¿Cuál será la postura de México ante la fanfarronería bélica de Donald Trump?

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Adolfo Olmedo Muñoz.

El terrorista más emblemático en la actualidad, Donald Trump, ha dado
en este inicio de año 2020, un fuerte
golpe a la estabilidad en el mundo.

El vértigo de la vida contemporánea ha dado un severo mentís a aquella consigna de la ya casi caduca masonería que aseguraba que el hombre es el arquitecto de su propio destino. La globalización e interdependencia directa o indirecta de todas las naciones en el mundo representan ya un riesgoso reto para los ciudadanos del mundo actual y, sobre todo, por las consecuencias que estaremos sembrando para las próximas generaciones.
La farragosa atmósfera que respiran las nuevas generaciones está a punto de colapsar el destino de millones de seres humanos.

El cierre del tercer lustro de este milenio nos enfrenta, hoy como nunca, al reencuentro con nuestras más profundas raíces humanas antes de cederle el paso al imperio ordenado por una casta minoritaria cuanto poderosa que controle los hilos del nuevo “sistema nervioso” con que, a través de las innovaciones tecnológicas concomitantes y a la par con el derrumbe moral, social, cultural y económico, terminen por degenerar y aniquilar a la raza humana.

Como propósito de una nueva etapa en nuestras vidas en este 2020, debemos volver los ojos a la educación de las venideras generaciones, desde la más próxima anterior, que por cierto no sabemos si ya llegó a su límite, pero fue etiquetada como la generación “Z” que todavía incluía a los nacidos hasta en el 2010, además de volver nuestra mirada a las anteriores generaciones que aun tienen mucho que dar, sobre todo en experiencias de carácter sociopolítico implicado en el área tecnológica; generación que de una u otra manera está siendo desplazada por la insolencia, altivez y anarquismo de esos postmilenians que en más de una ocasión han enseñado su paupérrima formación, cívica, moral, cultural, aunque “barnizados” con un velo de tecnología, sobre todo, comunicacional.
Su arrogancia les impide ver que muy probablemente puedan ser manipulados, por enésima ocasión, y llevados a la toma de posiciones incorrectas o dañinas no solo para cada uno de ellos, sino para los que vendrán en el futuro.

La libertad absoluta no existe, el anarquismo no es más que un instrumento de los tantos con que cuentan los grupos poderosos del mundo. Hay que comprender que el hombre es un ser de sociedad, de aquella de donde toma su pensamiento, su camino intelectual, sentimental y moral y ejerce a su vez una influencia, directa o indirecta, sobre los demás. Por lo que se haga hoy, podría ser el martirio de los herederos del mundo.
El fatalismo como corriente de pensamiento, está implicado en un determinismo que de ninguna manera es divino, como lo señala el voraz fanatismo. Y sin embargo es la religión la que puede estar siendo la coraza de grupos antagónicos en el mundo, que hipócritamente actúan tras bambalinas, en la búsqueda de sus más caros objetivos.

Unos con más, otros con menos posibilidades, porque el mundo se ha ido desenvolviendo como hasta ahora, en un perfil judeocristiano bíblico, cuya esencia normativa es vorazmente fatalista, determinista. Tal parece que el “destino manifiesto” de la humanidad es sucumbir para que emerja una “nueva humanidad”

Los más recientes acontecimientos que se desarrollan en el medio oriente; ante la peligrosa bravuconería bélica de Donald Trump, las maléficas campañas diseñadas en las oscuras criptas del soterraño mundo financiero, desde polos de poder hincados en complejas estructuras de control económico, en cofradías en Inglaterra, Estados Unidos y desde luego Israel que mantiene en jaque al medio oriente y a la mayor parte de la economía mundial, están empezando a hacerse visibles.

Tal vez no porque lo quieran así, sino por la imprudencia de algunos líderes de muy escasa capacidad y muy alta codicia. Póngale usted amigo lector el nombre que quiera, hay muchos, pero hoy es Trump el que encabeza la lista.

Este inicio del 2020 no puede ser más alarmante, luego del ataque, muerte y presuntuosa jactancia del invasor norteamericano, Donald Trump, del general iraní Qasem Soleimani, que ha provocado de inmediato una alarma mundial por el temor de que se inicie una escalada de violencia bélica, ocasionalmente terrorista, y lo más doloroso, pero desafortunadamente lo más previsible; una estrepitosa caída de los mercados internacionales.
Sin ser alarmista, creo que es obligado poner nuestras “barbas a remojar” por aquello de las “recochinas” dudas y saber transitar los pasos diplomáticos de manera cuidadosa, respetando los intereses en juego, pero de manera puntual, vigilando que los intereses de nuestra nación, no se vean envueltos de manera ficticia, como se nos “obligó” a participar durante la Segunda Guerra mundial.

Donald Trump, es cierto, tiene una mente bastante desequilibrada, pero está, desafortunadamente al frente de una de las más poderosas naciones en el mundo, los Estados Unidos, país que se super enriqueció a raíz de la segunda guerra mundial pero que ahora tiene ante sí, un nuevo mundo que puede, de una buena vez mostrarle que no son tan hegemónicos como se presumen y que la historia es indeleble, por más que se le pretenda cubrir con campañas publicitarias dogmatizantes.

La verdad siempre sale a flote, y hay momentos como el de ahora, que nos invita a reflexionar “quo vadis”, a dónde vas humanidad, si sabemos que el destino es el que el propio ser humano construirá, hoy, mañana y después.
La propaganda de la corriente hegemónica de nuestra llamada “cultura occidental” ha satanizado a todo aquel que se atreva a opinar en contra de las acciones de los judíos y satanizando todo lo que esté asociado a los musulmanes. En lo personal soy crítico de ellos, los judíos, sin más patria que el dinero. Pero mentira que toda crítica sea racista, simplemente, dicho pueblo desde su incierta fundación ha creado por medio de instrumentos mercantiles -muchos de ellos de su propia invención- etapas de severa depauperación a casi todos los pueblos del mundo.

Y como descargo de consciencia, podría señalar que muchos pesadores y filósofos han juzgado los actos de los judíos en el mundo. La propaganda, hay que reconocerlos, ha favorecido a los alabadores y se muestra sistemáticamente a través de los medios de comunicación, cuya influencia es innegable, para hacer de los judíos un “pueblo” ejemplar
Uno de esos filósofos que se detuvo a comentar “la cuestión judía” fue Jean Paul Sartre, quien en uno de sus textos titulado así: “Reflexiones sobre la cuestión judía” escribió: “La religión judía implica un fin de este mundo y la aparición, al mismo tiempo, de otro, otro mundo que será resultado de éste, pero en el que las cosas se dispondrán de otra manera”.

No se si calificar esto como una profecía o como lo que los dogmatizados tildarán de “un desliz” en el criterio del prestigioso filósofo.

Lo cierto es que el terrorista más emblemático en la actualidad, o sea Donald Trump, ha dado en este inicio de año 2020, un fuerte golpe a la estabilidad en el mundo, que apresta, desde ya, a tomar medidas emergentes en la economía, la política, pero sobre todo en el renglón de la belicosidad y la formación de nuevas alianzas.

De cualquier manera, con Tirios o Troyanos, México se halla en una nueva paradoja de la que seamos conscientes -además de muy optimistas- también podemos obtener muchas ventajas, como ocurrió cuando en la turbulencia de la segunda guerra mundial, nuestro país pudo alcanzar la nacionalización del petróleo.

Claro que es hoy otro el escenario, pero sobre todo el trascenio que, gracias a este incidente nos permite confrontar nuestra idea sobre lo que es y ha representado la globalización y la forma en que se interrelacionan las naciones en los cinco continentes. México no está en otro planeta.

Por lo pronto, nuestro presidente López Obrador ha manifestado a través de nuestra cancillería, que México se mantendrá neutral, lo cual como postura diplomática está muy bien, pero, nuestra juventud tiene hoy un serio reto que tendrá que enfrentar con sus propias herramientas, pues “todo cambia, nada permanece”, y lo que se hizo antaño no sirve más, que como una experiencia digna de tomarse en cuenta.