En Coahuila ya nada será igual
Jorge Arturo Estrada García.
“No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena…”
Martin Luther King.
“La democracia consiste en poner bajo control al poder político. Es esta una de sus características
esenciales. No debería existir ningún poder político incontrolado en una democracia.”
Karl Popper. |
En política, cuando pierdes el control lo pierdes todo. Cuando las estructuras, las instituciones, los gobiernos y los personajes, se desgastan, acumulan desprestigio y rechazo. Es entonces, el momento de prender los focos rojos. Cuando todo esto se da en forma amplia, de manera acelerada, es urgente modificar la receta. Es indispensable comprender las señales en el cielo. En Coahuila están pasando muchas cosas. La arrogancia y la demagogia deberían ser desechadas. Al parecer la revolución llegó.
En política las percepciones mandan, reza un viejo adagio. Y, como lo reportamos aquí en varias entregas anteriores, Miguel Riquelme perdió la percepción ganadora desde principios del año, en vísperas de su destape. Ese fue el principal error de sus estrategas, lo demás es consecuencia de lo mismo.
En Coahuila el parteaguas no se dio el domingo 4 de junio. Las elecciones no registraron enormes cantidades de votantes. Los resultados fueron cerrados como nunca antes, el árbitro destacó por inepto, se documentaron demasiadas irregularidades, pero ninguno de los contendientes generó una campaña para conseguir un triunfo claro. No hay certezas y ahora hay muchas opiniones interesadas. Sin embargo, el tema logró conectar a muchas mentes. Es así, como se acumularon los elementos y se generaron las circunstancias, aunque el estallido llegó después.
La explosión social fue espontánea e insospechada. Para cientos de miles de ciudadanos los resultados oficiales no resultaron creíbles. El principal problema de Riquelme es que muy pocos coahuilenses creen que ganó. Nunca logró posicionarse como invencible y seguro ganador en las mentes de los votantes. Y a lo largo de estos días, cada vez menos gente piensa que las elecciones fueron limpias. Además, todo esto se manifiesta ampliamente en las redes sociales, entre las personas, en sus círculos sociales y a veces hasta salen a gritar fraude en las plazas. La opinión pública se genera en otros lugares y los medios formales ya no pueden contener eso, fueron ampliamente rebasados.
A lo largo de la historia hemos visto que para que el poder se imponga los ciudadanos deben permanecer desinformados, temerosos, desunidos y apáticos. Así ha pasado en Coahuila desde que la revolución, los golpes de estado y las asonadas terminaron. Desde que la revolución se volvió instituciones, partido y gobierno. Pero, ya no es así.
Será muy interesante analizar lo que irá sucediendo en Coahuila en los próximos meses. Las cosas ya no serán igual. Ya nada será igual, las relaciones del poder con los ciudadanos cambiarán irremediablemente. Si el PRI retiene la gubernatura, Riquelme deberá dejar de lado su soberbia y sectarismo. Ahora sí, deberá aprender a hacer política, a ser cabeza de proyecto y a cortejar con talento a la clase media; a ya no atenerse a los programas sociales clientelares y a las obras de relumbrón. Y sobre todo, a ya no verse en el espejo que le fabrican y le venden los medios de comunicación para creerse estimado y aprecia- do por su labor. Además, ya no puede gobernar con los mismos.
La mayor parte de las veces la realidad aplasta al engaño. La maquinaria electoral del PRI-Coahuila fue hecha pedazos el 4 de julio. La campaña fue desastrosa, sin mensaje, sin credibi- lidad y sin penetración; así, el lagunero quedó como un candidato muy débil en un entorno muy difícil. Riquelme perdió en todas las ciudades importantes de la entidad: Torreón, Monclova, Acuña, Piedras Negras y solamente la fuerte división opositora le permitió tener más votos que Anaya en Saltillo, pero debajo de los que consiguió Manolo Jiménez en su carrera por la alcaldía.
El tricolor de Verónica Martínez perdió 250 mil votos respecto a la elección de hace seis años, también perdió la mayoría en el Congreso y 11 alcaldías. Por el momento, trata de salvar la gubernatura en el tribunal electoral o en la mesa de negociaciones. Los partidos morralla fueron arrasados por el vendaval.
A nivel nacional pareciera que el ciclo se cierra. Una generación atípica de políticos improvisados, sin base social; más audaces que capaces, y sin sentido común llegaron a las gubernaturas, a la presidencia del país, a las élites políticas, y lo desmadraron todo. Varios de ellos ahora están desprestigiados y señalados como delincuentes.
Muchos de estos virreyes endeudaron a sus estados; perdieron la guerra contra la delincuencia organizada; destruyeron a las instituciones ciudadanas de Transparencia, Derechos Humanos y Electorales; amasaron grandes fortunas personales con negocios al amparo del erario y desvíos de recursos, integraron sus gabinetes con improvisados inescrupulosos y cínicos. De legado, principalmente, dejan muertos, desaparecidos, inseguridad y mucho dolor.
Definitivamente los últimos viejos dinosau- rios tricolores educados en “el sistema”, fallaron garrafalmente al momento de elegir a sus sucesores en la época de las presidencias panistas. Quisieron consolidarse como caciques en sus estados y solamente trajeron a personajes depredadores que rápidamente los desplazaron, los estigmatizaron y se apoderaron de todo: todos los cargos, todos los negocios y todos los recursos. Cuando ya no les alcanzó se endeudaron en forma estratosférica al amparo de diputados, que construyen sus carreras siendo los más sumisos de la historia.
Desviando miles de millones para ganar elecciones estatales y federales estos virreyes se apoderaron del PRI. Así, Peña Nieto de la mano de Humberto Moreira arrebata la candidatura tricolor a Manlio Fabio Beltrones. Luego, el Nuevo PRI vence a Andrés Manuel López Obrador y se queda con Los Pinos.
Un miembro de esta casta de gobernadores llegó a la presidencia del país y lo desmadró todo. Mató a la gallina de los huevos de oro, Pemex; contrató deuda externa hasta convertirla nuevamente en problema nacional; el peso se desplomó; los precios de los alimentos y los intereses bancarios se fueron a las nubes; mientras, los salarios pierden aceleradamente su poder adquisitivo; y la inseguridad y el crimen se multiplican. Por supuesto que los ciudadanos están molestos.
Tanto Enrique Peña Nieto como los gobernadores son reprobados sistemáticamente en las encuestas. El presidente aún maniobra para conservar su poder dentro del tricolor. Los virreyes del Nuevo PRI son encarcelados, sometidos a procesos en México y en el extranjero, muchos están amparados y algunos otros están prófugos. El toluqueño tiene muy estrecho margen de maniobra para operar su sucesión. Tal vez, en estos momentos, ya hasta dependa de los gobernadores, de sus maquinarias y sus recursos para retener Los Pinos. Y salvarse de la persecución política y judicial.
Peña sabe que para mantenerse fuera de las persecuciones políticas depende de los amarres que haga, ahora que tiene el poder, con sus aliados y con algunos de los adversarios. Una elección mal conducida el próximo año podría terminar en desastre, con mega manifestaciones y protestas masivas en muchos estados. Ya no sólo limitadas a los “pejistas”, amargados por las derrotas, sino enriquecidas por cientos de miles de clase medieros hartos de malos gobiernos.
La politización de las clases medias que se va generando en internet y las redes sociales están formando a una opinión pública con nuevos perfiles, que en primera instancia irá dirigida a intentar frenar abusos y corruptelas de la casta en el poder. Aunque también tratará de forzar a las institucio- nes a ganarse su confianza y acabar con la impunidad.
Los coahuilenses despertaron. Los movi-mientos sociales se alimentan de ideas. Solamente liderazgos inteligentes son capaces de mantenerlos vigentes, enfocados y poderosos. Solamente una comunicación estratégica perfectamente estructu- rada e implementada puede consolidarlos.
El experimento electoral rumbo al 2018 se da en Coahuila, y no en el Estado de México, actualmente. López Obrador se quedó pasmado y se atrevió a muy poco, lo lastran sus pasivos. El INE quedó muy golpeado y desgastado. A los consejeros no se les ve carácter y talento para enfrentar los retos de la mega elección del 2018, en el México polarizado. Ya flotan en el ambiente muchas versiones que traen nerviosos a la clase política. Mis viejos amigos espetan que la decisión respecto a la elección de Coahuila será política más que jurídica. Agregan que no siempre se gana todo, y que hay que sacrificar piezas en el camino.
Por lo pronto, los ciudadanos coahuilenses despertaron. Lo hicieron a destiempo y de manera inesperada. Si lo hubieran hecho 48 horas antes, Riquelme habría sido barrido en las urnas.
Sin embargo, aunque los movimientos sociales son emocionales, se alimentan con ideas. Y solamente liderazgos inteligentes son capaces de mantenerlos vigentes, enfocados y poderosos. Únicamente una comunicación estratégica perfectamente estructurada e implementada puede consolidarlos. De otra forma, así como surgen se desvanecen. No obstante, en las mentes de cada uno de los ciudadanos, permanecerá la conciencia de que su voz cuenta y que hay muchos miles que piensan como ellos; que no están solos. Y que todo podría estallar de nuevo, si vuelve a surgir el motivo.
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