Habemus candidatos presidenciales

Eduardo Ibarra Aguirre.

Formalizadas las candidaturas presidenciales de Andrés Manuel López Obrador en un hotel capitalino, Ricardo Anaya en el Auditorio Nacional y José Antonio Meade en el Foro Sol con “18 mil delegados”, los actos evidencian la necesidad imperiosa de mostrar el músculo de los partidos Revolucionario, Verde y Nueva Alianza, por un lado; y por el otro Acción Nacional, De la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, desde la Ciudad de México para todo el país, mientras el tabasqueño sigue al frente en forma holgada en todas las encuestas que no son realizadas al gusto del que las paga, y acaso por ello no gasta pólvora en infiernitos.

Sin embargo, pese a la clarísima ventaja del candidato de Juntos Haremos Historia,  “las élites empresariales y financieras del país no parecen impresionadas”, reportan en El Financiero Justin Villamil y Eric Martin. La explicación que brindan es que el 85 por ciento de los altos ejecutivos encuestados por Banco Santander aseguraron en enero que AMLO será derrotado el 1 de julio.

Tal confianza explica por qué “los mercados mexicanos se han mantenido tan bien a medida que López Obrador (quien por años convierte al ‘neoliberalismo’ en el enemigo número uno en sus discursos y prometió revertir los esfuerzos para abrir la industria petrolera estatal) aumenta la ventaja sobre un par de candidatos más convencionales”.

Sólo que la explicación ignora lo que opinan los accionistas, los propietarios de los consorcios mexicanos, incluidos los multinacionales, así como las trasnacionales establecidas en México y que son, junto con las aztecas, amos y señores de la economía.

También confunden los reporteros los dogmas anti AMLO con la realidad, pues si en el discurso de éste figurara el capitalismo salvaje como “el enemigo número uno”, no encabezaría las preferencias ciudadanas, amén de que todavía no existe una mayoría nacional contra el modelo económico macro, hegemónico en México y la aldea a pesar de los desastres humanitarios, medioambientales y de concentración de la riqueza en el 1 por ciento de los habitantes y 800 millones que subsisten en la miseria.

En el mejor de los casos, y esto en dependencia de la correlación de fuerzas que se construya a lo largo del sexenio y sobre cada tema específico, López –como lo llama el PRIeto que no aPRIeta y del que ya exigen su renuncia a la presidencia del tricolor–, achatará las aristas más filosas del modelo empobrecedor de las mayorías y enriquecedor de las minorías.

Mientras tanto Peña Nieto expresó su confianza en que el PRI, crecerá en la contienda. A la vez que se comprometió a actuar con respeto al marco legal de cara a la elección, aunque “conforme a mis derechos políticos”. Respeto que no mostró en junio de 2017 en el estado de México y Coahuila, con un fraude sin precedente en el primer caso y la conducta cómplice de Ricardo Anaya.

Y Meade Kuribreña insiste en la versión de que AMLO lleva una exposición mediática de 300 millones de promocionales desde 2006 que busca la Presidencia de la República, mientras que Anaya Cortés acumula 59 millones, y él apenas tiene 54 días. Con todo respeto, son ganas de hacerle al tío Lolo. Más aún cuando se resiste a vincular el lejano tercer sitio en el que las encuestas lo ubican con el bajo índice de popularidad de Peña. Pero Meade se resiste a realizar cualquier deslinde con su gran elector y jefe. Promete hacerlo respecto de los problemas y temas que generan insatisfacción ciudadana, pero no del equipo gubernamental. Sólo que era para ayer.