Los coahuilenses tienen la última palabra
Jorge Arturo Estrada García.
“El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar...”
Eduardo Galeano.
“El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.”
Platón. |
La suerte está echada, las cartas están repartidas, el juego está en marcha, y ganará el más diestro. En junio se decidirá el futuro de Coahuila, por lo menos en el corto plazo. Las elecciones se presentan en escenarios inéditos, por primera vez los resultados son impredecibles, y los ciudadanos tienen en sus manos la última palabra. Las estructuras del poder local podrían ser fracturadas como nunca antes o resultar tan sólidas como para mantenerse por algunos años más. La incertidumbre se apodera de todo.
El tricolor presenta su candidato a goberna- nador más débil en décadas. Pero está respaldado por la más poderosa maquinaria electoral del PRI-Coahuila desde que el país se abrió a la alternancia. Sin embargo, lo hace en uno de los contextos más hostiles para los políticos, y para ese partido en especial.
Esta elección se hará en el marco del mayor malestar social en muchos años, y en medio de escándalos enormes de corrupción locales y nacionales.Para Riquelme y el PRI, su margen de maniobra es reducido, por lo que sus victorias no son seguras ni en la elección al Palacio Rosa ni en las de diputados y alcaldes.
Perder el Palacio Rosa y el Congreso sería una catástrofe para el tricolor. Conservar solamen- te la gubernatura salvaría muchas cosas. Pero, perder el control del legislativo podría derivar en un gobernador muy debilitado y casi acorralado. Más si el triunfo no es claro ni amplio.
Para los opositores las cosas también están complicadas. En estos momentos, más del setenta por ciento de los electores rechaza al PRI y manifiesta querer un cambio, pero van muy divididos y lo insólito se presenta: van con tres candidatos fuertes en el papel.
A escasas semanas de la jornada electoral no hay ventajas ni cifras definitivas para nadie. Lo único que se mantiene consistente son cuatro bloques que rondan, más, los 25 puntos porcen- tuales: Riquelme con 24 a 27, Anaya con 23 a 27, los demás juntos con 24 a 27, y lo más interesante existe un bloque de un 25 por ciento que no quiere revelar sus intenciones de voto, “por desconfianza a los encuestadores o temor a represalias”, registran algunos estudios.
Como ingrediente adicional, a una elección coahuilense, está la nueva vida digital que hemos adoptado, y en la que pasamos en promedio más de cinco horas al día. En estas comunidades que vamos formando en las redes sociales entramos en contacto con infinidad de información, se com- parten temas, gustos y aficiones; y en ocasiones, hasta inquietudes sociales.
El proceso de la comunicación se completa a la perfección en estas redes si uno está atento. Las ideas viajan entre las mentes que se interco- nectan, y si las fuentes y los emisores son confia- bles se aceptan y se incorporan para construir opiniones y generar percepciones. Así surgen las corrientes de opinión y los movimientos sociales.
Gran parte de la incertidumbre actual, parte del malestar social generado por la clase política mexicana con sus excesos de corrupción e incapacidades para gobernar. Sabemos que, casi seguramente, antes pasaban cosas similares; sin embargo, al volvernos seres conectados a cualquier hora y en cualquier lugar, la información fluye en forma masiva e instantánea y eso altera los factores. Y genera la indignación ciudadana.
Los métodos de control tradicionales, se han roto. La información es poder, pero este poder ya está al alcance de muchos y sin intermediarios. El Cuarto Poder cambió de manos y ya no está solamente con los barones de los medios de comunicación tradicionales. Ahora, con unos pesos de saldo tenemos accesos casi ilimitados.
Por el momento, los coahuilenses son más poderosos que nunca en su historia. El control tradicional se ha ejercido ocultando información y manipulando medios: no saber que habrá elecciones, no conocer las fechas de la jornada electoral; no poder conocer a los candidatos, ni por sus nombres; limitar el tiempo de las campañas y los accesos a los medios, censurar y castigar los contenidos de los mensajes, etc. Eso ha despoli- tizado a nuestra sociedad.
El PRI en Coahuila se ha acostumbrado competir con el árbitro, el reglamento y la pista a su favor, y hasta puede arrancar desde mucho antes hacia la meta. Este 2017 se estrena al Instituto Electoral de Coahuila, nuevas reglas, nuevos mecanismos para intentar sacar las manos de los poderes locales de las elecciones y para tratar de jugar sin dados cargados.
Nuevamente los partidos tratarán de adaptarse. El tricolor se verá obligado a alentar el abstencionismo; y a diluir al voto opositor y al de castigo, entre muchos candidatos: José Ángel Pérez, Mary Telma, y Luis Horacio Salinas, juegan de esquiroles.
Guillermo Anaya, Armando Guadiana y Javier Guerrero son personajes con perfil y potencial para superar a Miguel Riquelme, pero no han podido ponerse de acuerdo y dividirán los votos. Por el momento, se han convertido en los líderes más fuertes de la oposición al PRI, en una tierra en donde el liderazgo es algo muy escaso.
En el seno del PRI aún conviven el marti- nismo y el moreirismo que se jugarán las contras a la hora de votar. Tanto Rubén Moreira como Enrique Martínez son los líderes más influyentes de la entidad y pareciera que sostendrán su propio duelo personal en este proceso electoral. En política las derrotas no son para siempre.
La candidatura de Riquelme dio origen a la salida de Javier Guerrero. Hay una ruptura en el tricolor y eso le restará votos a Miguel Ángel, la incógnita es si serán en grandes cantidades y a dónde irán a parar.
Sin un gobernador priísta en Coahuila este partido perderá gran parte de su fuerza, sus dirigentes actuales serán desplazados, y tal vez hasta perseguidos. Con Riquelme en el Palacio Rosa el moreirismo se volverá más sólido.
El 4 de junio se decide el futuro de corto plazo para Coahuila. Si gana Miguel Riquelme y el PRI retiene el control del Congreso, las cosas cambiarán poco. Pero si se dan derrotas en alguno de los dos frentes vendrán muchos cambios y turbulencia política.
Los ciudadanos están molestos contra los políticos y los partidos, aunque están más molestos con Enrique Peña Nieto y con el PRI. En este 2017, sólo la destreza de los gobernadores y operadores políticos evitará que el tricolor pierda en las tres gubernaturas en disputa.
El gobierno federal y el PRI nacional se volvieron un cero a la izquierda. En estos momentos sólo sus millones de pesos en apoyos son de utilidad para los aspirantes de Coahuila, Nayarit y el Estado de México.
En colaboraciones pasadas hemos hablado de la escasez de liderazgos en Coahuila. De una iniciativa privada de bajo nivel y enfocada en hacer negocios a la sombra de los gobiernos.
Todos los sectores renunciaron al poder y a constituirse como contrapesos. Fueron desplazados, simplemente se hicieron a un lado, y se refu- giaron en la zona de confort y así llegamos a esta encrucijada.
A río revuelto, ganancia de pescadores. Humberto Moreira detectó que en el congreso de Coahuila se darán algunas de las más importantes batallas del año próximo. Riquelme no le garantiza nada, aún ganando. Vienen elecciones federales y habrá que ceder piezas y cabezas para que el tricolor conserve Los Pinos.
Humberto, como siempre, juega al límite sus cartas. Aunque ya le quedan pocas. Él va por el fuero en primera instancia. Y también va por el poder que lograría desde ahí ante la ausencia de su hermano, para convertirse en un actor poderoso que apoye, combata o le haga contrapeso al gobernador. Y ante todo, desde ahí tendrá oportunidad de defender su caso ante cualquier iniciativa opositora, con su propia mini-fracción parlamentaria. Los diputados son los que aprueban las cuentas.
Por el momento, Humberto le juega a la victoria de Riquelme y a la suya propia bajo el Partido Joven.
Sin Miguel Ángel en el Palacio Rosa, ¿quién tomaría las riendas del tricolor ante la desbandada moreirista? Humberto estaría expulsado y Rubén buscaría por lo menos un año sabático que le diera un respiro fuera de Coahuila, seguramente los martinistas buscarían recuperar el control. Pero eso no será terso.
La lucha por la gubernatura le quita reflec- tores a la elección de diputados. Si el PRI pierde el control del congreso, Riquelme sería un gobernador muy débil, con escaso respaldo popular y acorralado por la revisión de las cuentas públicas pendientes. Con presupuestos escasos y programas semiparalizados.
Los problemas de Coahuila son enormes. No tenemos demócratas, ni líderes y los ciudada- nos no acuden a las urnas. No tenemos prosperidad y nuestro desarrollo es mediocre. Nuestro senti- miento de superioridad está construido sobre bases falsas: En coahuila un tercio de los habitantes es pobre. Es decir, un millón de personas; los salarios son muy malos, y 4 mil pesos mensuales no alcanzan para sostener a un hogar. Escogimos ser operarios industriales en la era de la alta tecnología.
Cuando los ciudadanos nos mantenemos alejados de la política lo pagamos caro. El 4 de junio tendremos la oportunidad de participar y arreglar las cosas, o de empeorarlas.
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