Miscelánea. Lectura y escritura a la par

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por José C. Serrano Cuevas

Ángela Pradelli es escritora y profesora de letras. Ha sido coordinadora en Argentina de la Cátedra Latinoamericana y del Caribe de Lectura y Escritura. Es autora del texto El sentido de la lectura. La obra está integrada por 16 capítulos; todos suficientemente disfrutables.

En el capítulo 4, página 53, Pradelli afirma que «la lectura permite a alguien conectarse con el otro, pero es en sí mismo donde el lector encontrará las herramientas para ese abordaje. En el texto del otro, el lector reconoce marcas, huellas y surcos, pero son pistas que debe completar con contenido propio. Un lector para no sucumbir en el mar que el otro es -el cuerpo o el texto del otro-, construye con instrumentos de su subjetividad, busca en la complejidad de sus piezas las herramientas emocionales, intelectuales y desde ahí aprehende los trazos del otro y los significa, les da un sentido».

Por estos días y semanas recientes, el tema de la promoción de la lectura en México ha cobrado una importancia tal que ensayistas, escritores y periodistas se han dado a la tarea de expresar reiteradamente la necesidad de crear núcleos amplios de lectores, como una estrategia ineludible para fortalecer el sistema educativo nacional en todos sus niveles.

Carlos Martínez García, articulista de opinión retoma lo que en alguna ocasión Gabriel Zaid expresó: «La tragedia de México era que los hombres y mujeres con estudios universitarios abandonaron los libros en cuanto terminaron su preparación escolar. Consideraban que ya habían leído lo suficiente y que el resto de sus vidas no necesitaban más lecturas. Solamente leyeron de manera utilitaria, para obtener el diploma universitario».

Se sabe que la lectura, como otros hábitos es posible de ser adquirida en el entorno familiar mediante el sencillo ejemplo de ver leer a otros, escuchar cuentos y fábulas, tener acceso a unos cuantos libros. Pero, – dice Martínez García- «¿y  si, como en la mayoría de los hogares mexicanos los menores no tienen a su disposición estos recursos que podrían socializarlos y ‘naturalizar’ el hábito lector? De ser así, como lo es en millones de niñas y niños, entonces el otro espacio vital para contagiar la práctica lectora cotidiana es la escuela».

¿Y qué si los centros escolares no fomentan en el alumnado leer para poder relacionar nuevos conocimientos con otros ya internalizados? ¿Si prevalece la orientación escolar que favorece una pedagogía memorizadora y no un enfoque activo, en el cual se aprenda a construir conocimientos con el sencillo arte de hacerse preguntas? La respuesta la sugirió Gaston Bachelard: la fuente de todo conocimiento es la pregunta.

En los textos donde abrevan estudiantes y especialistas en psicología y pedagogía se afirma que aprender a leer es, entre muchas otras cosas multiplicar el conocimiento de términos que nos permiten comprender con mayor precisión lo expuesto en un escrito. Una cosa es descifrar palabras, otra es desentrañar conceptos y categorías explicativas.

Don Manuel Pérez Rocha, ingeniero de profesión y educador por vocación, se ha dado a la tarea de mantener la lectoescritura como un binomio indisoluble. Dice: «La palabra es sustancia básica de nuestra cultura, lo son la palabra hablada y la palabra escrita. La lectura y escritura son dos caras de una misma moneda. La escritura es la revolución cultural más importante en la historia de la humanidad. Sin la escritura no existirían ni la ciencia, ni otras manifestaciones importantes de la cultura, ni la tecnología moderna».

El ingeniero Pérez Rocha reconoce a la palabra hablada y escrita como medio valioso y eficaz que desarrolla de manera considerable la reflexión y la introspección. Nos ayuda incluso a aclarar, entender y valorar nuestras propias experiencias, emociones y sentimientos.

El reto para los amigos de las palabras es incorporar a la lectura y al lenguaje escrito, a personas que resuelven su comunicación oral con un pobre vocabulario de entre 90 y 200 palabras a partir de construcciones lingüísticas elementales. Desafortunadamente las horas que niños, jóvenes y adultos permanecen conectados al televisor, viendo programas sin contenidos educativos, son tiempos perdidos, irrecuperables. ¿Y qué tal si los jóvenes beneficiarios de las becas otorgadas por el gobierno federal se convierten en monitores y promotores del Sistema Lancasteriano, agentes de cambio entre sus pares, para fortalecer el binomio de la lectoescritura?