México, país fallido

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por Jorge Arturo Estrada García.
ed. 356, octubre 2018

“No, el poder no cambia a las personas, sólo revela quienes realmente son.”
José Mujica.

“Hay dos tipos de personas: las que consiguen lo que quieren y las que no se atreven a conseguir lo que quieren. “
Ciudadano Kane.

 

México es un país fallido. Navegamos sin timonel apto, ni tripulación cohesionada, desde hace décadas. Somos una nación que no encuentra el rumbo. Vivimos de prestado, dependemos de la inversión extranjera y lo que más generamos son pobres. Estamos endeudados hasta el cuello con los dueños del mundo, ellos rigen nuestros destinos y nos decretan salarios bajos para que las corporaciones, los bancos y los jefes del Imperio acumulen mayores ganancias.

Donald Trump nos impuso un tratado comercial muy ventajoso para ellos
y que nos debilita, en algunos
rubros estratégicos.

En el siglo del desarrollo tecnológico nosotros armamos carros, televisores, lavadoras, hacemos acero, escarbamos por carbón, rematamos lo que queda de nuestro petróleo y la mano de obra de nuestros jóvenes. Sin embargo, el discurso de nuestros gobernantes es triunfalista y estridente. Ya lo perdimos todo: ya no tenemos ni soberanía, ni recursos. Ya ni el proverbial cuerno de la abundancia, en la actualidad completamente vacío es nuestro, está empeñado.

Al cumplirse 50 años de los eventos del 1968 mexicano, es sencillo reparar en que nuestra democracia es precaria, que salimos de la Dictadura Perfecta para entrar en la Partidocracia ruin que nos lleva en picada. Nuestra clase política es tan corrupta que difícilmente es posible encontrar áreas en las cuales las cosas marchen correctamente.

El ejército custodia calles y caminos, no hemos podido construir ni siquiera cuerpos policiales capaces de cuidar a la población. El dinero petrolero fue dilapidado por presidentes y gobernadores que se enriquecieron descarada e impunemente. Es el México Fallido.

En casi cuatro décadas hemos dilapidado todo. Nuestra soberanía ha sido entregada. Nunca en nuestra historia moderna habíamos estado tan sometidos como actualmente. Nos bancarizan para que los bancos extranjeros obtengan las mayores ganancias de sus redes mundiales; mientras, obreros, empleados y pensionados se pasan largas jornadas en las banquetas esperando poder tener acceso a su propio dinero. Indignante.

Vivimos de prestado y rematando los recursos naturales. Las minas, el petróleo, la tierra productiva, las playas y la energía de nuestra fuerza de trabajo. El talento de nuestros jóvenes no se desarrolla por decreto de las potencias y la incapacidad de nuestros malos gobernantes. Nosotros seremos maquiladores mientras ellos quieran.

A la partidocracia no le importa, sus visiones pasan por un trenecito en el Sur y un aeropuerto en la Meseta Central, carísimos proyectos, sueños de grandeza y enormes negocios para los involucrados. Son obras que nadie solicitó y que aportan muy poco al desarrollo armónico precario y que sólo abona al enorme rezago y la brecha con los desarrollados.

Nuestros gobernantes son personeros de las transnacionales. A ellos los corrompen, los compran o los someten y hasta los han inscrito en la CIA, para que traicionen al país, para se enriquezcan y para que compren impunidad nacional e internacional, para que asesinen a cientos y cientos de jóvenes mexicanos. Algunos de ellos alcanzan lugares en los organismos internacionales o como altos ejecutivos de las empresas de los países desarrollados y nos dicen que debemos sentirnos orgullosos. Descarados.

A la hora de negociar con las potencias siempre hemos llegado de rodillas, sometidos. Donald Trump nos impuso un tratado comercial muy ventajoso para ellos y que nos debilita, en algunos rubros estratégicos, que han servido para emplear a la fuerza de trabajo, lo que se había logrado desde 1994.

Andrés Manuel López Obrador desde el inicio estará atado de manos: sin dinero y sin soberanía.

De golpe, nuestro potencial exportador se redujo drásticamente, en la vertiente más fuerte que teníamos: el sector automotriz. Nunca se ha pagado ni se pagará 16 dólares la hora a nuestros obreros para poder entrar plenamente al mercado estadounidense con los autos que vienen, en partes, a ensamblarse a México.

De un manazo nos volvieron menos atractivos para la inversión de armadoras y autopartes asiáticas y europeas que son las únicas emergentes.

Respecto al petróleo y la energía, los bancos y las armas del imperio nos recordarán lo que les debemos y que los intereses no son fijos, ni la inversión extranjera que sostiene al país tampoco lo es, y que los contratos deberán ser rigurosamente cumplidos. Tal cual lo han hecho desde los albores del siglo XX. López Obrador estaría atado de manos, desde el arranque: sin dinero y sin soberanía.

Desde que Estados Unidos se convirtió en una eficiente maquinaria de producir alimentos con su tecnificación y posteriormente sus semillas transgénicas, se decretó la muerte del campo entre los tercermundistas, en México dejamos a los campesinos sin apoyos por decreto y nos condenamos a no ser autosuficientes en el tema alimentario. Ahora, somos importadores de casi todo, comemos en dólares y cobramos en pesos.

Mientras los mexicanos nos debatimos entre la esperanza y incertidumbre. La clase política completa se va acomodando. La Segunda Transi- ción, más que una cuarta transformación, avanza rumbo a la toma del poder formal, porque el real ya no ejerce dando tumbos, y en su camino va sembrando decepciones.

La partidocracia, el Prian en específico, perdieron todo, la vergüenza, las elecciones, pero salvaron sus fortunas y su libertad. Los tricolores esperan recomponerse bajo la figura del Primor. Buscan afanosamente encontrar un asiento en el tren lopezobradorista o por lo menos un lugar en el techo en donde acomodarse.

Los del Prian perdieron todo, la
vergüenza, las elecciones, pero
salvaron sus fortunas y su libertad.

Los 30 millones de votos que expulsaron al PRI de Los Pinos fueron la manifestación de una sociedad harta de los partidos que se alternaron en la presidencia envueltos en incapacidades y corruptelas que se solaparon en arreglos sistemáticos.

Andrés Manuel es visto por algunos como la llegada de la izquierda al poder. Desde hace décadas que la izquierda mexicana dejó de tener los elementos humanos e intelectuales para buscar la justicia social y detener el modelo neoliberal que nos ha exprimido todo. Ellos también se partidocratizaron, son burgueses de la política.

López Obrador ofreció dádivas en un intento de esbozar un gesto redistributivo de la riqueza y para ganar votos. Sin embargo, ya reconoció que no le ajustará el recurso para cumplirlo y las promesas de campaña llegarán matizadas, si es que llegan. La incapacidad de la partidocracia nos dejó lastrados para esta segunda transición.

Las expectativas son enormes respecto al mesías tropical, él cuenta con una base dura formidable, como ningún otro en la época moderna, pero el ejercicio del gobierno desgasta rápidamente. Andrés manuel deberá recurrir a su “magia” de frases gastadas y sin sustancia para ganar tiempo y consolidar un proyecto gubernamental. El neoliberalismo lo intoxica todo.

El nuevo TLC sólo sirve para dar certezas a los grandes capitales, el resto de los mexicanos nos regimos con el precio del tomate, la carne y la gasolina y esos siempre operan en nuestra contra. Por lo que se percibe, la fábrica de pobres seguirá funcionando, de prisa y sin pausa.

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