Un presidente que concluye el sexenio con mayor descrédito

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por Jesús M. Moreno Mejía
ed. 358, enero 2019

“Bien acierta quien sospecha que mucho erró”.
(trozo de una obra de Francisco De Quevedo)

La fama de mal Presidente la adquirió Enrique Peña Nieto en su primer año como gobernante, al demostrar públicamente que no estaba capacitado de manera plena para lucir como un mandatario preparado, dado su bajo nivel cultural y por una serie de pifias cometidas ante el público y sobre todo en sus presentaciones en el exterior del país.

Fue público y notorio el exhibirse como un pésimo presidente desde el inicio, sobre todo al no poder responder el cuestionamiento siguiente: ¿Qué libro le pareció más importante en su lectura personal? “La Biblia”, fue la respuesta después de pensar unos momentos qué diría. Pero luego se le preguntó que capítulo del libro sagrado importante recordaba, y para él fue el acabose, pues dijo no recordar ninguno en ese momento.

Confundía ciudades con entidades federativas y trastabillaba el habla cuando pronunciaba una palabra poco común, y no se diga cuando según él leía un texto en inglés. De todo lo anterior le hacían burlas a nivel privado o públicamente; no se diga en redes sociales, en donde estuvieron presentes los “memes” durante todo el sexenio.

Sin embargo, lo anterior tiene poca importancia si analizamos casos verdaderamente reprobables y sin solución, sobre todo por haber de por medio una enorme cantidad de personas muertas o desaparecidas, cuyos crímenes (al menos algunos de ellos) tuvieron relación directa o indirecta con el Ejecutivo Federal, su gabinete y con la complicidad de miembros del poder Legislativo y Judicial, ya fuera por comisión u omisión.

La misteriosa desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero, la noche del 26 de septiembre de 2014, fue una enorme mancha imborrable, entre otras que hubo en ese terrible período presidencial, tales como el caso Tlatlaya, con alrededor de 30 personas asesinadas. Hechos criminales que nunca fueron esclarecidos plenamente.

Otra estigma fue la increíble fuga del capo mayor del narco, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, ocurrida la noche del 11 de julio de 2015, justamente cuando Peña Nieto viajaba a París, ya que escapó del Penal de Alta Seguridad de “El Altiplano” en el Estado de México, hundiendo una vez más a la administración del hoy ex presidente.

Y para mayor descrédito de EPN, aunque él lo negara, es obvio que influyó en la eliminación del programa radiofónico de noticias de Carmen Aristegui, como un acto de venganza por descubrir mediante un reportaje el insólito caso de la “Casa Blanca” que le fue obsequiada a Peña por una empresa constructora beneficiada con obra pública, y que intentó encubrir obligando a, Angélica Rivera, declarar que ella la había adquirido con su dinero. Lógico, nadie lo creyó.

Podríamos seguir enumerando un sinfín de situaciones negativas que ocurrieron impunemente en el sexenio del hoy ex presidente, pero tratando de resumir, pues son innumerables, sólo mencionaremos que se acumuló un mayor número de averiguaciones por asesinato en este año que todas las levantadas en el sexenio de Felipe Calderón, su antecesor.

Lo anterior es independiente de miles de desapariciones forzadas; de feminicidios que fueron cada vez más en mayor número; de ejecuciones arbitrarias y extrajudiciales cometidas por agentes policiacos y militares. Todo en medio de una creciente corrupción e impunidad.

Por ello no causó sorpresa el resultado de las elecciones del 1 de julio, arrojando una votación arrolladora de la mayoría de los candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, permitiéndole ser hoy el nuevo Presidente de México.

La ciudadanía, cansada de tanta corrupción e impunidad, así como de una creciente ola de violencia que no pudieron detener sus gobernantes, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del Partido Acción Nacional (PAN) y eventualmente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), decidió sufragar por Morena.

La molestia con Peña Nieto fue factor para que la ciudadanía también rechazara a los candidatos presidenciales, comenzando por José Antonio Meade, hundido con una baja votación y de paso apabullando al PRI y sus 70 años de poder político.

Ahora se inicia una nueva etapa en la vida política de México, con un nuevo Presidente de la República, y nadie olvida al que encabezó el sexenio de la ignominia, tal como queda demostrado con los resultados de una encuesta telefónica realizada en la víspera del cambio presidencial por la agencia “Indicadores SC”, para la columna periodística “Eje Central”, que revela los datos de la tragedia peñista, pues solamente el 12.5 % de los mexicanos (que se traduce en uno de cada diez) aprueban la gestión de EPN.

En términos de confianza, su balance es más negativo: el 83.9 % (que equivale a ocho de cada diez), dijo no confiarle nada a Peña Nieto, mientras que el 16.1 % señaló haberle tenido confianza. El periodista, Raymundo Riva Palacio, del periódico “Eje Central”, afirmó: “Prácticamente nadie le daría algo a cuidar al presidente (saliente), pues perdió su prestigio, su toque político, todo, hasta su futuro. Tanto se esperaba de él, pero terminaron rechazándolo aun los propios seguidores (priístas)”.

En la víspera del último día de su sexenio, EPN organizó una gira de despedida, y de no ser por gente contratada por la Presidencia para que gritaran a su paso “¡No te vayas Peña!”, los ciudadanos lo repudiaron. También fue organizado un evento en Campo Marte, donde el todavía mandatario dio un discurso para agradecer los servicios del Estado Mayor Presidencial (el cual desaparece en este nuevo sexenio), o sea a los que se van también.

De todo lo anterior, los mejores comentarios de todo lo anterior serán los de nuestros amables lectores.

¡Hasta la próxima!