Los sueños del mexicano
Fidencio Treviño Maldonado.
Parece que nuestra clase política aun no ha podido quitarnos algo del surrealismo, el sueño de los mexicanos, y aunque sea sólo un sueño, una mentira, estos siguen siendo bellos, llenos de esperanzas, aunque la materia prima que son los sueños esté condimentada de medias verdades o mentiras completas. Parece que los mexicanos comunes sufrimos y gozamos con eso de soñar despiertos, y mientras más dure el sueño, aunque sea pesadilla, más intenso es el gozo. El soñador vive de lo necesario: el pan, agua, vestido, vivienda y no se preocupa por los superfluo, como comedor de nogal tallado, vitrales en sus ventanas, cubiertos de plata, vajillas chinas, ropa diseñada por Versace, Cardin, el soñador dice que: nadie tiene derecho a los superfluo, mientras alguien carezca de lo necesario, sin embargo ahora que lo superfluo esta igual de caro que lo necesario, pues a seguir en el onirismo.
La figura del mexicano, aquella que recorría el mundo, recargado en un nopal tiene algo de soñador y sabio, cobijado con un jorongo o sarape de mil colores, sombrero elaborado de palmilla, de copa alta y ala ancha, descansa y sueña con sus antepasados, vive soñando, no tiene problemas en política, vive muchos años, tiene muchos hijos, festeja muchos días, venera a sus dioses, ni se afana en cosas inútiles como millones de mexicanos lo hacen, pero lo hace, el soñador no, aunque no aporta nada a la economía ni a la productividad, sólo sueña y platica con sus antepasados, no molesta a nadie.
El mexicano que sueña no ve las cosas como son, sino como deberían de ser, y cuando se sueña es que el despertar está cerca. Los diferentes estudiosos de la conducta humana, los mentados “yoyos” nos endilgan adjetivos y apodos que van desde ilusos hasta oníricos, pasando por locos y entre los soñadores está el romanticismo por amores imposibles, platónicos, amores fallidos, recuerdos lejanos, que en su mayoría son sueños fantasiosos y ponderados que el mexicano lleva implícitos en su ser. En el mundo de los soñadores nada se interpone y en muchas ocasiones del sueño se da el salto paradisiaco y éste se hace realidad y normalmente es a base de tesón y perseverancia, aquí el sueño tiene doble significado, sobre todo el premio que se le otorga al soñador. En el mundo de los soñadores nada se interpone, ni leyes, fracasos, tropezones, desamor, clases, color de la piel, imperfecciones. Lástima que el mexicano soñador, sea sólo eso y en muy raras ocasiones pide salud, casí siempre añora cosas superfluas, sobre todo cuando el soñador tiene el ego y su orgullo como prioridad.
Existen muchas clases de soñadores, sin embargo estos se pueden agrupar en dos tipos: el que platica sus sueños y cree fielmente en ellos y el soñador callado, enigmático, que sólo él sabe su cuento. Los ejemplos comparativos sobran y mientras el pragmatismo y materialismo predominan y van en ascenso en los USA y países europeos, en México y América Latina, seguimos estancados en nuestros sueños. Total los mexicanos queramos o no tenemos que reconocer que vivimos aletargados, en el limbo, en la alegoría simplista de fiestas y folclores, soñando que nuestra Clase política sean honrados, que no digan mentiras, devuelvan lo robado y el brazo de la ley los alcance, por eso seguimos votando por ellos para que se imparta la justicia por igual a pobres y ricos, es decir que se haga la voluntad, pero en los bueyes del vecino y no en los míos, que exista democracia en las elecciones, pero que nos sigan pagando por votar, que se termine con la miseria y pobreza en este país, que los Ratones Verdes (la selección Nacional de fútbol) gane el próximo mundial, o al menos que mi equipo sea campeón de la liga.
Para millones, el sueño diario es tener una figura esbelta, sin llevar dietas, mucho menos los latosos ejercicios. Aclarando que los sueños son parientes muy cercanos de los milagros, sin embargo estos dos están muy, pero muy escasos.
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