Utopía

De reconocimientos, mafia y prietos

Eduardo Ibarra Aguirre.

Los precandidatos llegan al final de las precampañas por Los Pinos y viene una fase en la que muy pocos saben qué sigue, pueden hacer y qué no Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, con 34, 23 y 18 por ciento –de acuerdo con Reuters Parametría– en las preferencias ciudadanas. Tendencias que en general confirman las casas encuestadoras, salvo las muestras hechas por encargo del cliente y que sitúan al señor “Yo mero” en segundo lugar.

Una semana antes del cierre de las precampañas, Enrique Peña Nieto clamó en un acto faraónico organizado en la capital queretana con el pretexto de que la Constitución empieza a transitar por el segundo siglo: “Las acciones realizadas en décadas recientes impulsaron el desarrollo y bienestar del país, por lo que las propuestas planteadas en tiempos electorales deben tomar en cuenta lo que se ha hecho. Desconocer los avances alcanzados es faltar a la verdad, desinformar a la sociedad y degradar a la política”.

El señor quiere que AMLO, Anaya y Meade, además de los tres “independientes” que aparezcan en la boleta para sufragar 1 de julio, reconozcan lo que realizó desde hace 5.2 años.

Los opositores difícilmente atenderán la exigencia, si acaso Meade Kuribreña que de convertir a México en “potencia” ahora ofrece un país “chingón”, como si las palabras sustituyeran realidades que enojan, irritan y hasta encabronan a la mayoría de los mexicanos a pesar de las reformas estructurales que cada día pierden apoyo, la energética ya es minoritaria.

Pero ni Meade atiende la petición de su jefe político. Mas tiene razón, pues lo que él requiere es deslindarse de Peña Nieto, como se hace cada seis años, y entre más tardan menos crecen, sean priistas o panistas o “sin partido”. Usted podrá observar al treintañero PRIAN en plena acción en julio, ahora envuelto en el tragicómico PRD.

Tampoco Enrique Ochoa atiende la petición del titular del Ejecutivo. El presidente del Revolucionario está muy ocupado en denostar a Obrador llamándole López –en una copia del “señor López” de Santiago Creel en 2005, en paralelo al desafuero que armó el dizque demócrata Vicente Fox–, poniéndole apodos y denunciado las presuntas corruptelas de Anaya Cortés en los micrófonos de Grupo Radio Fórmula a su disposición.

Y ya entrado en gastos el exitoso empresario de 115 taxis en propiedad, perdió el control y vociferó en la Convención Estatal de Delegados de Tabasco: A “los que se van huyendo a Morena. Son los prietos. Y a esos prietos desde aquí les decimos. Les vamos a demostrar, son prietos, pero ya no aprietan”; las porras, aplausos y matracas de los asistentes entraron en acción. Y el dirigente priista festejó su desplante racista en Twitter, pero la crítica generalizada lo obligó a retirar lo que llamaron mensaje discriminatorio y de odio. Reculó y pidió disculpas el tocayo de Peña.

Nada que ver con el adjetivo político alusivo a los “hombres de la mafia del poder” que le aplicó Obrador a Enrique Krauze y Jesús Silva Herzog-Márquez, porque lo llamaron “mesiánico, oportunista y autoritario”; el de Macuspana precisó:

“Cuando les digo ‘llamar a la unidad’ es a todos y ofrecer también disculpas si mis palabras ofenden (…) por la forma en la que me expreso, lo tengo que hacer, de vez en cuando, cuando se pasan y pontifican, entonces yo aclaro, si se ofenden, ofrezco disculpas porque si no se confunde mucho a la gente; por eso, de vez en cuando es necesario llamar a las cosas por su nombre”.