Mis sexenios (5)

0
5229
Mario Arizpe sabe lo que realmente sucedió en la UAC con Melchor al frente de la misma, y que terminó con nuestra idea de Universidad.

José Guadalupe Robledo Guerrero.
ed. 356, octubre 2018

 

Mario H. Arizpe,  la otra visión de la UAC

Mario H. Arizpe García, a mi juicio, fue el principal líder, ideólogo y estratega de los córporos de Saltillo. Fue el que organizó y promovió la Fesuc, que nació con un triunvirato en el que Mario compartió la dirección de la organización estudiantil con Federico Molinar Vaca de la Narro y Juan Sánchez Segovia de Jurisprudencia.

Mario fue el contacto más cercano que tuve con los córporos antes de la Autonomía. Fue él quien nos invitó a incorporar a la Fesuc a la Preparatoria Nocturna. El otro fue Pablo Reyes Dávalos, pero Mario era más franco y directo, a tal grado que a muchos, incluso córporos, les parecía soberbio y muy preciado de sí mismo. Para mi era un compañero culto y pensante, quien tenía un proyecto universitario definido, y con el que siempre tuve un trato de camaradas, aún cuando no coincidíamos ideológicamente.

Una tarde de 1972, me avisaron que alguien andaba preguntando por mí. En la planta baja de la Preparatoria Nocturna estaba Mario Arizpe que ya había visto que la Preparatoria no tenía pintas en las paredes ni graffittis, menos frases revolucionarias que indicara alguna ideología.
Tampoco parecía que allí estábamos amontonados más de mil alumnos en 20 salones. Había orden, disciplina y un ambiente estudiantil sano.
Mario quería platicar sobre la Fesuc, sus principios y objetivos, e invitarnos a que nos incorporáramos a la Federación de Estudiantes saltillenses. Nos pareció una buena idea y convocamos a asamblea general para que los compañeros decidieran si nos incorporábamos a la Fesuc, le pedí que asistiera para que él mismo le hiciera la invitación a la base estudiantil.

Mario hizo la invitación en un auditorio repleto, entusiasta y fraternal de estudiantes. Al terminar su explicación, la votación fue unánime para integrarnos a la Fesuc. Esta abierta actitud fue el inicio de una relación amistosa entre Mario y yo. De allí nació la unidad que imperó en el Comité de Lucha del movimiento de Autonomía.

Luego del triunfo de la Autonomía, Mario se convirtió en Director de Extensión Universitaria, Director de Extensión Social y Director de la Preparatoria Popular, que fue una de sus creaciones. Por esa razón, fui invitado a impartir clases los primeros meses de la Prepa Popular. Un año y meses después, en agosto de 1974, Mario renunciaba a la UAC y le dejaba el poder total a Melchor y al pequeño grupo de oportunistas que ya para entonces dirigía a la Universidad.

Once años después, en 1984, luego del triunfo del movimiento Pro Dignificación de la UAC, Mario llegó hasta mi casa y durante horas platicamos, luego nos reunimos en varias ocasiones, pues él quería volver a la Universidad y confiaba en que el nuevo Rector, “El Gato” Jaime Isaías Ortíz Cárdenas, lo incorporaría a su equipo en pagó a que Mario lo ayudó a entrar a la UAC como profesor de Ciencias Químicas. Pero Mario no consiguió la reciprocidad de “El Gato”.

Dos años después, en 1986, Mario me envió un ejemplar de su libro recién editado, “La Primavera de las cenizas”, en cuyo texto me concedió líneas amistosas, en medio de otros señalamientos nada fraternos que le dedicó a Melchor de los Santos, Ariel González Alanís, Pablo Reyes Dávalos, Alejandro Santiex, y a otros de sus antiguos compañeros del gabinete melchorista y de la Corporación.

En su libro, Mario reconoció su responsabilidad de haber llevado a la Rectoría a Melchor y de haberlo estimulado cuantas veces quiso tirar la toalla. Pero también acepta el error político de convertirse en su crítico, “lo cual le molesta a la gente en el poder”. Según Mario, renunció a la UAC, porque no quiso pelear con Melchor y los oportunistas que lo rodeaban. A Catón -ahora Doctor Honoris Causa de la UAC- lo califica como político mediocre y un hombre miedoso. A Villegas Rico como “El pequeño enano”. A su heredero político, Pablo Reyes Dávalos, le dice astuto como una víbora, trepador, disciplinado y pronto para aprender a subir. Comparte con sus lectores la invitación que le hizo Melchor para ingresar al Opus Dei.

A principios de los 90, volví a reencontrarme con Mario Arizpe en la ciudad de México. En aquella ocasión le pregunté sobre el verdadero motivo que lo obligó a renunciar a la UAC. Noté que no quería hablar del asunto, sin embargo me dio una respuesta lacónica: “fue una cuestión de jotos”, me dijo. No pregunté más. Estaba claro.

Mario también dibuja en su libro su modelo de universidad: Una universidad funcional y operativa. Que en principio cumpliera con eficiencia la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. De paso critica de inconscientes e irresponsables a la “izquierda infantil”, un término acuñado por Lenin para combatir a los demagogos, provocadores y simuladores, pero nunca identifica a los izquierdosos infantiles.

Mario Arizpe nada dice acerca de que Melchor y los córporos le entregaron la UAC en charola de plata a Villegas Rico, porque Flores Tapia se los ordenó. Tampoco reconoce que los izquierdista nada pedimos, ni siquiera exigimos un cargo en la administración universitaria cuando ayudamos a obtener su autonomía.

Pero lo más importante, es que Mario se olvida preguntarse: ¿Qué hubiera sucedido si los “comunistas” e “izquierdistas infantiles” no hubieran participado en el movimiento de Autonomía, y por el contrario se hubieran opuesto?

Seguramente por el tiempo transcurrido, Mario se olvida de mencionar que los córporos se agandallaron la administración de la UAC, para luego entregarla al enemigo de los estudiantes: Óscar Villegas Rico. Se olvida decir que no fueron los “izquierdistas” ni los “comunistas” quienes disfrutaron las mieles del poder ni los que acabaron -por ambiciones personales- con el movimiento estudiantil y magisterial, sino los asociados de Mario Arizpe, quien califica a Melchor de los Santos como “El Corporito”, que utilizó los dineros universitarios para elegirse Rector.

Quizás por ello, Mario define a Melchor como un mediocre, un Rector que luego de cinco años de gozar los placeres del poder, abandona Saltillo para volver como Senador priista al lado del salinista Rogelio Montemayor. Luego de disfrutar por seis años las canonjías senatoriales, Melchor se fue de Saltillo maldiciendo a los coahuilenses, a pesar de que sin méritos lo hicieron Rector a los 23 años, el más joven del país en ese tiempo, y luego Senador de la República. Entonces, los que traicionaron los anhelos de sugestión, autonomía e independencia fueron los cercanos a Mario, aquellos que todo lo sabían, pero que en poco tiempo demostraron no entender nada.

Por eso creo que el silencio -en casos como éste- es la mejor alternativa, pues los que nos quedamos en la UAC, marginados y perseguidos, fuimos los que expulsamos para siempre de la UAC a Óscar Villegas Rico, mientras que “El Rector mediocre”(Melchor de los Santos) y “El pragmático oportunista” (Pablo Reyes), se treparon al “tren de la revolución del PRI-PAN”, junto con otros más de sus iguales.

Mario se olvidó de mencionar el agandalle del poder universitario que él autorizó, testificó y convalidó. Tampoco abunda sobre el proyecto universitario que hicieron fracasar los suyos por sus pequeñas ambiciones de poder. De todos modos, seguiré esperando la autocrítica de Mario Arizpe. En síntesis, los “comunistas” (no izquierdistas) nada tuvimos que ver con el poder universitario ni con la entrega de la UAC a Óscar Villegas Rico y a los gobierno priistas. Por el contrario, seguimos luchando por la defensa de la dignidad universitaria y su reivindicación.
En su libro, Mario nos regala su apreciación sobre lo que observó -en unos días- del Movimiento Pro Dignificación de la UAC que en 1984 comandaron Jaime Martínez Veloz y Armando Fuentes Aguirre “Catón”. Sus puntos de vista se antojan como una relación de lo que los córporos hicieron en la UAC luego de la Autonomía. La reflexión de Mario sobre el particular está más que pintada a lo que hicieron sus asociados en la Universidad de 1973 a 1978.

Lo cierto es que Mario olvidó mencionar que después de conseguir la Autonomía en su grupo apareció el oportunismo, chambismo, represión, marginación, sectarismo, alianzas inconfesables, pequeñas ambiciones de poder, frivolidad, maquiavelismo, Corporación, Opus Dei, al fin y al cabo, confesionales católicos. Esos que han desmadrado la historia de pueblos enteros, qué tan difícil podía ser desmadrar a una universidad provinciana.

En su libro, Mario Arizpe rescata del olvido una carta que le entregué en julio de 1974, poco antes que yo abandonara Saltillo “para irme a hacer la revolución a otra parte y alejarme de los fraticidas infiltrados por el gobierno” y a unas semanas de que Mario renunciara a la UAC, en donde -por mi parte- se muestra el tono fraterno e ideológico en el que enmarqué nuestra relación amistosa a pesar de las diferencias.
Por mi parte, luego del transcurrir del tiempo, sigo pensando que Mario es la otra visión de la UAC, la de una universidad autónoma y eficiente, mejor que la que implementó Melchor y los oportunistas que lo rodearon, mismos que tuvieron miedo de que Mario se apoderara de la Universidad y se convirtiera en un cacique político que terminara con sus privilegios.

También estoy seguro que Mario sabe lo que realmente sucedió en la Universidad con Melchor al frente de la misma, y que terminó con la idea de una institución popular, de un nivel académico de excelencia, de una investigación profunda y creativa y de una cultura pluralista e incluyente.
Lo sé porque Mario es un hombre congruente con lo que piensa, intolerante con los pendejos, ignorantes, simuladores y demagogos. En nuestras pláticas siempre criticó a los izquierdistas. A ese conjunto de gentes sin visión ni proyecto de país, en donde caben todos, aún los que no tienen una ideología social: ecologistas, católicos, evangelistas, panistas, antipriistas, renegados, nacionalistas, anticomunistas, marxólogos, agentes de la CIA y las ONG’s de todas las especialidades.

Sin embargo, Mario en sus pláticas mostraba respeto por quienes se mostraban definidos en sus ideas. Los marxistas socialistas no eran quizás santos de su devoción, pero respetaba la congruencia. Seguramente eso fue el ingrediente más importante de nuestra relación juvenil.
A pesar de su importancia en la lucha por la Autonomía Universitaria, Mario es ahora un personaje olvidado, como en la UAC ha sido olvidado todo respecto a su origen autónomo, gracias a la labor que hizo Melchor de los Santos y asociados durante los primeros cinco años de Autonomía, lo cual -hay que decirlo- mucho tuvo que ver Mario Arizpe, permitiendo que se enderezara una persecución contra toda disidencia ideológica, pues esa actitud terminó con el sano equilibrio político en la UAC.

El equilibrio, alguna vez lo platicamos, es el estado perfecto de la naturaleza, y lo es también en la sociedad, en las instituciones y en el gobierno, para evitar los abusos del poder, la desviación de los objetivos, las persecuciones y la represión. De esto hablamos en alguna ocasión Mario y yo. Pero por alguna razón se le olvidó cuando arribó al poder, convalidando la intolerancia que en 1974 fue su victimaria.

En estos recuerdos de mi juventud universitaria, era necesario puntualizar dos cosas: una, que Mario H. Arizpe fue uno de los líderes estudiantiles más importantes de la Autonomía; y dos, que por eso mismo, es vital para la verdad histórica que Mario ejercite con objetividad una autocrítica sobre la responsabilidad que tuvo en la desviación de los objetivos que teníamos para la Universidad, y que fueron truncados por las ambiciones de poder de los que se agandallaron la estructura administrativa de la UAC al inicio de su vida autónoma.

Qué queríamos para la UAC. Por nuestra parte deseábamos que fuera la mejor Universidad del México: politizada, culta, científica, académica, promotora de los mejores valores de la humanidad, y recinto del saber y del conocimiento. Sabíamos que para lograr tal utopía, requeríamos de Autonomía y libertad para crear. Que debíamos mantener a la Universidad al margen del juego de los politicastros temporales.Vislumbrábamos a la UAC como agente de cambio, con un ambiente de pluralidad, respeto y unidad, en cuyas aulas se confrontaran las ideas universales, para que fueran éstas el crisol en donde se formara una juventud nacionalista y patriótica, sin olvidar la eficiencia en el desarrollo de las funciones institucionales y sustantivas de la Universidad.

Queríamos que en la UAC los universitarios pugnáramos por la justicia y la equidad, que la educación que se impartiera fuera integral, que lucháramos al lado del pueblo por salvaguardar sus conquistas, por defender sus derechos y respaldar sus reivindicaciones, como una forma de solidaridad con quienes pagan nuestros estudios.

Pero eso no fue posible, pues puntualmente se presentaron las pequeñas ambiciones de poder individual, y se perdió el rumbo, se olvidaron los objetivos y se entregó la Universidad a quienes nunca compartieron nuestros anhelos de soberanía y dignidad, precisamente cuando nuestro país más necesita de mentes claras, capacidades desarrolla- das y de una honesta actitud de servir a la patria y a sus habitantes.

Pero no se ha perdido todo, los ciclos se cumplen y llegará otra generación que retome el camino, corrija los errores y diseñe su futuro, que irá íntimamente ligado a la educación. Finalmente siempre habrá quienes recojan la estafeta y continúen la carrera en pos de los ideales.

Hoy más que nunca se requiere de universitarios que sean agentes de cambio, en un México sin valores ni rumbos promisorios, lleno de violencia y explotación imperial, en un país que ha sido vendido al mejor postor, y en donde los mexicanos no son más que vendedores de su mano de obra barata, cuyo territorio ha sido concesionado a empresas mineras y sus recursos naturales han sido malbaratados por los gobiernos que nos ha dado la partidocracia que hoy por hoy sólo representa el 60 por ciento del total del padrón que en lista a los electores mayores de 18 años.

Por esa deplorable situación que atraviesa nuestro país bien vale la pena recurrir a las ideas que tenía la juventud en los 70, para rescatar y salvaguardar lo más valioso que haya quedado de aquellos años de lucha juvenil..

(Continuará…).
La Declaración de Principios y el Estatuto Universitario…