En busca de las disculpas pedidas…

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Alfredo Velázquez Valle.

“La putrefacción del capitalismo significa la putrefacción de la sociedad contemporánea, con su derecho y con su moral.”
L. Trotsky.

                Es verdaderamente un contra sentido esperar que de una declaración, por demás oficial, sobrevenga la reparación material (¿por parte de quién?), de un hecho consumado hace ya bastantes años.

Podríamos decir que las tales “disculpas” pedidas a no se sabe exactamente quien, no lo son en la medida en que no arreglan absolutamente nada la condición de los “ofendidos y humillados”.

Además, habría que comenzar por revolucionar la situación actual (económica, política y social) de tales ciudadanos –los ofendidos-, si queremos que realmente esas reparaciones, hoy retórica diplomática vestida de moralina disculpa, sea en verdad efectiva.

 No cabe a duda de que el presidente de la República ha errado el tiro.

Aún más, si se tiene presente que el representante de ese gobierno al que se le piden (¿o exigen?) disculpas, un tal Felipe de Borbón y tirano de su pueblo, es un monarca que ha heredado de sus antepasados todas las taras de un sistema que no ha cesado de expoliar al orbe en el cual tiene aún algo de la influencia y poder de antaño.

El sistema mundo que rige actualmente, es ese mismo que tiene por objetivo el que hace quinientos años comenzó por enseñorearse en el “Nuevo Mundo”: el mundo patriarcal occidental del lucro, la explotación, el sometimiento, el genocidio.

En efecto, si nada (o casi nada) ha cambiado ¿Por qué esperar que de las reparaciones de índole moral (que habitan en el difuso mundo de los absolutos) sobrevenga un cambio cualitativo de las condiciones objetivas que nos relacionan: oprimidos/opresores?

Mucha razón han de tener quienes demandan del actual gobierno mexicano redima a las clases sociales agraviadas por el neoliberalismo, la dignificación material de las mismas aboliendo aquellos elementos que las han mantenido en la pobreza y el atraso; que bien visto, ello lleva implícito el reconocimiento más que claro de hipotéticas disculpas dadas, pero no sentidas.

Aunque sin esperar por ello que los agravios todos queden subsanados (al menos los sustanciales), en caso de que se tomaran aquellas medidas formales para encaminar los pasos que llevaran hacia ello; es decir, el gobierno federal si bien representa la “voluntad popular” emanada de una democracia enmarcada en un Estado que sigue siendo el representante legítimo de los intereses de las clases poseedoras, es decir, la gran burguesía y la propiedad privada que sobre los medios de producción tiene, la dignificación de la generalidad de los mexicanos y que somos las clases trabajadoras, en primer término, los desplazados, los desempleados, las minorías, las mujeres indígenas, los afro descendientes, los homosexuales, etc., etc., seguirá en suspenso y con la mano tendida no sabremos si hacia adelante, en actitud de mendigo, o si con el puño cerrado en claro desafío a un sistema que por su propia esencia excluye, discrimina, segrega, explota y mata en nombre de un Estado clasista que comienza y termina su discurso en el terreno de la estricta moral burguesa, esa cuyo distintivo es la hipocresía más deleznable si cabe decirlo.