José Guadalupe Robledo Guerrero.
A mediados de 1991, a semanas de la elección para presidentes municipales en Coahuila, me reencontré con Manuel, un excompañero obrero de Zincamex que siempre hablaba bien de su partido, el PRI, y de los beneficios que él y su familia lograban votando por el entonces invencible. En esa ocasión, Manuel me dijo que no votaría por el PRI, lo habían convencido que votara por el PAN para que ganara su candidato Rosendo Villarreal Dávila.
Confundido por tan repentino cambio de chaqueta, le pregunté: ¿Por qué ahora vas a votar por el PAN si toda tu vida lo has hecho por el PRI? Su respuesta sin mayor explicación fue: “Para que haya un cambio”. ¿Qué tipo de cambio?, volví a preguntar, pero ya no hubo respuesta, solo esbozó una pícara sonrisa.
Al final, Rosendo Villarreal ganó las elecciones, gracias a una concertacesión que hizo Eliseo Mendoza Berrueto con Javier López del Bosque (el patriarca del Grupo Industrial Saltillo), para eso Abraham Cepeda Izaguirre se alquiló de patiño como candidato del PRI, a cambio -según se rumoró- de tres millones de pesos por tirarse a la lona.
Efectivamente, Rosendo Villarreal llegó a la Presidencia Municipal haciendo cambios: el primero fue aumentarse el sueldo como alcalde de Saltillo al igual que a sus principales funcionarios, también aumentó los impuestos, las tarifas del transporte urbano, incrementó las tarifas de los servicios públicos y la persecución a toda mujer que anduviera fuera de su casa después de la medianoche, porque según Rosendo y su policía toda mujer que transitara por Saltillo después de las 12 de la noche era una prostituta.
En el año 2000, volvió a ocurrir lo mismo, millones de mexicanos como Manuel votaron por Vicente Fox Quesada para tener el cambio que nos habían programado desde el Fondo Monetario Internacional y las transnacionales; luego recurrieron otra vez al voto popular para que ganara Felipe Calderón Hinojosa e impedir la llegada a la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Pero en ninguno de estos sexenios panistas llegaron los cambios. Por el contrario, el número de pobres aumentó, la inseguridad fue el terror de cada día y el remate de nuestras riquezas nacionales una constante.
Después apareció el Nuevo PRI de Enrique Peña Nieto, y el voto del “pueblo sabio” fue en favor de ese nuevo PRI, cuyos gobernadores, alcaldes, legisladores, magistrados, políticos y funcionarios se enriquecieron robando -sin ton ni son- las arcas nacionales, y vendiendo al mejor postor las riquezas naturales de México.
En 2018, la moda del cambio volvió a tener clientela, y muchos de los militantes y beneficiarios de todos los partidos, decidieron votar por Morena y hasta cambiarse de chaqueta, y a casi dos años de esa nueva aventura los mexicanos aún están esperando los cambios ofrecidos, pero la esperanza muere al último.
Ante la falta de esos prometidos cambios que no se ven por ningún lado, las cosas siguen igual o peor: pobreza, inseguridad pública y sanitaria, una democracia ramplona y una educación de pésima calidad. Y todo lo que se acumule después de la pandemia.
Pero aun así, los que festejan los cambios de la 4T, aseguran que ya se cambió el régimen, pero hoy con mayor fuerza, el régimen mexicano sigue siendo presidencialista, AMLO lo fortaleció. Otros más despistados, presumen que se cambió el sistema, pero seguimos en el capitalismo, ahora en sus facetas de neoliberalismo, capitalismo feroz y regionalismo mundial.
Ante todo esto, nos seguimos preguntando ¿de qué cambios hablan los que hablan de cambios?
Política aldeana
Con las próximas elecciones del 18 de octubre han aparecido en la escena política estatal infinidad de coahuilenses que nadie conoce, pero están dispuestos a sacrificarse por una diputación local, prometiendo múltiples cosas que nada tienen que ver con el trabajo legislativo: casas, hospitales, carreteras, empleos, etc.
Pregunta huérfana
Hace unos días, el prestigiado abogado penalista Gerardo Pérez Pérez, recibió el nombramiento del SAT (Servicio de Administración Tributaria) como Administrador Desconcentrado Jurídico Coahuila 1. Y debido a este esotérico nombramiento, nos preguntamos: ¿Cuál será el verdadero encargo para el abogado penalista en el SAT?