Con un nuevo “Huey Tlatoani”. El poder atomizado, “Viva el poder”

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Sergio Aguayo, ególatra culterano, más tenaz que ideólogo.

 

Adolfo Olmedo Muñoz.
ed. 355, septiembre 2018

“Dime de qué presumes y te diré de qué careces”
Voz popular.

 

La labor de los comunicólogos se ha vuelto muy difícil, riesgosa y hasta inútil ante el gran galimatías en que se ha encadenado al lenguaje comunicacional, desde la víspera de la elección del primero de julio pasado. La verdad se ha vuelto de quien la pronuncia y no de quien la tiene. Las versiones informativas no acaban de consolidarse en un medio en el que hoy se declara una cosa y mañana se modifica, si no es que se desmiente cínicamente y a veces de manera encubierta en un: “ya veremos, vamos a consultarlo con el pueblo”.

Tal parece que ese será el sino de una nueva administración del poder, tanto en lo político, económico, religioso, militar, académico, social, laboral, cultural, y por encima, obviamente de los sedicentes poderes legislativo y judicial. Auténticas cuevas de ladrones hasta ahora.

La revuelta arengadora del llamado Movi-miento de Renovación Nacional, Morena, se fincó a todas luces en el cuasi anonimato de las llamadas “redes sociales” con la complicidad cualificada de destacados, y algunos, prestigiados comentaristas de la política como Carmen Aristegui, resentida, casi casi hasta despechada, contra el presidente Peña Nieto; Lorenzo Meyer, ditirámbico propagandista de una izquierda incompatible con nuestra cultura; Carmen Casar, epígono de todos y de nadie; Sergio Aguayo, ególatra culterano, más tenaz que ideólogo; Paoli Bolio, expulsado de las filas panistas y refugiado de donde se halle; José Woldenberg, además de oportunistas “encuestado- res” que hicieron su “agosto” en los meses de precampaña, como magos de la imaginaria electorera.

Además de muchos otros embozados comunicadores que, sistemáticamente, socavaron el poder institucional y propiciaron un cambio que promete justicia y progreso en el marco de una social democracia descolorida, pues quién sabe en el pueblo, de las bases ideológicas de dicha corriente que por cierto nace en Alemania, donde se ha aplicado, seguramente con acierto y éxito pues allá si existe una sociedad avanzada, consciente, participativa y sobre todo culta y civilizada, ingredientes que les permite librarse de un sometimiento propagandístico tendiente, la más de las veces, a un sometimiento totalitarista.

A estas alturas, septiembre de 2018, se denota en el ámbito político y el resto de la vida social, y se percibe una embestida abrumadora; horda sedienta que anhela ir más allá del poder temporal sexenal, lo cual es proclive a caer en una sofisticada forma de totalitarismo, no ya de aquella que se propagaba como la “dictadura del proletariado”, aunque es claro que se trabaja ya por crear los “burós políticos” dentro de todos los sectores de la sociedad mexicana, al grito de esa consigna (para mí ominosa) que los legisladores recién instalados, gritaron a voz en cuello: “es un honor estar con Obrador”, que si se hubiese expresado en alguno de los mandatos priistas habría sido calificada por todos esos “comentaris- tas políticos” de los que hablamos antes, como de “lacayos del poder presidencial”.

Posible adiós a esa sociedad civil que por no ser cálida y por no ser fría, pero por ser tibia (indigna), la habrán de escupir hacia espacios de sometimiento.

Hay algunas promesas que atraen como la austeridad que ojalá llegue a los venales jueces; pero hay también amenazas, muchas de ellas absolutamente irracionales.

Hay, en el ámbito político, signos indubitables de triunfalismo y de soberbia, en las demás funciones de la vida nacional hay… señales… creo que, de humo, porque no veo nada. Tendremos que atenernos a aquel viejo adagio de: “Ya veremos”, dijo un ciego ilusionado.