El infame costo de la demagogia
Adolfo Olmedo Muñoz.
“El pueblo es una bestia aparejada, sobre la que monta el más osado o el más fuerte”:
Aparisi y Guijarro. |
Muchas, o más que muchas veces hemos escuchado que México es un país surrealista; que Franz Kafka se habría regodeado tratando de pergeñar un breve esbozo de alguno de los perfiles del mexicano: En el deporte, en la gastronomía, en las artes, tanto las llamadas bellas artes como las industriales, pero sobre todo las artes populares. Pero en lo que toca a cuestiones sociológicas, económicas y sobre todo, políticas, se habría dado, a más de tres sentones, por vencido ya que nuestra historia política demuestra que somos (aún) un verdadero galimatías, a pesar de que gastamos como país millonario del primer mundo y vivimos una democracia más imperfecta que la propia demagogia de que hablara Aristóteles y sus seguidores.
Cada proceso eleccionario que se avecina, nos decimos: “es la cifra más escandalosa que hemos pagado como costo de la democracia. No es la excepción para el 2018 en la lucha presidencial, se dice que “el país” habrá de erogar alrededor de veinticinco mil millones de pesos como ejercicio -endémicamente fallido-, por alcanzar una democracia que al menos lo parezca. “Nunca hemos sabido a ciencia cierta, cuánto es que se despilfarra en la mascarada que cada sexenio se monta para poner en la silla presidencial a un garabato, en el sentido estricto de la palabra, pues no sirve más que para colgar enganchado a un buey sacrificado, que se desangra y es fraccionado en miles de partes para dar de tragar a una bola de zánganos que constituyen una burocracia institucionalizada tanto del sector público como privado y que todo mundo desprecia y denuesta, pero de la que parasitan millones de gusanos hambrientos.
Pero fieles a una de esas aristas de la amorfa patología social del México surrealista; caracterizada en la habitual lucha de castas, que se muestra en cada una de las tareas de nuestros paisanos: Si se trata de taqueros, los hay de primera, segunda, tercera, cuarta y hasta de reversa. Todos hacen tacos, pero el valor agregado no siempre es la calidad del producto o del servicio, sino del sitio donde se expenden dichos adminículos, que no sólo es un espacio físico o terreno, sino los espacios que les dejan los maleantes, que son parásitos más agresivos, voraces e insaciables.
Igual en el comercio, que por ejemplo tiene de gasolineros a gasolineros, cuyas cúpulas las van ocupando los más inescrupulosos impúdicos que ellos se autonombran “honorables miembros del sector privado”.
Igual en el arte, donde los marchantes en contubernio con mediocres epígonos estratifican las oportunidades de desarrollo entre siervos que están dispuestos a dar “todo” con tal de escalar los estratos de un triunfo inventado.
Igual en los deportes; igual en el mercado laboral que no sólo padece abusos y perversiones en el sector privado, sino tristes servidumbres entre los aspirantes a una “chamba” en la burocracia, que es sinónimo de no volver a tener hambre y si muchas posibilidades -en relación directa con su falta de escrúpulos-, de poder “escalar” los puestos de “mando”.
Burocracia -o cáncer- que engloba los eufemísticamente llamamos “tres poderes”: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Quizá ahí, las castas por escalar estén mucho más cotizadas que en cualquier otro lado.
¿Se imagina estimable lector cuánto le cuesta a un tinterillo escalar el “éxito”, desde una receptoría en una oficialía de partes, luego de tumbos, proyectista… secretario y hasta llegar a ser juez para cobrar en millones la excarcelación de peligrosos delincuentes?
¿Se imagina la escala de un aspirante a legislador?; ¿cuantos gases intestinales tuvo que haberse fumado un pobre descastado, junto con los aletazos de cebolla recién cortada de las lideresas de colonia, o tener que cumplir los caprichos depravados de los líderes de colonias y de “organizaciones” populares, donde también, por cierto, hay castas, pues no es lo mismo la lucha que lleva a cabo una dama de alcurnia para defender o proteger a su perrito que el de una mestiza que se lo zangolotean en el metro, varias veces al día. Los “derechos perrunos” están la más de las veces, mejor cotizados, sobre todo en medio del espectáculo reptil de los medios de comunicación actuales, que, con tal de vender por lo menos unos cuantos ejemplares al día, se prestan para difundir las aberraciones de cuanto “raro” escandalice y se llame defensor de cualquier mini minoría.
El costo es muy alto, pero el juego parece interesante, sobre todo en el ámbito de lucha por la presidencia, pues, aunque muchos amañados comentaristas echen pestes contra el PRI, creo que está más vivo que nunca; que no hay duda, ni escepticismo, ni pesimismo, mucho menos derrotismo en las filas del partido con el ideario de la Revolución Mexicana. Por el contrario, el presidente Enrique Peña Nieto, a la vieja usanza, ha comenzado a enviar mensajes de que continua- rán, sus correligionarios, en el más alto puesto de mando.
Al más puro estilo priísta, ha soltado ya a “pastar a la caballada”, para que de aquí a que termine el año, se perfilen los más fuertes candidatos. Incluso, el célebre personaje de “el tapado” pudiera andar por ahí, negándose a si mismo, pero acarreando, acumulando, un respeto político y una creciente confianza en que solo él, puede continuar una lucha ascendente en nuestro país.
Al más puro estilo del partido en el poder, continúa dejando que muchos sean los llamados, aunque uno solo el escogido; que no es de Hacienda, ni Gobernación ni Educación. Sus alcances son mayores. “Qui va piano, va lontano”
En este México agreste no cabe ya el sofisma de que sólo un socialismo moderado nos puede hacer avanzar, y mucho menos cuando se ha demostrado hasta la saciedad de que son mucho más corruptos que el común denominador del depauperado elenco de la farándula politiquera. Como tampoco el pueblo se va a tragar la piña de que un excéntrico arlequín, exgobernador -de Puebla por cierto- ande por ahí sacudiendo la cola como de pavorreal, pagando espacio en medios de comunicación que le hacen el juego.
“El que no te conozca que te compre”, reza un viejo adagio campirano. |