Utopía
La presidencia o Palenque
Eduardo Ibarra Aguirre.
La Presidencia o La Chingada -nombre del rancho de los López Beltrán y López Gutiérrez en Palenque, Chiapas-, es la disyuntiva que formula para sí Andrés Manuel López Obrador y casi en una suerte de acto reflejo -“Acción que se realiza involuntariamente como respuesta instintiva e inconsciente del organismo a un estímulo externo”-, sus críticos de siempre desde el oligopolio mediático recuerdan que lo mismo ofreció en 2012.
En efecto, no cumplió para desgracia de los que el cronista Jaime Avilés, denominaba en 2006 “levanta cejas”, pero ahora son amos y señoras del comentario al que incluso subordinan la información, tirándole línea al reportero al que obligan a empezar su nota con “Como dices muy bien” y a renglón seguido la información de por sí parcial, inducida o abiertamente manipulada, de acuerdo a los intereses de cada corporativo radiofónico, televisivo y de internet. Siempre cuidando al gran anunciante y dador de concesiones que es el grupo gobernante en turno, panista o priista, eso no importa.
Sólo que omiten que la única ley democrática de la vida que es su fin, no tiene excepciones. Y después de una cirugía coronaria, realizada en diciembre de 2013, difícilmente estará AMLO en buenas condiciones de salud para luchar hasta 2024 por la Presidencia.
Podrían argüirse los 71 años de edad de Donald Trump, los 77 del peruano Pedro Pablo Kuczynsky -subordinado al primero y aliado de Enrique Peña-, también los 81 años por cumplir de Jorge Mario Bergoglio y los 86 de Raúl Castro. Son excepciones que confirman la regla.
Fue en Toluca, la capital de la fortaleza del Grupo Atlacomulco que estuvo (¿o todavía está?) a un paso de perder la codiciadísima gubernatura, donde AMLO explicó a senadores del Movimiento Regeneración Nacional -agrupados en la fracción del Partido del Trabajo por condicionamientos burocráticos-, y los diputados federales de Morena que ya constituyen la cuarta fuerza con 45, que “No voy a ser candidato eternamente. Es a Palacio (Nacional) y aplicarnos seis años para transformar al país, o a Palenque”.
Asegura: “Estoy tranquilo con mi conciencia de haber hecho todo”. Y esto, a mi juicio, es fundamental. Insistió a los legisladores no reducir su lucha política a los cargos de elección popular: “No se nos va a ir la vida en una candidatura. Lo más importante es hacer historia”, en un país donde a la mayoría de los candidatos les va la vida. Allí está el travestismo del priista, perredista, panista y ahora “ciudadano” Demetrio Sodi para ser jefe delegacional.
AMLO evaluó que 90 por ciento de la posibilidad de triunfo en 2018 se sustenta en fortalecer la estructura territorial, “y cinco por ciento los candidatos y cinco el programa”. Incluso definió que “los candidatos somos importantes, pero no tanto. Ya se acreditó Morena. Los candidatos vamos a aportar muy poquito, a lo mejor nada. No hay nadie que pueda decir ‘yo voy a darle más’. Claro, hay que buscar sumar más unidad, pero ya Morena tiene una identidad, es un fenómeno”.
Sólo que el indiscutible fenómeno de Morena -que para la comentocracia presidencialista es “el partido de un solo hombre”, igual decían del PRD y Cuauhtémoc Cárdenas en un notable ejercicio de pereza-, podría no ser tan atractivo si el electorado ve en las filas de los morenos las desgastadas figuras de los tránsfugas que sólo buscan reciclarse para ocupar un cargo de elección popular, limitando así las posibilidades de la transformación, del achatamiento de algunas de las aristas más filosas del capitalismo salvaje y de compadres. Nada más, pero nada menos.
@IbarraAguirreEd
|