por Jorge Arturo Estrada García.
Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, estás peor que antes.
Confucio.
Dominar a otros es ser fuertes, dominarse a uno mismo es ser poderoso.
Lao Tse.
Sin grandes líderes y con escasos respaldos populares, México ha transitado su etapa de país independiente intentando construir un país con justicia social, con instituciones fuertes y en algún momento hasta trató de armar un estado de bienestar para una población que nunca ha dejado de crecer y multiplicarse. En 2019, los resultados de esos 200 años de historia de nación independiente son evidentes: Corrupción lo carcome todo como un cáncer, instituciones débiles y desprestigiadas; pobreza, marginación, desigualdad tan arraigada como acechante, y ausencia casi total del estado de derecho. Además, con un Pacto Social incapaz de brindar seguridad a los mexicanos.
En esas circunstancias llegó a la Silla del Águila un personaje como Andrés Manuel López Obrador, un tipo imbuido en los símbolos y los mitos que la historiografía oficial ha fabricado. Tan especial es la personalidad del presidente que construyó su propio imaginario, con su propio panteón de héroes selectos, seguramente ahí tampoco cabrían los fifís y los conservadores.
Benito fue eterno mandatario en el cargo y escaso en funciones, con un gobierno sin silla, itinerante y quebrado que derrotó a los conservado- res y fusiló al emperador extranjero. Madero, el millonario del gobierno efímero, que convenció a los líderes populares a apoyarlo para derrocar al dictador e intentar la democracia. Zapata, el agrarista que nunca ocupó la silla, que aportó poco al movimiento revolucionario en lo colectivo y tanto en sus localidades surianas, tan pobres entonces y tan marginadas ahora.
El otro personaje del olimpo de Obrador es Lázaro Cárdenas, el presidente que intentó darle a la nación un rumbo propio, con base en ideología y en los recursos disponibles en el país, tanto huma- nos como materiales. Lo intentó sin someterse a las visiones geopolíticas europeas ni al imperio emergente del vecino norteamericano y su lema de “América para los americanos”. El buscó construir un país agroindustrial, autosustentable en lo alimentario y en lo económico. Así, hizo realidad el reparto agrario, intentó ejidos colectivos que pudieran operan como importantes centros de producción y que no se atomizara la tierra y el trabajo. Expropió el petróleo que sostendría al país durante 80 años, buscó la educación laica, con técnica y maestros con conciencia social. También, intentó erradicar a las élites políticas y económicas, locales y nacionales postrevolucionarias, tan ávidas de poder y riqueza. Su proyecto duró seis años, con choques frecuentes con sus opositores. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética rompieron relaciones con México, pero México despuntó por su liderazgo en un mundo en conflicto.
Los mexicanos somos tan fatalistas como nos pinta la historia.
Acostumbrados a perder, rápidamente nos regresamos a nuestras, cada vez más estrechas, zonas de confort. La democracia en México se agota en el acto de votar, no es una actitud ni una forma de vida. López Obrador ha presentado su Plan Nacional de Desarrollo, el documento que debe contener la esencia de visión de país que intentará construir. Según su estilo, primero con palabras y luego con acciones.
Lo suyo es una transformación. Es la cuarta según su discurso. El Plan Nacional de Desarrollo deberá ser la hoja de ruta de esa transformación. Sin embargo, este documento podría convertirse en una trampa, en una camisa de fuerza que desgaste al presidente ante la cada vez más feroz oposición su “estilo personal de gobernar”.
Este estilo es de choque, de ataque, de provocación y de polémica. López Obrador debe reconocer que lo suyo es la retórica y no la precisión de la matemática de resultados, indicadores y estadísticas. Para el mandatario los números encierran las intenciones aviesas de los conservadores, de los “adversarios”. Y aún así, se metió en la camisa de fuerza, estableciendo parámetros, indicadores y metas difíciles de realizar por la enorme complejidad del país, por la ruinosas situación, porque involucra a intereses trasnacionales que están fuera de su alcance, además de que no tendrá tiempo para realizarlo a cabalidad. Él mismo diseñó la vara con la que será medido.
Si su fuerte es el discurso y su capacidad para conecctar con sus seguidores, su gobierno deberá sostenerse en las palabras, la venta de esperanza y la compra de paciencia entre los mexicanos. No en indicadores casi inalcanzables. “Estábamos tan mal que las cosas tardarán en componerse”. Eso encaja perfectamente con al mentalidad individualista de los ciudadanos. El comportamiento de los indicadores y las críticas por el efecto de sus acciones lo exaltan y lo sacan de su tono y de su guión. Así se vendrán las cosas a partir de ahora. El poder desgasta y el pez por su boca muere, ¿pero eso también aplicará en el caso de los pejelartos?
Para AMLO la retórica es su arma. Más que un hom- bre de ideas, él es un político de frases hechas. Él descubrió que, usándolas en todos los casos, en diversos tonos, con voz pausada, ademanes lentos y con sonrisas congeladas causaba importantes efectos en “sus adversarios” y en sus seguidores. Él conduce la presidencia con fierros y palancas en la época de los microprocesadores y los superconductores. Su visión está congelada en el México de los 70’s en el mundo globalizado del reparto de las tareas productivas.
Esas frases simplonas son sus mejores recursos para atacar y defenderse. El pontifica, descalifica y estigmatiza o etiqueta al que no piensa igual. A sus opositores, por el momento semiagazapados, les irán buscando insondables intenciones, complotistas incluso, para marginarlos o etiquetarlos. No se trataría de un fascismo social, racial o religioso sería una marginación de pensamientos diferentes a los suyos, ni siquiera ideológicos.
Por el momento su actitud y accionar deriva en dogmas, actos de fe y voluntarismo puro para prometer resultados difíciles de lograr, pero que alientan a su base de simpatizantes a que le tengan paciencia y los justifiquen. Por la inacción o por los fracasos.
La trampa que autoconstruye AMLO se convertirá en una molestia. Un mago de las palabras construye casi todo con palabras, un carpintero lo haría con madera, involucrar resultados micro y macroeconómicos que él no puede controlar como parte de sus compromisos de desarrollo del país suena interesante. Él acierta en su diagnóstico de que el modelo neoliberal es la causa del injusto reparto de la riqueza y marginación actual. También, de que los principales ingresos del país provengan las remesas de los “mojados”, del petróleo que se extingue y de las manufactureras trasnacionales del sector automotriz y del armado de televisiones y el turismo ampliamente operado y controlado por empresas de otros países.
Nuestro modelo de desarrollo actual se basa en salarios bajos, inflación controlada para no aumentar los salarios mínimos, dólar caro para beneficiar a exportadores, condonaciones de impuestos a los grandes causantes e inversionistas, tasas de interés carísimas para los créditos y ridículas para los ahorradores. La población en general compra alimentos caros para sus niveles de ingresos, los insumos básicos son importados. Las vacas, cerdos y pollos comen granos importados, las semillas, los fertilizantes y las industrializadoras y procesadoras de alimentos son extranjeras. Lo mismo las cadenas de supermercados. El sistema bancario del país está en manos de extranjeros a los que no puedes ni siquiera amenazar con recortarles las jugosas comisiones que cobran de los millones de mexicanos forzosamente bancarizados.
El sistema de bienestar incompleto que se construyó a partir de la década de los 50’s, se fue desmontando desde los 80´s y actualmente es casi inexistente. Las pensiones de miseria serán la norma, bajo AMLO se intenta darles 1,200 pesos mensuales a los mayores de 68 años, pensionados o no. Ahora las pensiones son individualizadas, convertidas en afores son negocio de banqueros y empresarios para apalancar sus negocios, los millonarios nunca usan su dinero para crecer. El sistema de salud está en ruinas y en quiebra. La educación y sus infraestructuras lo mismo. ruinosas.
Para crecer a escalas superiores al tres por ciento anual, los expertos explican que la inversión pública y privada se debe dar en grandes cantidades. Los proyectos deben ser estratégicos y de gran calado para que generen cadenas productivas de alto valor agregado, que generen un flujo de la macroeconomía a la micro y de regreso a los indicadores.
En el Milagro Mexicano eso se logró a costa de inversiones federales amplias, con gobierno estatales y municipales pobres y reducidos. La gran masa fiscal era decisión exclusiva del gobierno federal y su aplicación también. Así, surgieron carreteras, presas, plantas eléctrica, refinerías, petroquímica, distritos de riego, caminos, pavimento, drenaje, agua potable. El mercado externo fue controlado por medio de aranceles altos. Sin permisos de importación, mercados nacionales cautivos, tecnología obsoleta, devaluación de la moneda y estímulos fiscales para las élites económicas y empresariales se generó el crecimiento. La banca mexicana financiaba al gobierno a través del Encaje legal y créditos. Los grupos industriales se volvieron banqueros para auto prestarse el dinero de los demás.
Pemex ha sostenido al país desde hace décadas. Cantarell nos volvió la quinta petrolera mundial y nos consolidó como la novena economía mundial en tamaño. Las vacas gordas de los gobiernos estatales se dieron a partir de los excedentes petroleros producto de los altos precios del barril, que las camadas recientes de gobernadores convirtieron en el botín de su corrupción y sus saqueos, y los diputados en fondos de “moches”. Tiene razón AMLO mucho dinero pasando por algunas manos se vuelve una tentación casi irresistible. Su decisión al respecto ha sido cerrar los ductos, del combustible y del dinero federal.
Pemex fue sistemáticamente desmantelado, corrompido y dejado al borde la quiebra y liquidación por los neoliberales priístas y panistas. Se acabó la gallina de los huevos de oro, porque la mataron y lo permitimos desde nuestra apatía. Actualmente no consigue más crédito ni más divisas, por el momento sólo consigue problemas con las calificadoras de riesgo crediticio internacionales tan molestas para el presidente.
El Plan de Desarrollo de Andrés Manuel se queda corto en sus propuestas y es ambicioso en sus metas. Él se construyó la trampa en la que lo atacarán, pero al mismo tiempo él ya construyó la llave que lo sacará de la misma en dos años más, y que lo revitalizaría para el tramo siguiente: la revocación de mandato. En la elección intermedia espera recolectar una abultada votación para ampliar sus posiciones en el legislativo y conseguir un bono para consolidar su proyecto. Será interesante ver cómo sale de los momentos difíciles sin perder los estribos. Él gobierna solo entre los fantasmas del Palacio Nacional; su equipo carece de figuras que le aporten prestigio o equilibrio. Será algo interesante.