León Trotsky, la revolución y el estado ruso actual

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Alfredo Velázquez Valle.

“Trotsky era por encima de todo un escritor político y un político activo, y en consonancia, político era ente todo su discurso, abordando todos los conceptos familiares a la tradición a la que adhería: conceptos de clase, partido y estado, de capitalismo y socialismo, de táctica, estrategia, revolución e historia. ” N. Geras

Llega otro aniversario del triunfo de la revolución socialista en Rusia que inauguró una época de grandes transformaciones económicas, políticas y sociales en lo que después se llegó a conocer como Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas.

De las grandes transformaciones por las cuales ese extenso territorio se transformó por completo de pueblo semi feudal agrario en nación republicana e industrial dan cuenta los hechos y la literatura teórica al respecto.

El triunfo de los intereses de clase de las masas insurrectas sobre las élites explotadoras monárquicas, primero, y burguesas (después), no fue mantenido con el correr de los primeros lustros al triunfo bolchevique de noviembre de 1917.

De ello dan cuenta, nuevamente, los hechos insobornables y una literatura abundante como objetiva en sus análisis y en sus juicios.

La contra revolución (termidor) terminó imponiendo su impronta a los magros logros alcanzados por el pueblo trabajado en diez años, quizá quince, de revolución y agitación.

Llegó al fin, de manera inexorable, la resaca en forma de una Constitución (Diciembre de 1936), y de dictadura burocrática sobre las masas, personificada en la figura de José Stalin, el famoso sepulturero de revoluciones.

Así, de 1934 en adelante el pueblo ruso y las distintas nacionalidades que vivieron este régimen de terror, supieron de la crueldad con que los enemigos de la revolución se cebaron sobre sus espaldas y sobre sus descendientes.

La vieja guardia bolchevique fue vilipendiada (y ejecutada) en los famosos procesos de Moscú y toda sutil disidencia como franca oposición fue aniquilada por métodos de tortura que nada envidiaban a los implementados por los Estados fascistas de la Europa Central de la década de entre guerras del siglo pasado.

No, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas no fue lo que pareció ser y su casta de dirigentes no logró llevar a su pueblo (integrado por tantas nacionalidades como intereses) a la antesala del socialismo; que decir de la sociedad sin clases proclamada como el objetivo en el devenir del desarrollo social de la humanidad, tesis central de la teoría del Materialismo Histórico.

Aún hoy día se debate, enconadamente, sobre la naturaleza de dicho Estado; sin embargo, la realidad vivida por los habitantes de dicho conglomerado multinacional, entre carencias, ausencias de libertades individuales como de derechos humanos, dice que tal Estado, en el mejor de los casos, fue una terrible cuan desafortunada aberración de los principios que animaron los primeros momentos de vida de la gloriosa revolución de octubre.

De entre los primeros y más lúcidos estudiosos de este Estado “obrero” deformado está sin duda alguna León Trotsky, ese hombre cuyo nombre ha sido omitido y querido borrar del relato histórico por aquellos que habiendo traicionado al movimiento proletario han querido falsear así mismo el hecho histórico haciendo irrisorios montajes de imágenes como de pseudo historias donde los verdugos fungen como héroes y los pueblos con sus adalides son los villanos.

La trayectoria de Trotsky como revolucionario es tan extensa como rica en experiencia revolucionaria traducida a una producción teórico-literaria que abarca prácticamente toda su vida consciente;  habiendo nacido un 7 de noviembre de 1879 como Lev Davidovich Bronstein, ya para finalizar el siglo XIX se había hecho socialista (1896) y había experimentado la lucha por la emancipación de los explotados de las cadenas del régimen oprobioso de la sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre al fundar una Liga Obrera del Sur de Rusia (1897) y experimentar por vez primera la cárcel como reo político en 1898.

Fugado de una prisión zarista en 1902 (Ust-Kut, en los confines de Siberia), y ya plenamente marxista, Trotsky inicia su cuan larga como apasionada y no menos trágica vida de revolucionario profesional al servicio de las mejores causas del socialismo a través de la lente del marxismo.

Tres hechos históricos y sumamente importantes y significativos para la historia de los movimientos sociales obreros por su emancipación del poder del capital dan cuenta de la colosal estatura de este genio de la revolución: Presidente del  primer Soviet habido en la historia de Rusia (y del mundo) en 1905; Presidente del Segundo Soviet de 1917 y Jefe del Comité Militar Revolucionario (órgano que planeó y dirigió la insurrección de octubre que llevó a la Revolución proletaria a la victoria) y como Comisario de Guerra del nuevo gobierno revolucionario creador, en primera persona, del Ejército Rojo que defendió la Revolución bolchevique y proletaria de los enemigos internos (llamados ejércitos blancos) como de las potencias extranjeras que pretendían apoderarse de la Rusia revolucionaria.

Así mismo, como teórico del movimiento marxista tiene una inmensa producción que abarca una cantidad bastante rica como significante que dan cuenta del calibre intelectual del que alguna vez llamara Lenin “el hombre más capaz del Comité Central del Partido (bolchevique)”.

En efecto, como creador de la Teoría de la Revolución Permanente así como de la tesis del Desarrollo Desigual y Combinado de la Historia, Trotsky ha ganado su propio lugar en la historia del pensamiento socialista.

Además, sus aportaciones capitales tanto para el análisis como interpretación de la realidad soviética que devino en degeneración del primer Estado obrero habido en la historia de la humanidad como del fenómeno del fascismo en la década de los años treinta del siglo pasado dan cuenta cabal de su genio en el terreno de la ciencia social.

Opositor consecuente de las tendencias que llevarían las conquistas de la Revolución al Estado burocrático que sería conocido mundialmente como stalinista, Trotsky cumple ya desde el temprano año de 1923 los pasos ciertos y firmes pero peligrosos que lo llevarían,  primero a la pérdida de su autoridad como de revolucionario al interior del propio Estado Soviético y, después, al destierro que tendría su epílogo, a la manera de las antiguas tragedias griegas, en su terrible asesinato en México a manos de un agente español secreto de la Policía de Stalin, la GPU.

Al igual que el triste como descorazonado final del primer Estado obrero, Trotsky tuvo el suyo. La revolución socialista fue deformada y transformada en su opuesto y el profeta de la Revolución Mundial fue sepultado entre toneladas de literatura falsificada.

Hoy, la Rusia actual, el Estado de la Federación Rusa, ha vuelto sobre su pasado pre-revolucionario y ahora como ayer juega un papel de “potencia” mundial, a la vieja usanza de la política exterior zarista.

Las luchas obreras por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores (no ya por suprimirlas), así como las aspiraciones y derechos denegados de las llamadas minorías (en el más extenso sentido del término), han quedado sub sumidas en el juego de la potencia que mediante un lenguaje ideológico (en el estricto sentido de falsa conciencia) pretende eso: suprimir unas y otras en el mañoso y amafiado lenguaje de “la patria, los valores, la familia, la religión y… el Zar.”

Rusia hace el juego a Estados Unidos como a China en la confrontación y versión más rancia y genuina de la cultura patriarcal machista.

Hoy Rusia tiene el mismo grado de complicidad y criminalidad que cualquiera de los estados capitalistas neoliberales con rango de potencia (por tener armas nucleares de destrucción masiva), característica que no se puede pasar por alto si queremos re elaborar, re escribir a partir de nuestras luchas de tradición socialista y marxista el relato donde quedo a medio escribir en la Comuna de París de 1871 y en la Rusia de Octubre de 1917.

Aún más, los marxistas debemos tener una clara conciencia de ello al plantearnos y plantear de cara a las masas de que están hechas las luchas proletarias, cuáles son sus objetivos y cuales han sido sus yerros mayores cometidos para y en adelante tratar de evitarlos; insisto, el camino donde lo han dejado las antiguas luchas de los desposeídos por sacudirse el régimen oprobioso que las reduce a meras cosas, mercancías que se intercambian en el sádico juego del capital muerto por acrecentar su poder, su civilización de muerte que tal parece nos lleva fatídicamente a un colapso civilizatorio de mera sobrevivencia del más apto, del más fuerte, del salvaje sobre el débil, ha de tener en cuenta la historia de las heroicas luchas obreras del siglo que acaba de fenecer. 

Hoy, termino, nuestras luchas habrán de producir sus propios hitos que futuras generaciones habrán de narrar así como también sus propios profetas armados que, espero, no tengan el trágico fin de la vieja guardia bolchevique ni sus engendros contrarrevolucionarios: sus Stalin, sus Yagodas, sus Vichinskys… sus V. Putin.