Saltillo y el 68

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Abraham Nuncio Limón.

J. Jesús Santos González.
ed. 356, octubre 2018

Eran las 18:30 horas de aquel jueves 26 de septiembre de 1968, cuando el pequeño salón ubicado al lado izquierdo del patio central de la Sociedad Manuel Acuña designado como sede, lucía abarrotado a toda su capacidad, al grado que muchos de los asistentes al ya no encontrar lugar, se agolpaban en puertas y ventanas de su corredor a fin de no perderse la intervención de sus participantes.

Moderaba aquella Mesa Redonda -como así se le denominó a aquel evento celebrado para informar y debatir sobre el movimiento estudiantil que desde el 23 de julio de aquel histórico año cimbraba al país- el entonces joven catedrático de la Escuela de Jurisprudencia de la Universidad de Coahuila, el Lic. Armando Fuentes Aguirre, quien con maestría y un dominio del auditorio sin par, en un santiamén se echó a la bolsa a aquel público formado en su mayoría por jóvenes preparatorianos y estudiantes universitarios que caímos embelesa- dos ante su elocuente oratoria y brillante exposición, salpicada con chispeantes y bien manejados chascarrillos ajustados al momento.

Participaban en tal evento, el sacerdote Antonio Usabiaga Guevara, que ocupaba el extremo izquierdo del presídium, y los entonces estudiantes de la Escuela de Jurisprudencia Abraham Nuncio Limón y Jesús Oranday Cárdenas, quienes flanqueaban a la izquierda y derecha respectivamente al moderador, quien ya era conocido gracias a sus columnas periodísticas en el entonces y desaparecido “Sol del Norte”, con el seudónimo de “Catón”.

Después de reseñar los principales sucesos acontecidos en la capital del país -la marcha del silencio, la renuncia del Rector Javier Barros Sierra, las ocupaciones militares de la UNAM y el Politécnico y la represión de los cuerpos policiacos y el ejército en contra de los estudiantes-, todos los participantes coincidieron en la necesidad que los universitarios de Saltillo no sólo tomaran conciencia de lo sucedido, sino que por tratarse de un acontecimiento ya único en la historia del país, donde estaban en juego las libertades y garantías consagradas en la Constitu- ción Política de los Estados Unidos Mexicanos vio- ladas por el poder público, concluyeron en exhortar al estudiantado de Coahuila y en especial de su capital, se manifestara en favor del movimiento.

El entusiasmo de los asistentes era indescriptible. Y éste fue subiendo de tono a la par que lo hacia el calor sofocante del lugar. Cada vez que los participantes terminaban sus fogosas y elocuentes intervenciones, éstas eran secundadas con aplausos, y más de una vez con gritos y vivas a México.

Cuando los que como público abarrotamos esa tarde y anochecer históricos tal lugar, y aplaudíamos al hoy Licenciado Jesús Oranday Cárdenas, que se dijo era el último de los oradores programados, de improviso y ante la sorpresa general, vimos como por una de las ventanas que daban al pasillo del local, ingresó quien después se identificó también como estudiante de la Escuela de Jurisprudencia, el hoy abogado y Notario Público residente en Monclova, Francisco Javier Ramos Ramírez, quien también con gran dominio del tema y elocuencia, arengó a los asistentes a sumarse a la lucha de los estudiantes de la ciudad de México.

Más faltaba la cereza del pastel. Y ésta lo fue, cuando una estudiante que después se supo era alumna de la Normal del Estado, pidió desde el fondo del local donde se encontraba el uso de la palabra al Lic. Armando Fuentes Aguirre, y una vez que éste se la concedió, le preguntó si estaba dispuesto a encabezar la manifestación que ahí se acordó partiría al día siguiente de la Plaza de Armas a la entonces comandancia de la policía ubicada en la calle de Bravo -entre Aldama y Castelar-, a fin de liberar a los estudiantes que se dijo se encontraban ahí detenidos.
Al escuchar tal pregunta, el moderador guar- dó silencio por breves segundos, para después con la emoción del momento, de manera categórica, entre aplausos de los asistentes, contestó enfáticamente a su interlocutora que sí.

Con el paso de los años, ha surgido la leyen- da que al asumir tal compromiso el Lic. Armando Fuentes Aguirre, fue vitoreado y sacado en hombros de dicho local de la Sociedad Manuel Acuña. Como afortunado asistente, y por tanto, testigo presencial en segunda fila de esa histórica reunión, puedo afirmar que es cierta sólo la primer versión, con el agregado que todos los asistentes no sin dificultad, nos abrimos paso hasta él para felicitarlo; pero la segunda, carece de veracidad.

Lo que sí es cierto también, es que con dicha Mesa Redonda, los estudiantes de Saltillo dejaron atrás la etiqueta de apatía que hasta esa fecha habían mantenido frente al movimiento estudiantil, y colocaron de paso a la capital de Coahuila, en la ya larga lista de ciudades del país, que para entonces ya habían manifestado su apoyo a esa gran gesta democrática de 1968.
Continuará…