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el periodico de saltillo

Febrero 2018

Edición No. 348


La educación y el proyecto de nación

 

Alfredo Velázquez Valle.

 

“…Lejos de esto, lo que hay que hacer es sustraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno.”
Carlos Marx (Crítica del Programa de Gotha)

“El fin inmediato de los sindicatos se concreta en la cuestión del salario y de la jornada.”
Carlos Marx (Trabajo asalariado y capital)

 

De cara a la Convocatoria lanzada a los trabajadores al servicio de la educación para la conformación del X Congreso Seccional Extraordinario de la Sección XXXVIII del S.N.T.E. del cual saldrán electos los delegados “efectivos” que avalarán la imposición del nuevo Comité Nacional de nuestro sindicato, expongo que:

De acuerdo al “Orden del Día”, en su cláusula séptima, denominada “Temario”, el punto 1.5.1 “La educación y el proyecto de nación” ha de debatirse amplia y profundamente ya que:

No podemos abordar el concepto de “educación” como categoría aislada del contexto del cual parece abstraerse; es decir, la educación no es un concepto huero, insustancial (ausente de significado), diríamos “cera blanda” en la cual se escribe lo que se desee.

La educación siempre ha sido como el concepto mismo de nación, una categoría más que sociológica, histórica que refleja –grosso modo- un presente que mucho tiene que ver con otros aspectos de la vida de los seres humanos de los cuales es parte interdependiente.

Recordemos la famosa afirmación de C. Marx en su “Crítica al Programa de Ghota” de 1859:

“El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.”

Enunciado sustantivo este que es válido aún más para el tema que nos ocupa. Expliquémonos: si queremos hablar de “la educación y el proyecto de nación” (de la escuela, de los alumnos, de los maestros, de los planes de estudio, de las políticas de Estado, de los requerimientos del “sector productivo”, etc., etc.), tendremos ante nosotros un mundo de entramados y vasos comunicantes de compleja y múltiples nivelaciones que irremisiblemente desembocarán en determinada “estructura económica” la cual les condiciona y les dará contenido, como el derecho mismo, que no es sino la expresión jurídica de relaciones sociales de privilegio y exclusión surgidas del entramado económico.

Pero, si aunamos a este complejo social (escuela-Estado), el relativo al que tiene que ver entre la educación y el proyecto de nación con el del magisterio mexicano como grupo definido a partir de sus intereses sindicales (que en esencia son y serán económicos), las variantes implicadas tomarán tal forma para su explicación y posible toma de posición de los maestros con relación a la escuela y el Estado mexicano, una claridad sino prístina, por lo menos con posibilidades de, en primera instancia, comprensión; condición ésta indispensable para definir una política sindical (económica) que, aparte de coherente, sea leal a los intereses legítimos de los trabajadores de la educación con respecto al gobierno federal, representante en primera instancia de los intereses del Estado nacional.

En efecto, el Estado y la escuela -no como binomio sino más bien como origen y resultado respectivo de una organización económica específica y resultado de un proceso histórico-, han demandado cierto tipo de ciudadanía educada que corresponda con los intereses no de una nación que “por encima” de grupos y clases vela por los intereses de todos, sino más bien que se corresponde a las específicas demandas de quienes se detentan como los dueños de los medios de producción, en el caso que nos ocupa: nuestra burguesía nacional-dependiente.

Es aquí precisamente en este punto (donde confluyen capital-propiedad privada y sectores de la burguesía) donde hay que ubicar el papel del Estado y el tipo de escuela que éste sector social demanda; determinando, grosso modo, y por consiguiente el tipo de educación y ciudadano que se requiere, incluso, y muy primordialmente el profesorado.

Así, que si hemos de hablar de la educación -y de los maestros que la imparten-, que el Estado promueve partiendo del proyecto de “desarrollo” e intereses que denominando nacionales son en realidad de clase, tenemos que estar conscientes que será el proyecto que obedece a un sistema económico-político específico de clase: el sistema capitalista en su versión actual.

De otro modo: el proyecto de nación no es otro que el proyecto económico-político que la clase dominante impone a las demás clases y sectores sociales del conjunto de la sociedad: la burguesía. Hablar del proyecto de nación en una sociedad dividida en clases sociales es hablar del proyecto de unos cuantos para beneficio de unos pocos.

Éste proyecto específico de clase, e impuesto a escala mundial llamado “neoliberalismo” y que ha provocado la debacle de todo tipo de organizaciones sociales y de lucha sindical que han pretendido oponer resistencia y que atenta contra los derechos del trabajador, es el que ha de impugnarse por ser precisamente eso: el proyecto de las clases que defendiendo sus intereses atentan contra los nuestros; capitalismo bárbaro (excusando el pleonasmo) que ha ido minando, desmantelando y, por último, neutralizando desde dentro (cuando no ha podido desaparecerlas) a todas aquellas organizaciones de resistencia proletaria, como lo son precisamente los sindicatos. Hoy nuestro Sindicato es rehén de camarillas corruptas al servicio de los intereses dichas clases explotadoras y que, traidores contumaces del trabajador magisterial, deben ser llamados a cuentas.

En efecto, el propio S.N.T.E. ha sufrido el embate de este modo específico de obrar del capital, su burguesía… y sus esbirros de toda laya y de entre los que destacan los gobiernos constituidos así como los cuerpos represivos al servicio del mismo Estado neoliberal: las distintas policías locales y estatales así como del propio ejército nacional (recordad a los cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa “desaparecidos” –eufemismo de asesinados- por las fuerzas coludidas “de seguridad” del Estado nacional).

Dentro de éste específico, abigarrado y ríspido contexto de repliegue de las fuerzas del proletariado mundial y nacional ante un Estado leviatán (cuenta con todo el aparato represivo e ideológico jamás imaginado) al servicio de las élites mundiales y locales, los trabajadores de la educación en México deberán tomar en cuenta los distintos escenarios de entre los cuales deberán dar la batalla por la sobrevivencia como clase social combativa, en pie de lucha, o, en su defecto, la aniquilación de la fuerza trabajadora magisterial como clase y su definitivo descenso a nivel de esclavos del capital (en esto último no hay hipérbole alguna).

Escenario y retroceso, reforma educativa y política neoliberal, servicio profesional docente y represión peñanietista, parálisis sindical (ausencia de convenios sobre derechos y prerrogativas sindicales) y ahondamiento de la intransigencia del gobierno para el diálogo con la base magisterial, nefasto charrismo sindical, o lucha digna de los maestros por su redención laboral, etc., etc.

En este X Congreso extraordinario seccional del cual habrán de ser electos los delegados al Congreso Nacional de nuestro Sindicato, hemos de poner suma atención en quienes hablarán por nosotros; de si serán los mismos mercaderes de intereses mezquinos, o verdaderos tribunos que con el valor propio de quien verdaderamente lleva la voz de sus representados haga énfasis en que se realice un balance real –la realidad es holística, jamás es fragmentos- de las condiciones laborales de toda la membresía magisterial para, en base en ello, plantear al pleno nacional perspectivas de resistencia y estrategias de lucha reales, objetivas; lucha por recuperar los logros sindicales perdidos y de aquellos que están a punto de perderse en éste sexenio de thermidor.

Importante será, así mismo, tomar conciencia -partiendo de éste balance real- de que tendremos que jerarquizar, priorizar de entre los innumerables tópicos que confluyen en la vida sindical; es decir, de entre los temas que se proponen a debatir en este DÉCIMO CONGRESO, saber bien cuales son de principalísima importancia y cuales, por el contrario, dependen de aquellos otros. Separar la semilla de la paja.

En todo ello, va implícita la tarea del uso de un lenguaje preciso, científico (Materialismo Histórico), pertinente y capaz de ofrecer las herramientas de análisis que den como resultado una comprensión de la realidad tal que nos permita saber que tiene prioridad sobre qué otra cosa en esta lucha desesperada por nuestros derechos. Louis Althusser, en su obra “La Filosofía como arma de la revolución”, ha sabido expresar la importancia de las palabras, del lenguaje, cuando nos alerta:

“…En los razonamientos científicos y filosóficos las palabras (conceptos, categorías) son “instrumentos” de conocimiento. Pero en la lucha política, ideológica y filosófica las palabras son también armas: explosivos, calmantes o venenos. Toda la lucha de clases puede, a veces, resumirse en la lucha de una palabra contra otra palabra. Ciertas palabras luchan entre ellas como enemigos. Otras dan lugar a equívocos, a una batalla decisiva pero indecisa.”

Es por ello que el lenguaje, como expresión de la política se manifiesta en esencia, como una batalla por saber identificar la palabra-mentira, la palabra-equívoco de la palabra justa. Solo ello nos permitirá saber si es de igual importancia, por ejemplo, el New Letter que la educación como política de Estado; el poder discernir si es de importancia equiparable e independiente del contexto, el fortalecimiento de la cultura de protección civil y el tópico relativo a la certeza laboral, que por cierto figura en el punto ocho muy por detrás de “link conéctate”. Difuminar, esconder, atomizar es, en esencia: confundir y perder la sustancia en las formas.

Así, resulta alarmante ver que dentro del Temario dado a conocer para ser trabajado por las mesas respectivas no cabe un punto sobre, por ejemplo “¿Qué es el Estado?, “¿Qué la reforma educativa y qué otra cosa los derechos sindicales?”, “sobre Estado y conflicto de intereses con la base magisterial”; no hay espacio, en fin, para debatir y tomar acuerdos para impugnar las recientes reformas implementadas por el Estado a rublos tan sensibles a los derechos sindicales como lo son el escamoteado derecho de que el trabajador ostente horas en propiedad, el sistema de pensiones y/o el servicio médico.

No existe un punto que pretenda analizar el verdadero juego democrático al interior de los distintos cuerpos sindicales; demeritado, por otra parte en razón proporcionalmente directa por el ejercicio de la imposición de líneas de acción de la dirigencia a la base. Algún punto, de entre tantos, que trate de explicitar –develar- la insana, corrompida relación Estado-Secretariado General del S.N.T.E., etc.

No hay propuesta válida sin conocimiento certero de la realidad; no podemos priorizar, al menos en nuestro temario sindical lo que al Estado clasista le importa mantener como cierto y válido –socavando con ello nuestros intereses gremiales- y dejar hasta el último punto de dicha lista temática aquellos asuntos que son torales para nuestra propia sobrevivencia como trabajadores: los asuntos económicos.

Por todo lo anteriormente expuesto propongo:

Modificar radicalmente dicho temario y poner sobre la mesa de discusiones lo que legítimamente nos convoca como trabajadores miembros de una organización gremial: el quehacer sindical y que implica la IMPOSTERGABLE cuestión relativa a la reforma educativa (que sabemos es económico-laboral), su impacto en nuestros derechos y la estrategia que deberá seguirse, según se acuerde democráticamente, para SU TOTAL ABROGACIÓN.

 

 
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