La incertidumbre envuelve a la elección presidencial

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Jorge Arturo Estrada García.

El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros.
Ambrose Bierce, escritor estadounidense.

La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida,
por la elección hecha merced a una mayoría incompetente.
George Bernard Shaw, escritor irlandés.

Yo conozco al pueblo: cambia en un día. Derrocha pródigamente lo mismo su odio que su amor.
Voltaire, Filósofo francés.

La corrupción y la partidocracia hartaron a los ciudadanos y podrían colocar a Andrés Manuel López Obrador en Los Pinos. Sin embargo, ambos fenómenos seguirán vigentes, la transparencia y rendición de cuentas no es el fuerte del tabasqueño, ni tampoco la selección de sus colaboradores ni de sus aliados. Su discurso, ambiguo y contradic- torio, parece haber captado la intención de voto de millones de mexicanos. Con él no habrá combate ni a la delincuencia, ni a los saqueadores de las arcas públicas, tampoco mejores empleos y salarios, sólo el ejemplo y el amor que emanará de su persona, bastaría para corregir las cosas, junto al reparto de dinero en algunos sectores. ¿Cuál sería la sorpresa, que gane López Obrador o que gobierne bien?

Sería, entonces, una presidencia imperial, con una mezcla de mesianismo, con un caudillo infalible y con una base social amplia, popular, con la que el nuevo presidente de México gobernaría. ¿Pero, sería una base social militante que le abriría la puerta a los cambios constitucionales insospe- chados?

La incertidumbre y el miedo, las variables principales de la elección. López Obrador ya ganó la campaña presidencial, como lo hizo en sus anteriores intentos, sólo que ahora en el tramo final parece imparable. Sin embargo, todavía falta el día de la jornada en donde muchas cosas que rompen la lógica suceden. Ese día, el dinero corre a raudales, la gente es movilizada por millones y las voluntades se compran y venden. Las estructu- ras profesionalizadas, que operan en los estados priistas, dan la voltereta a las encuestas y hasta desaniman a vigilantes y funcionarios de casillas. Se acaban los ciudadanos y es momento para los mapaches. Es la alquimia haciendo magia en el siglo 21. Parte de la incertidumbre actual es a favor de quién operará. ¿Finalmente, Meade ha sido abandonado?

Si Andrés Manuel salta ese obstáculo la victoria será suya. El PRI-AN habrá sido consoli- dado en el imaginario colectivo como el enemigo a vencer y el culpable de todas las penurias que padecemos. Los cual es cierto en gran parte.

La incertidumbre envuelve a la elección presidencial de México de julio próximo y también lo que pase luego del primero de julio. Se han discutido extensamente los procesos disruptivos y los votos antisistémicos. Es difícil enmarcar al proceso mexicano en alguno de estos escenarios. Pero como siempre la política local tiene mucho de sui géneris.

Las elecciones en donde Donald Trump y el Brexit resultaron ganadores han dado pie a muchas discusiones en el mundo. En ambos casos, el factor común es la ruptura con una visión política, económica y social, por parte de los electores que se sintieron que dentro de esa visión no iban a tener una mejor calidad de vida; y que por el contrario se les iría deteriorando más. Los norteamericanos e ingleses que votaron mayorita- riamente contra la “sensatez del modelo imperante” han causado alarma entre los grupos conservadores y los analistas políticos.

Los norteamericanos votaron por un perso- naje que agrede y amenaza todo y a todos, al mismo tiempo: Enfrenta a China comercialmen- te; desafía militarmente a Corea del Norte e Irán, que cuentan con arsenales nucleares, confronta a Rusia atacando a sus aliados; amenaza a corpora- ciones que invierten fuera de Estados Unidos, humilla a México con la construcción de un muro que deberá pagar y usa al Tratado de Libre Comercio que es lo único que mantiene a flote el empleo y la economía del país como elementos de sometimiento y propagandísticos.

Trump nos colocó en la mira de su clientela política como los malos, los casi subhumanos que estropearon el American Way of Life, nos usa como pivotes para su reelección. Él supo escoger a sus targets electorales y llegarles al corazón de sus frustraciones.

En el caso del Brexit, los problemas económicos y sociales de los clasemedieros ingleses decidieron que la Unión Europa era costosa para su forma de vida: demasiados países que rescatar de sus excesos y derroches (Grecia, España y Portugal), demasiadas reglas de minorías que cumplir, demasiados extranjeros e inmigrantes que adoptar. También optaron por una impensada ruptura por medio de una votación en el marco de un país irritado.

Para la elección del próximo mes en México, la incertidumbre es la variable principal. El electorado está sobre informado, es militante, tímido, agresivo, inseguro, muy dividido y descon- certado. Es un proceso electoral sin ideologías, ninguno de los tres candidatos, pugna por el cambio de modelo hacia la Tercera Vía, la izquierda o a la socialdemocracia al menos, nadie se atreve a desafiar al mercado. Los tres son hombres del sistema, aunque pretendan no serlo. Más bien, es una pugna entre la ortodoxia neoliberal y el populis-mo. A veces, salpicada del discurso de AMLO de ricos contra pobres. El populismo en los países desarrollados, al estilo Barack Obama, trata de ocuparse de los temas sociales y no dejarlo todo al mercado; en el tercer mundo ha sido sinónimo de desorden económico, contratación de deuda y escaso progreso social. Cualquier duda al respecto, si se consulta la historia, se vería resuelta.

Otra variable, también predominante, es la del miedo. El miedo al cambio; el miedo a que las cosas permanezcan igual, con los mismos corruptos. El miedo a que a los ciudadanos nos vaya peor y a que el país se vea inmerso en un caos económico que termine en una crisis enorme. Como las que ya vivimos hace un par de décadas.

Nos enfilamos a una elección presidencial que podría ser histórica por la participación social, por la tercera candidatura de López Obrador, y por su aparente clara ventaja; por la desaprobación enorme al presidente Enrique Peña Nieto, a su partido y la debilidad de José Antonio Meade; y la mala campaña de Ricardo Anaya y las rupturas que provocó al seno de su partido. Las encuestas podrían estar subestimando el número del voto oculto y el destino del mismo. Igual, podrían estar reflejando un triunfo contundente de Obrador con una afluencia enorme de votantes.

También la operación política del PRI el día de la jornada electoral podría alterar muchas cosas: que los representantes opositores nos se presenten a cuidar sus casillas y sus votos, que los ciudadanos funcionarios de casilla no se presenten y sean sustituidos por el primero en la fila, lo que dejaría en manos tricolores las decisiones internas y el traslado de las urnas; también lo de siempre: miles de acarreados convencidos o motivados, con tarjetas, programas o metálico que se encargarán de llevar sufragios a algunos de sus candidatos que los gobernadores quieran salvar.

El PRI no se resignará a perder gubernatu- ras ni mayorías en las cámaras, podría significar su desaparición como partido. Seguramente, algunos exgobernadores y gobernadores intenta- rán apropiarse de la franquicia. Son los que tendrán dinero para pegar los fragmentos.

Andrés Manuel López Obrador es un perso- naje que en 18 años en campaña ininterrumpida ha aprendido mucho. Sus dolorosas derrotas le dejaron grandes enseñanzas. Le hicieron ver la necesidad de contar con un partido; de no lanzar discursos incendiarios, ni medidas radicales, de no alborotar en plazas y calles; de no asustar a las clases medias del interior del país, de contar con personajes locales prestigiados, para que lo anclaran en el norte; de predicar el amor y paz, el reparto de dinero a las minorías; de prometer cambiar a los malos y los corruptos con amnistías y su ejemplo.

En un país tan harto de los pésimos gober- nantes, de su corrupción, de su partidocracia, de sus mentiras y de su cinismo. La toma de decisio- nes se complica, por ahora el miedo manda. Miedo al cambio y a que las cosas sigan igual de malas.

¿Quién ganará la elección? ¿Los ciudadanos con sus votos en cantidades inéditas o el sistema, que siempre se reacomoda y que en el México moderno nunca ha perdido? ¿O la partidocracia seguirá con sus pactos e impunidades? Los ciuda- danos sólo tendremos un día para marcar diferen- cia y tal vez el resto de la vida para arrepentirnos.

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