéctico: entre los fenómenos hay muros infranqueables.

De acuerdo con ésta lógica formal-burocrática, los policías y el ejército que han masacrado estudiantes y poblaciones indígenas así como ciudadanos indeseables y violado derechos humanos en general (Luis Raúl González Pérez, presidente de la CNDH dixit) y acreedores al título de mastines guardianes de los privilegios del amo, para el amoroso republicano, sin embargo, siguen siendo cuasi hermanos de sus víctimas. El uniforme nada le dice, el arma de fuego que detona contra el obrero en huelga nada le reporta y los golpes que inflige al campesino que defiende su tierra y el hábitat contra empresas mineras extractivas no cambia la sustancia, la fórmula según la cual: lo que es, es; lo que no es, no es, y todo lo demás es cosa de nada. Vaya pensamiento, vaya líder pequeñoburgués.

Es Trotsky quien nuevamente, a pesar del tiempo transcurrido (ochenta y cinco años) y en pleno exilio forzoso en la Isla de los Príncipes, nos recuerda la manera cómo opera el pensamiento dialéctico marxista:

“Aquí, una vez más, es la existencia la que determina la conciencia. El obrero, convertido en policía al servicio del Estado capitalista, es un policía burgués y no obrero.” (Trotsky, 1973)

Bibliografía
Trotsky, L. (1973). LA SOCIALDEMOCRACIA. En L. Trotsky, ALEMANIA, LA REVOLUCIÓN Y EL FASCISMO (pág. 15). México, D.F.: JUAN PABLOS EDITOR.

 

 
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