Chile y Perú, retos no resueltos
José C. Serrano.
El Papa Francisco emprendió una gira pastoral a dos países andinos, Chile y Perú. El periplo inició el 15 de enero y concluyó el 21 de este mismo mes. Jorge Mario Bergoglio, su nombre de pila, sacerdote jesuita nacido en Argentina, ha sido mencionado por sus biógrafos como un hombre sencillo, austero y cercano a los más necesitados.
El viaje a los dos países sudamericanos, desde su preparación, quedó marcado por la sombra de los abusos sexuales por parte de varias decenas de clérigos. Previamente y a la llegada de Francisco, se divulgaron en Chile denuncias contra 80 religiosos. El obispo de Osorno, monseñor Juan Barros fue el más señalado por encubrir a los pederastas, particularmente al sacerdote Fernando Karadima. El pontífice se manifestó en favor del obispo. A los medios que cuestionaron la conducta de Barros les exigió pruebas sobre ese presunto encubrimiento.
La agenda del obispo de Roma estuvo saturada de principio a fin: misa en el parque O’Higgins, que se esperaba fuera multitudinaria, mas no cumplió la expectativa; visita al Centro Penitenciario Femenino, sin mayor trascendencia; eucarestía en un encuentro con jóvenes mapuche. Esto ocurrió en Temuco, capital de la Araucanía ubicada al sur del país.
En la víspera de la llegada de Bergoglio a la región circuló entre sus habitantes un posicionamiento de los dirigentes de la etnia, en la que reclamaban que nadie les pidió permiso para realizar una ceremonia católica, y que no entendían cómo un hombre de paz aceptó ir a un territorio en conflicto que lleva varias décadas de evolución, por el despojo de las tierras originarias perpetrado por el Estado chileno. Denunciaron ante el pontifice que desde el año 2000, 13 activistas mapuche han sido asesinados por exigir el respeto a sus derechos fundamentales. Recalcaron que la persecución es un hecho.
En la agenda del Papa estaba previsto que en ninguno de esos países recibiría a las víctimas de abusos sexuales, una conducta que marcó sus visitas a México cuando se negó a reunirse con las víctimas del líder de la congregación Los Legionarios de Cristo, el sacerdote Marcial Maciel, fellecido en 2008. Para contrarrestar esta actitud del máximo jerarca de la Iglesia Católica, activistas de Santiago, la capital chilena, hicieron pública una carta abierta suscrita por víctimas, abogados y laicos, con el fin de recordar al Papa que tiene una deuda pendiente, que la clerigalla debe saldar.
A su llegada a Perú, el Papa Francisco, fue recibido con entusiasmo y fervor. Los contingentes de feligreses fueron numéricamente superiores a los de Chile. En una visita de tres días a este país andino, pudo darse cuenta de que lo recibían como a un héroe, como un guía espiritual, como un líder moral, alterno y sustitutivo en el imaginario colectivo.
En un acto masivo, el obispo de Roma lanza una pregunta estremecedora: ¿Por qué todos los ex presidentes peruanos acaban presos? Él mismo eslabonó algunas conclusiones: “La política está enferma, muy enferma en América Latina. Hay excepciones, pero en general, está más enferma que sana”. Esta reflexión también fue escuchada por los obispos peruanos con los que se reunió el 21 de enero en la capilla del palacio arzobispal.
A los mismos obispos Francisco les reiteró la interrogante: “¿Qué pasa en el Perú que, cuando uno deja de ser presidente lo meten preso? Humala está preso, Toledo está preso, Fujimori estuvo preso, Alan García está en que entra y no entra; el mismo Pedro Pablo Kuczynski, actual presidente, también está inmerso en problemas de delitos. ¿Qué pasa?”.
Quizás algún día los católicos ofendidos por abusos sexuales cometidos por clérigos, le pregunten al pontífice argentino, ¿qué tanto contribuiría la eliminación del celibato en la formación sacerdotal, en la extinción de ese excecrable delito que es la pederastia? |