A la pepena del voto electorero
La codicia de los políticos y la manipulación impúdica de los ciudadanos
Adolfo Olmedo Muñoz.
“Un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada.”
Así definió Oscar Wilde al “cínico”. |
La política en nuestro país ha llegado a su nivel de incompetencia al transitar de una lucha ideológica para alcanzar y ejercer el poder, a una riña callejera, campal, cabaretera, muy vulgar y corriente, mientras en el mundo se presentan barruntos de tormenta, por una augurada conflagración económica mundial en la que nuestro país será, se dice, uno de los principales damnificados.
La perversidad de la política es evidente en la frivolidad, la banalidad, la burla, el escarnio y el abuso de un lenguaje impúdicamente inmoral y soez, en un afán provocativo en el que se confunden, desde un juego de abalorios, hasta una pepena del voto; a la recolección de un apoyo ciudadano que uno quisiera que fuera consciente, razonado, comprometido en la verdadera búsqueda del progreso de la nación, pero por lo que se ve, esa masa confusa está resultando incapaz de responder acertadamente a la balumba de desinformación provocada por un uso inadecuado de los instrumentos que el avance tecnológico nos ofrece hoy para una comunicación interpersonal, que está contribuyendo más a un desorden que a un orden de las ideas.
En esta feria de improperios, de mesiánicas arengas, de tibias presentaciones, de provocadoras confrontaciones, de avidez protagónica y embusteros “pactos” electorales, como en una hondonada estercórea se pierde inmerso el INE, sin capacidad para arbitrar un “encuentro” tan cochino.
La inequidad en el reparto de los recursos electorales es evidente, no tanto porque se favorezca deliberadamente a uno u otro, sino por el libertinaje con que se auxilian los partidos y asociaciones, para financiar campañas que como hemos dicho, resultan escatológicas, y están derivando en el abuso de ruido electoral pernicioso.
La ciudadanía se halla indefensa ante tal alud y, por tanto, no se sabe a ciencia cierta, ni cuales son las tendencias a favor o en contra del voto, ni cuales los planes a seguir por cada uno de los aspirantes a puestos de elección popular. Las encuestas están al mejor postor y los números en manos de prestidigitadores profesionales.
Como hemos visto en más de una ocasión, el “innombrable” -que, por cierto, ¿cómo será la imprudencia en la política actual, que ya hasta sus correligionarios se jactan del “descrédito” que conlleva ese apelativo de “innombrable”? y que corresponde al “suspirante” Andrés Manuel López Obrador- quien se allega a cualquier oportunista, sea cual sea su moral, su fama (o infamia) pública, su credo político o su actividad, licita o ilícita. Y peor aun ¿cuáles serían sus intenciones? ¿Qué buscan? ¿expiar un pasado oscuro?
Postura más mesiánica no puede revelarse cuando con dicha “actitu” (hablando como el peje) evidencia que al llamado a sus brazos, aunque sean pecadores, los acoge para purgar sus pecados cometidos ya sea en el ámbito privado de oscuras finanzas, en el social en apoyo de dirigentes oportunistas y amorales; hasta del medio deportivo… y lamentablemente hasta en espacios de la cultura a través de trasnochados seudo intelectuales de una izquierda caduca, a quienes ofrece e ingenuamente aceptan para ir en busca de un paraíso locuaz que se ha forjado en la imaginación, que a la fecha es más un galimatías que una propuesta racional, científica, asequible a una sociedad como la nuestra.
Me pregunto cómo habría catalogado un dramaturgo como Oscar Wilde a Andrés Manuel López Obrador, cuyo pragmatismo oportunista está rayando espacios más allá del cinismo. ¿Simplemente así: como un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada?
Los caminos del “Peje”, se asemejan más a senderos hacia cuevas del infierno, sin fondo, sin salida. Pero el caso de Ricardo Anaya Cortés es todavía peor, pues él si ha entablado ya un pacto con el chamuco. Vendió su alma por un montón, presumiblemente magro, de indefinidos votos amarillos y naranjas, mientras sus azules se desvanecen entre los hediondos gases de la enrarecida política panista.
José Antonio Meade no se escapa del todo de esta mascarada. Amén de que su campaña ha resultado tibia, insulsa, falta de personalidad, pero peor aún, sin una visible ruta de escape, a pesar de que algunos agoreros vaticinan que será cambiado “en breve”, como cuando fue “cambiado” Luis Donaldo Colosio Murrieta (aunque no en forma tan sanguinaria). No lo creo, es el perfil más sólido y viable para el futuro de nuestro país.
A pesar de la “ingenua” apariencia de José Antonio Meade, no cabe duda de que es el candidato con un soporte partidario más firme, aun después de las versiones de que amplios sectores del priismo tradicional, el priismo del voto duro, están dubitativos y algunos (como en el caso de algunos políticos y ex políticos coahuilenses) hasta han pensado en emitir su voto a favor de AMLO, por una supuesta “comunión ideológica”, lo cual no deja de ser otra aberración que desconoce el verdadero sustrato del nacionalismo revolucionario mexicano.
Por ello, no se sabe aun a ciencia cierta cual será la respuesta del PRI sino hasta las urnas, por lo pronto habrá que cuestionarnos, ¿cuál es la posición de los auténticos grupos priistas, como el Grupo Atlacomulco?; ¿existe una verdadera fuerza cohesiva en el seno de los patriarcas del “PRIato” como para sortear la anarquía reinante?
Sin embargo, algo está quedando muy claro, el oportunismo de los políticos mexicanos es cada día más cínico y procaz. En este juego de abalorio los argumentos se han tornado abstrusos, torpes en forma de exabruptos, de amenazas, de una avidez protagónica descarada y torpe, como la de Javier Corral Jurado, quien nació en El Paso, Texas. Corral no ha podido disimular su verdadera intención de enfrentar al sistema por cualquier motivo, llevando a cabo, incluso, una descarada persecución política en contra del priista Alejandro Gutiérrez. Aprovechando el momento político electoral, se desliza ocultando sus verdaderas intenciones presumiblemente conspiratorias en favor de camarillas terratenientes de la entidad que representa.
Otro fanfarrón, más conocido como “el bronco”, por ahora ha salido poco a los medios comunicativos, pero por que está preocupado por ocultar las formas en que se allega firmas para su validación como candidato independiente. También tras bambalinas cabildea la esposa del expresidente Felipe Calderón (presunto nepotista), quien, como AMLO, anda a la pepena de cualquier desecho o paria y en su caso mayormente de los renegados del panismo por ser adversarios, precisamente de quien abandera las causas (a estas alturas diríamos “¿Cuáles?”) del Partido de Acción Nacional (SIC).
Vivimos un momento histórico de crisis; de crecimiento, si partimos de la etimología de la palabra, o simplemente de cambio, en busca de una mejor democracia y una consecuente mejora de los niveles de vida en nuestro país, pero también en el ámbito internacional se sufre un agotamiento de muchas fórmulas de la diplomacia, que auguran tormentas de las cuales, se prevé como las más deplorables, las que se den en los campos de la economía; afectaciones que como ya apuntamos, podrían perjudicar más a países que como el nuestro, están en vías de una consolidación del desarrollo.
Por todo ello, el peligro de caer en la demagogia, o en manos de la anarquía o del populismo, debería ser un motivo más que importante para enderezar el debate de los políticos, en lugar de toda la escoria que hoy, como auténticos recolectores de basura dedican a pepenar “lo que caiga” sin importar los verdaderos intereses nacionales; el de los mexicanos en general, sin facciones.
O usted, amigo lector, ¿considera congruente el lenguaje de los políticos? ¿jerga sucedánea de la que anhelamos todos los mexicanos? Aun queda -aunque poco- tiempo para reflexionar. Por lo menos eso creo. |