La anticorrupción institucional
Fidencio Treviño Maldonado.
En este país todo es institucional, todos los rasgos habidos y por haber se convierten en instituciones, se forman comisiones, se arman grupos y al final las organizaciones como bumerang retornan al punto de partida, para en espiral comenzar de nuevo, y seguir dándole vueltas cual burros de molino. En otros países la corrupción se persigue de oficio, como delito, es un crimen y por lo tanto es punible. En México apenas se está llevando a cabo una encuesta con la mayoría corrupta para ver si la corrupción es delito, porque como tradición ha sido un deleite principalmente para nuestra Casta Divina, que se da el lujo de pasearla por el mundo. Octavio Paz, hace más de medio siglo, en su ensayo El Laberinto de la Soledad escribe: “Llegamos tarde a todas partes, nacimos cuando ya era tarde en la historia, tampoco tenemos un pasado, llegamos cuando todos los demás países ya habían apagado las luces.” En México, la ley o el Sistema Anticorrupción apenas se está elaborando un bosquejo de lo que por años nos han robado hasta el modo de caminar, la corrupción como una institución y madre de la impunidad y el fuero que se goza en la Casta Divina, ya lo dijo el presidente Peña Nieto: “La corrupción es cultural.”
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De nada sirve que cientos de agrupaciones, asociaciones, cámaras, barras, entre otras de la sociedad civil, ninguna política, pidan esta ley llamada anticorrupción, tal parece que es predicar en la soledad que del polo ártico, por lo frío del comportamiento de nuestras altas autoridades, que no son tan pendejos para inventar, tejer y tirar de la soga que los llevará al cadalso.
La república mexicana está representada por una minoría que elabora, proyecta y se rige por sus reglas y que la mayoría, es decir los ciudadanos comunes acatamos esos proyectos o reglas, por costumbre o por la fuerza, en muchas de las veces por tradición o lo peor por comodidad. Parece que el mexicano y su voluntad están elaborados de circunstancias y casualidades, y estos dos rasgos han mantenido al pueblo dormido y cuando queremos despertar es de noche, de ahí que nuestros agraciados políticos nos tomen desprevenidos y envíen un no rotundo a esta ley, o si acaso pasa será otro tentaculo más del poder hegemónico para que se maneje a su manera y en la misma opacidad que la ley en este país otorga. Otra oficina institucional, otro gasto de 100 o más millones de pesos para esta institución, toda una simulación como aquella obra en que las ovejas sueltas estaban al cuidado de los lobos encerrados.
En algunos Estados de la república ya se decreta que desaparezca el fuero, es decir algo es algo y por lo tanto se supone que todos los llamados servidores públicos que ocupan puestos por elección o por votación pueden ser llevados a juicio o ser juzgados, por lo que suena bien; sin embargo, se hace necesaria que la ley, el brazo de la justicia toque a los saqueadores, pillos, ratas y gamberros, porque nada gana el pueblo con que a X síndico, regidor, presidente municipal o gobernador se les quite el fuero, si la impunidad ante la ley va a seguir, aquí como dijo Sherlock Holmes a Watson: “Sólo siga la ruta del dinero y ahí estará la encomienda.”
Eso mismo se tiene que hacer con aquellos pobres diablos que entran a una administración con una mano atrás y otra adelante y al rato pasan volteando la nariz por cualquier banqueta, como si fueran oliendo caca, es decir, el clásico nuevo rico aldeano o ranchero que celebra con carne asada en su “Quinta” el haber llegado a un puesto y salir con las bolsas llenas de lana, con varias concesiones de autos, combis, expendios y desde luego con una o dos chimeneas extras (para demostrar su dinero y que es macho), y aquí es donde entra o debería entrar la ley o el brazo de la justicia para no sólo juzgar al político delincuente, sino quitarle las propiedades que hizo con sus pillerías en su función, el caso de decenas de ex y gobernadores en función que hasta se pitorrean del pueblo y se zurran en los escritorios de los poderes judiciales.
Los habitantes de este noble, religioso, futbolero y muy inocente país, dudan y hasta se burlan de las comisiones y esas leyes que no son más que una simulación entre los mismos por aquello de que “entre gitanos no se vale leer la suerte” o “Entre indios no se valen los flechazos.” Aquí ni siquiera el beneficio de la duda merecen los que van a ser miembros de una organización, los que van a formar una ley anticorrupción o los que van a quedar dentro de esta institución, porque si es por parte del gobierno, pues desde el arranque estamos recontra fregados, la cosa tendría valor y tal vez funcione si se nombraran personas ajenas a las instituciones y que sean honestas, probas y honradas, así sería más creíble esta llamada Ley Anticorrupción, de otra manera la misma anticorrupción, será simple y llanamente Institucional, o sea servirá igual que poner lavativas a un muerto...
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