por Samuel Cepeda Tovar.
Debo ser por demás coloquial y citar una frase simplona, pero con mucho contenido y además pertinente ante tan absurdas comparaciones: “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, diría Juan Vargas en La Ley de Herodes, y es que algunos mexicanos fatalistas que se empeñan en vaticinar un fatídico final a nuestra democracia con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia; parecen estar obsesionados con estos pésimos augurios.
Tal vez el impacto por la derrota del establishment instaurado por PRI y PAN durante décadas los tiene aún azorados y con serios traumas que parecen obsesionarlos imaginando desenlaces fatalistas que hacen alusión a un escenario similar al venezolano realizando absurdas comparaciones dejando de lado la simpleza de la frase de Juan Vargas, pues Venezuela y México son dos cosas diferentes, con escenarios políticos diferentes, con presidentes tan disímbolos tanto en su formación como en su llegada al poder que es imposible racionalmente hacer una comparación siquiera por error.
Empecemos por la esencia de ambos hombres: Hugo Chávez Frías tenía formación militar, AMLO no, de ahí una gran diferencia en cuanto a la toma de decisiones y la forma en que se abordan los problemas. En la formación militar no hay debate, no hay intercambio de ideas; sino orden y acatamiento, imposible comparar a un militar y un civil. Pero sigamos con esta absurda comparación.
Chávez intentó llegar al poder haciendo honor a su formación: mediante la fuerza, al intentar un golpe de Estado que ciertamente fue fallido, pero que dejó el precedente de lo que el militar era capaz de hacer por conseguir la presidencia. AMLO, por su parte, jamás ha usado la violencia a tal grado de querer llegar al poder por medio de las armas, si bien tomó una mala decisión al tomar paseo de la reforma por meses, al final entendió que lejos de ganar simpatías le restaba seguidores, lo cual terminó desgastando su movimiento, cabe mencionar que participó tres veces como candidato presidencial, es decir, acatando las reglas electorales y el juego democrático de nuestras instituciones.
Ahora comparemos el escenario social: Venezuela sufría un trauma denominado caracazo, que se trato de una revuelta social para contrarrestar decisiones del entonces presidente Carlos Andrés Pérez quien reprimió a los civiles insurrectos con el ejército provocando víctimas mortales, todo esto provocó un descontento general que fue capitalizado por Chávez quien, compitiendo en una elección democrática, fue electo en 1998 como presidente de su nación.
En México, por su parte, jamás hubo un clima de odio hacia un presidente por actos de abuso de autoridad, sino un descontento contra un sistema en el que PRI y PAN habían tenido la oportunidad de gobernar sin mejorar en lo absoluto la calidad de vida de los mexicanos y sí provocando escándalos de corrupción y deshonestidad en beneficio de unos cuantos, lo cual provocó que los mexicanos le dieran a AMLO la oportunidad en su tercer intento de llegar a la presidencia. Otra diferencia abismal.
Otra gran diferencia entre ambos líderes es que Chávez una vez en el poder, su primer acción fue redactar una nueva constitución, y para el caso de AMLO, se han emprendido reformas constitucionales que denotan una actitud reformista, de enderezar lo que estaba distorsionado, jamás de refundar la nación a través de una nueva constitución, situación que por cierto, fue mencionada en varias ocasiones durante los gobiernos panistas.
Puedo citar decenas de diferencias, pero como bien lo diría el politólogo venezolano, Moisés Naím; México no es Venezuela, pues México tiene antídotos para evitar terminar como aquel país andino. Las diferencias son abismales, los contextos diferentes, la única comparación que puede haber es en el discurso de cambio que ambos han usado, pero ello, no determina destinos similares, salvo aquellas ideas y escenarios que algunos fatalistas anidan en sus pensamientos.
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